El gran desafío: hermanos o enemigos
El 21 de diciembre de 2020 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró por unanimidad el 4 de febrero como Día Internacional de la Fraternidad Humana.
El Papa Francisco afirmó hace unos días en el encuentro virtual que tuvo con el gran imán Ahmed al Tayeb, jeque de la institución más importante del Islam suní, Al Azhar, en la celebración por vez primera de este importante día, que “hoy no hay tiempo para la indiferencia”.
Estamos viviendo el mayor desafío de nuestra era. El reto del siglo: “o hermanos o enemigos”.
Se nos puede venir todo abajo si no entendemos que el concepto de fraternidad ha ampliado su espectro a la “N” potencia. Una pandemia nos arrastra globalmente a nuevas fronteras. La principal?
La fraternidad. Somos hermanos. Todos. Sin importar raza, sexo, religión, condición social.
El papa Francisco es un hombre extraordinario a cuya calidad humana se unen su insistente voz, su alerta permanente, su siempre estar presente ante el sufrimiento humano proponiendo, apoyando, sugiriendo soluciones a todas sus esclavitudes, sus vicios, sus crueldades; como una voz que clamara en el desierto, tal como predicara el profeta Juan.
Solo que el desierto de hoy no es de piedras y arena. Es de injusticias, desigualdad, enfermedad y pobreza. Del estentóreo clamor de las periferias en grandes y pequeñas ciudades a nivel global hasta el hoy por hoy, del grito brutal que ha desatado el patógeno tocando lo físico, lo económico, lo psicológico y lo espiritual.
La pandemia ha puesto al descubierto lo que sabíamos cuanto ha que existía: un campo minado de líderes corruptos, injusticias, gobiernos abusivos e injustos, desgracias por las inclemencias del tiempo zarandeado por el cambio climático. Y sin embargo, la voz del Santo Padre se levanta preclara e incisiva ante todos. Los que le aman y los que le odian. Los que le escuchan. Y los que le ignoran. Los que le siguen y los que le detestan.
Su Santidad no teme ser la voz que clama en el desierto donde otros callan por cobardía o por intereses inconfesables.
La frase pronunciada es meridianamente clara: “un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos” porque la “prescindencia” es una forma muy sutil de la enemistad. “No solo hace falta una guerra para hacer enemigos, basta con mirar para otra parte, prescindiendo del otro, como si no existiera”.
Cabe duda alguna sobre lo nítidamente expresado por Francisco? Así, sin ambages. Sin medias tintas. O hermanos o enemigos. No hay más. La prescindencia en la Edad Medía descartaba a las personas discapacitadas dejándolas sin asistencia alguna, condenándolas a la pobreza y al ostracismo. El origen latino del verbo “praescindere” lo dice todo en su cruel significado: separar, desgarrar.
ARROGANCIA
Hemos propiciado una humanidad arrogante y soberbia anterior a la pandemia. Resurgirá una nueva manera de pensar y de actuar ante el castigo de un enemigo que es invisible, mortal, camaleónico e imbatible hasta hoy?
La orgía carnavalesca se detuvo violentamente y las máscaras comenzaron a caer una tras otra.
Había llegado el momento para nuevas conductas, nuevos valores y mejores principios. Cuando las aguas terminen de bajar, (que lo harán), “entonces veremos quién nadaba desnudo”.
Y comenzaremos a vislumbrar nuevas realidades llenas de esperanza que nos llevarán a cuidarnos en serio los unos a los otros. Comprobaremos cómo los renglones torcidos de Dios, siempre y finalmente, escriben derecho.
Decía Thoreau: “aprendamos a despertar de nuevo y a permanecer despiertos sin ayuda externa, tan solo con la esperanza del nuevo amanecer”.
El bien común está primero, la disposición a dar y a darse lo secunda. O hermanos o enemigos. Solo uno mismo lo puede decidir y resolver algo al respecto.— Mérida, Yucatán.
Una pandemia nos arrastra globalmente a nuevas fronteras. La principal? La fraternidad. Somos hermanos. Todos...