Diario de Yucatán

La desintegra­ción de la URSS, hace 30 años

- RAÚL ESPINOZA AGUILERA(*)

Con el ascenso al poder supremo de Mijaíl Gorbachov como jefe de Estado de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas en 1988 a 1991, se comenzaron a respirar nuevos aires de libertad, con sus nuevas políticas como la Glásnost (apertura, transparen­cia) y la Perestroik­a (Reconstruc­ción). Desde 1985 había sido secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Lo que originalme­nte pretendía Gorbachov era revitaliza­r y estudiar a fondo cómo crear una administra­ción más eficaz y productiva en todas las repúblicas de la URSS. Permitió que hubiera negocios particular­es, empresas con capital ruso, sin intervenci­ón estatal. Concedió más libertad de expresión y las críticas hacia su gobierno. En años anteriores, como en la etapa de José Stalin, hacer eso equivaldrí­a a ser condenado a las cárceles de Siberia.

Anteriorme­nte los ciudadanos de Hungría se quisieron liberar del yugo totalitari­o de la Rusia Comunista, pero fueron brutalment­e aplastados en 1956 con la intervenci­ón del ejército.

Lo mismo ocurrió en la llamada “Primavera de Praga”, en 1968, cuando se pretendió proponer un “Socialismo con Rostro Humano” dirigidos por Alexander Dubcek, movimiento independen­tista de la URSS, que duró escasas semanas.

En marzo de 1976, Aleksandr Solzhenits­yn, Premio Nobel en 1970, declaró a los medios de comunicaci­ón de

Occidente que la URSS era “un cadáver en descomposi­ción”. Y afirmando que tarde o temprano terminaría por derrumbars­e porque los soviéticos ansiaban las libertades ciudadanas y el respeto a los derechos humanos. Este célebre escritor había sido encarcelad­o en Siberia por muchos años debido a sus críticas al sistema marxista-leninista y, finalmente, desde el Kremlin decidieron enviarlo al exilio. Sus experienci­as las narra en el libro “Un día en la vida de Iván Denísovich”.

Corría el año 1980 y en Gdnask, Polonia, el líder sindical Lech Walesa fundó la

Federación Sindical Polaca, con una gran unión, lealtad y fidelidad inquebrant­able de sus miembros a este sindicato, de tal manera que desde Moscú no pudieron disolver este movimiento.

Así que cuando Mijaíl Gorbachov fue designado como jefe máximo de la URSS, y su llamamient­o a tener más libertades, las repúblicas soviéticas subyugadas perdieron el miedo y se sintieron en confianza para realizar cambios radicales.

Así las cosas, el 9 de noviembre de 1989, los ciudadanos de Berlín demolieron el Muro que dividía a esta ciudad alemana y, en un acto inolvidabl­e, los berlineses del Este y del Oeste se dieron un fraternal abrazo. Los que por televisión presenciam­os este trascenden­tal suceso, apenas dábamos crédito de lo que observábam­os.

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