Se llevan $100 mil de una gasolinera
Movilización de la Policía en negocio del norte meridano
Un solitario asaltante se habría llevado un botín de 100 mil pesos de una gasolinera del norte de Mérida, lo que causó la movilización de agentes de la Secretaría de Seguridad Pública.
Los hechos habrían ocurrido alrededor de las 4 de la madrugada, y de acuerdo con las primeras averiguaciones, una sola persona habría cometido el asalto en las oficinas de la estación de gasolina, ubicada en el kilómetro 28 del Periférico, o calle 11 con 12-B del fraccionamiento Montebello.
Agentes de la Policía Estatal de Investigación realizaron diligencias en el establecimiento y revisaron las cámaras de seguridad.
No se informó de algún lesionado en el atraco, aunque el hecho se manejó con hermetismo.
No es un asunto de política ni de ideología. En el trasfondo de la reforma de Andrés Manuel López Obrador que cambiará las reglas de juego en el sector eléctrico está la necesidad de usar el combustóleo que produce Pemex y que por ser uno de los combustibles más sucios y contaminantes no puede venderse en el extranjero.
Así están las cosas, afirma el empresario Francisco Alfonso González Arceo.
“El gobierno necesita generar energía con combustóleo por una razón muy sencilla: a principios de 2020 entró en vigor una ley internacional que prohíbe vender el combustóleo si tiene más del 3% de contenido de azufre… Y desgraciadamente ese es el caso del que produce Pemex”.
El combustóleo es el residuo que queda después de refinar petróleo crudo, explica. Es un combustible pesado, cargado de tóxicos, principalmente azufre, que en el pasado fue muy utilizado para generar electricidad, pero que fue desplazado por otro combustible fósil de mucho menor precio y con menos contaminantes: el gas natural.
Por las características y carencias de las refinerías mexicanas, de cada barril de crudo que se refina en el país, aproximadamente el 30% termina como combustóleo. Hasta 2018, Pemex vendía de 100,000 a 125,000 barriles diarios de este combustible, según datos de la empresa, pero ahora es cada vez más difícil colocarlo en el mercado.
No se vende, pero se sigue produciendo, es irremediable porque Pemex no puede procesarlo, no tiene el equipo. En 2019, por ejemplo, de las seis refinerías de la paraestatal salieron alrededor de 150,000 barriles diarios de combustóleo. México está inundado de ese combustible.
“Y cuando arranque la refinación en Dos Bocas el problema será inmenso”, advierte González Arceo, director general de Perfect Home, empresa dedicada a la producción y venta de energía solar. “El país tiene que usarlo o guardarlo. Y si la política actual está en el orden de extraer más petróleo y refinar más gasolina, pues tendremos más y más combustóleo, y el gobierno quiere aprovecharlo”,
Sin embargo, prosigue, eso no es posible bajo los principios de la reforma energética de 2013, que deshizo el monopolio de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para establecer un esquema de mercado competitivo impulsado por la oferta y la demanda de energía.
Y en ese terreno es difícil que pueda competir la producción de electricidad con combustóleo, ya que es muy cara: un megawatt hora generado con este derivado del petróleo cuesta más del doble que el obtenido por fuentes basadas en la utilización de recursos renovables, de acuerdo con datos de la propia CFE.
La energía eléctrica es un producto que se compra y se vende. Hasta 2014, la comercialización en México de electricidad para el servicio público era competencia única y exclusiva de la CFE.
Figura
Con la reforma energética se creó el Mercado Eléctrico Mayorista (MEM), con el objetivo, explica la Sener, “de proveer energía a precios competitivos, en busca de que todos los usuarios puedan beneficiarse adquiriendo energía a tarifas más accesibles”.
Desde entonces, el precio de la electricidad se basa en el libre mercado, reitera González. “El MEM es como una bolsa de valores de la energía. Se realiza una subasta en la que, a partir de la oferta y la demanda, se determina el precio que se va a pagar a todos los empresarios que venden la energía que producen”.
El MEM está basado en el principio del “despacho económico”: las centrales con menor costo de producción, es decir, las más eficientes, son las primeras en subir su electricidad a la red. Este principio favorecía a las renovables y a las centrales de ciclo combinado en manos de privados, generalmente más baratas. Mientras, las hidroeléctricas y termoeléctricas de la CFE, con mayores costos de producción, tenían que esperar su turno.
“Aunque el orden del despacho de energía en el MEM estipula que la energía más barata es la que se usa primero, el precio que se paga a todos es el más alto del día”, indica. “Si hoy, por ejemplo, se usaran solamente energías renovables, el precio del megawatt (MW) rondaría los 400 pesos, pero si también se llegar a utilizar combustóleo se pagaría a todos $2,500 por cada MW”.
Sin restricción
“Esto explica por qué se afirma que será más cara la electricidad con la nueva Ley de la Industria Eléctrica, ya que si el gobierno controla los despachos de energía y no el mercado, podrá usar sin ninguna restricción el modo de producción de la CFE, más costoso, lo que impactará en los costos”.
O sea, lo que el gobierno busca al devolverle el monopolio a la CFE es evitar la competencia, controlar la generación de energía “para poder hacer más eficientes sus recursos”, porque la única opción que tiene con el combustóleo es usarlo, insiste.
Sin embargo, augura, esta reforma traerá consecuencias que pueden ser muy graves: incertidumbre para los inversionistas ya establecidos (se violan tratados internaciones), mayor contaminación, encarecimiento de la energía eléctrica y, lo
peor, retroceso en la planeación de la generación de las energías renovables y en la armonización de la distribución de todas las energías.
Sobreoferta
El empresario reconoce que en México existe una sobreoferta de energía limpia por falta de regulación, que es uno de los argumentos que usa el presidente para justificar su contrarreforma. El sistema eléctrico mexicano tiene muchas deficiencias y, en efecto, se abusó en la instalación de grandes parques generadores de energía renovable, dice y pone como ejemplo que en Coahuila una sola empresa genera 700 MW de energía solar, cantidad que sobrepasa el consumo de energía eléctrica de ese estado.
No existió una planeación adecuada a las necesidades de generación y distribución y eso complica a los grandes inversionistas, considera. Muchos fueron seducidos por el canto de las sirenas y nadie vio que existían problemas de fondo en la red eléctrica.
“Los sistemas renovables son muy buenos, pero tienen que convivir en armonía con la generación tradicional y para eso, en teoría, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) debió regular esos puntos”.
Otro ejemplo es que hay más de 100 gigawatts (GW) de permisos en generación de energías renovables a lo largo y ancho del territorio nacional, cuando el consumo de todo el país en su histórico pico es de 60 GW, señala. “Hubo más políticos que ingenieros, evidentemente”.
El problema con este desorden, explica, es que la generación de demasiada energía renovable podría atiborrar la red y poner en riesgo la estabilidad de todo el sistema, que podría colapsar en cualquier momento. Definitivamente, no es buena idea producir energía renovable incluso cuando la demanda es baja, afirma. El equilibrio entre un sistema y otro lo tiene que garantizar la gestión responsable e inteligente de la red eléctrica.
Falacia
En lo que de plano no está acuerdo el empresario es en el alegato de López Obrador de que a las compañías extranjeras no sólo se les compra caro, sino que además se les subsidia y que al aprobarse la reforma el país va a ahorrarse mucho dinero con el que se podrá garantizar que la luz cueste menos a los consumidores.
“Es una vacilada, una mentira. A los empresarios ni se les compra caro ni se les subsidia, se les paga al precio que marca el mercado con base en la libertad que brindan la oferta y la demanda. Y como se indicó, la energía más barata es la renovable, si un día no se usa combustóleo y paramos en la hidroeléctrica de $80, eso se le va a pagar a todos. Y por esa razón tampoco tiene sentido decir que la luz costará menos con la nueva ley”.
Lo que sí puede lograr el presidente es cumplir su palabra de evitar que el incremento en el costo de producción se refleje en los recibos de los usuarios: le basta con elevar los subsidios al consumo de electricidad… aunque de todas maneras estos apoyos terminaremos pagándolos los ciudadanos con nuestros impuestos, apunta.—