Diario de Yucatán

Andorra del alma

- JAVIER CABALLERO LENDÍNEZ (*)

Éramos treinta y tantos en el autobús. Salimos de Granada una madrugada y nuestro destino era el sur de Francia. Teníamos entre 12 y 13 años de edad y ese viaje escolar se nos quedaría grabado para siempre. Recorrería­mos en no recuerdo cuántos días, España de sur a norte antes de adentrarno­s en territorio galo por el paso fronterizo de Somport.

Jaca, Zaragoza y Benidorm (en España), Pau y Lourdes (en Francia) y la joya de la corona, ese lugar famoso por su pequeñez y sus productos baratos (por los menores impuestos respecto a Francia y España), y por ser una de las mecas de la tecnología accesible en esa época: Andorra.

Corría el año 1992 y en aquella época, China era una quimera aún demasiado lejana y Andorra era ese lugar donde podías comprar cualquier cosa a buen precio, donde vivir era el sueño de muchos y donde pensábamos que trascender­íamos con apenas 12 y 13 años.

Llegamos a este enclave y nada más bajar del autobús, me di cuenta de que Andorra La Vieja, capital del principado, era mucho más de lo que se escuchaba en esa época (casi siempre con efecto negativo, por supuesto) y de lo que hoy, tras una globalizac­ión galopante, se asegura.

El pequeño territorio, en boca de todos desde hace mucho tiempo, es un lugar precioso rodeado por los descomunal­es Pirineos, lagos y nieve brillante gracias a sus casi 2 kilómetros de altitud en promedio sobre el nivel del mar. El principado es uno de esos exóticos microestad­os que vale la pena conocer porque son tan pequeños como enigmático­s e interesant­es. Solo en Europa hay varios además de éste: Liechtenst­ein, San Marino, El Vaticano, Mónaco y Malta. Entre ellos, dos tienen muchas ventajas geográfica­s: Liechtenst­ein, ubicado entre Suiza y Austria, y Andorra, entre Francia y España.

Andorra es mucho más que un lugar donde refugiarse de la justicia financiera. Es más que los millones de pesos confiscado­s a empresario­s y políticos mexicanos; es más que el otrora paraíso fiscal (según la Unión Europea y la OCDE no lo es desde 2018) de algunos funcionari­os del antiguo gobierno priista y, seguro, otros tantos por descubrir; es más que una legislació­n laxa y un núcleo perfecto para multimillo­narios españoles y franceses que quieren tributar menos sin perder la cercanía geográfica de sus lugares de origen; es más que el epicentro donde multitud de deportista­s de alto nivel, youtubers, creadores de contenidos digitales y jugadores profesiona­les de póker online, entre otros rubros, desarrolla­n sus actividade­s y crean sus empresas.

Andorra es un lugar perfecto ————— (*) Periodista de Grupo Megamedia para esquiar, para sumergirte en la naturaleza, visitar valles, ríos y huir, al fin, de todo lo que huele a mundo real. En su capital, la avenida Meritxell, parte de la apuesta “The shopping mile”, con más de 10 kilómetros de longitud, tiene negocios de todo tipo, también de lujo y superlujo a muy buenos precios por sus beneficios fiscales. Por sus calles circulan todo tipo de automóvile­s de alta gama y se confunden entre algunas joyas arquitectó­nicas que recuerdan que la ciudad tiene su historia aunque hoy no sea lo más importante.

La iglesia de Sant Esteve, espectacul­ar ejemplo románico del siglo XII; la Casa de la Vall, del siglo XVI ejemplo de construcci­ón familiar en piedra y muy desarrolla­da en toda la zona catalana a imagen de las clásicas masías; esculturas como la de los 7 poetas, de Jaume Pensa, La nobleza del tiempo) del mismísimo Dalí, y el Museo Carmen Thyssen -propiedad de Carmen “Tita” Cervera o la baronesa Thyssen-, con una de las mayores coleccione­s privadas del mundo, son algunas muestras culturales nada despreciab­les.

No nos engañemos, Andorra es más atractiva por el dinero que mueve que por el turismo o las bellezas que ofrece. Para hacernos una idea, el IVA está entre el 1% y el 4.5%, el ISR se ubica en el 10%, situación contrastan­te con España, su principal motor de residentes, donde el ISR va del 19% al 48% y el IVA es del 21%. Más aún: un youtuber que gana siete millones de euros anuales (alrededor de 176 millones de pesos), pagaría de impuestos más o menos 700,000 euros (unos 17 millones de pesos) en Andorra contra los más de tres millones de euros (75 millones de pesos) que aportaría en España.

“Casi ná”, como diríamos en mi tierra. Con ese panorama, el éxodo de empresario­s digitales jóvenes y reyes de la web hacia esas tierras pirenaicas, entre otros muchos negocios y segmentos, no es algo extraño (que no justificad­o).

Hace unos días, “TheGrefg”, un youtuber español con más de 16.6 millones de seguidores en la plataforma y varios años residiendo en ese microestad­o, declaraba que vivir en Andorra era increíble y aunque es cierto que se fue para pagar menos impuestos que en España, había encontrado en paz, tranquilid­ad, buen nivel de vida, naturaleza y todo lo que necesita para vivir sin echar mucho de menos su lugar de origen.

Él, como otros personajes que cambiaron su residencia a Andorra por el mismo motivo financiero deben permanecer en este pequeño país 183 días al año como mínimo para ser considerad­os residentes oficialmen­te. En España, ya como visitantes, no pueden pasar de 180 días al año. Para muchos y sus bolsillos, esta situación vale la pena. Réquiem Recuerdo que me compré un walkman, una camiseta del Barcelona con el nombre de Koeman en la espalda y un par de cosas más en aquella avenida que atravesaba la Andorra la Vieja entera. También tuve ahí mi primera visita a un antro, el del hotel, eso sí, a una hora prudente para los 12 años con los que yo contaba (los maestros que nos acompañaba­n cortaban la fiesta a las 10 de la noche).

Recuerdo que en aquella época no tenía mucha idea (ni poca) de la tristeza que generaba (aunque necesaria para el buen funcionami­ento de un país… si la corrupción lo permite) el IVA y los demás impuestos que la gente de a pie y las empresas deben pagan religiosam­ente. Luego llegó la madurez y la independen­cia.

Recuerdo que me propuse viajar nuevamente a Andorra cuando cumpliera 18, yo solo, para reventar el antro y comprar más cosas en esa avenida de ensueño de aquel paraíso.

Y ahora, mientras termino de escribir esto, recuerdo que nunca regresé.— Mérida, Yucatán

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