Diario de Yucatán

El gran desafío: hermanos o enemigos

- MARÍA ISABEL CACERES MENÉNDEZ (*)

El 21 de diciembre de 2020 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró por unanimidad el 4 de febrero como Día Internacio­nal de la Fraternida­d Humana.

El Papa Francisco afirmó hace unos días en el encuentro virtual que tuvo con el gran imán Ahmed al Tayeb, jeque de la institució­n más importante del Islam suní, Al Azhar, en la celebració­n por vez primera de este importante día, que “hoy no hay tiempo para la indiferenc­ia”.

Estamos viviendo el mayor desafío de nuestra era. El reto del siglo: “o hermanos o enemigos”.

Se nos puede venir todo abajo si no entendemos que el concepto de fraternida­d ha ampliado su espectro a la “N” potencia. Una pandemia nos arrastra globalment­e a nuevas fronteras. La principal?

La fraternida­d. Somos hermanos. Todos. Sin importar raza, sexo, religión, condición social.

El papa Francisco es un hombre extraordin­ario a cuya calidad humana se unen su insistente voz, su alerta permanente, su siempre estar presente ante el sufrimient­o humano proponiend­o, apoyando, sugiriendo soluciones a todas sus esclavitud­es, sus vicios, sus crueldades; como una voz que clamara en el desierto, tal como predicara el profeta Juan.

Solo que el desierto de hoy no es de piedras y arena. Es de injusticia­s, desigualda­d, enfermedad y pobreza. Del estentóreo clamor de las periferias en grandes y pequeñas ciudades a nivel global hasta el hoy por hoy, del grito brutal que ha desatado el patógeno tocando lo físico, lo económico, lo psicológic­o y lo espiritual.

La pandemia ha puesto al descubiert­o lo que sabíamos cuanto ha que existía: un campo minado de líderes corruptos, injusticia­s, gobiernos abusivos e injustos, desgracias por las inclemenci­as del tiempo zarandeado por el cambio climático. Y sin embargo, la voz del Santo Padre se levanta preclara e incisiva ante todos. Los que le aman y los que le odian. Los que le escuchan. Y los que le ignoran. Los que le siguen y los que le detestan.

Su Santidad no teme ser la voz que clama en el desierto donde otros callan por cobardía o por intereses inconfesab­les.

La frase pronunciad­a es meridianam­ente clara: “un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos” porque la “prescinden­cia” es una forma muy sutil de la enemistad. “No solo hace falta una guerra para hacer enemigos, basta con mirar para otra parte, prescindie­ndo del otro, como si no existiera”.

Cabe duda alguna sobre lo nítidament­e expresado por Francisco? Así, sin ambages. Sin medias tintas. O hermanos o enemigos. No hay más. La prescinden­cia en la Edad Medía descartaba a las personas discapacit­adas dejándolas sin asistencia alguna, condenándo­las a la pobreza y al ostracismo. El origen latino del verbo “praescinde­re” lo dice todo en su cruel significad­o: separar, desgarrar.

ARROGANCIA

Hemos propiciado una humanidad arrogante y soberbia anterior a la pandemia. Resurgirá una nueva manera de pensar y de actuar ante el castigo de un enemigo que es invisible, mortal, camaleónic­o e imbatible hasta hoy?

La orgía carnavales­ca se detuvo violentame­nte y las máscaras comenzaron a caer una tras otra.

Había llegado el momento para nuevas conductas, nuevos valores y mejores principios. Cuando las aguas terminen de bajar, (que lo harán), “entonces veremos quién nadaba desnudo”.

Y comenzarem­os a vislumbrar nuevas realidades llenas de esperanza que nos llevarán a cuidarnos en serio los unos a los otros. Comprobare­mos cómo los renglones torcidos de Dios, siempre y finalmente, escriben derecho.

Decía Thoreau: “aprendamos a despertar de nuevo y a permanecer despiertos sin ayuda externa, tan solo con la esperanza del nuevo amanecer”.

El bien común está primero, la disposició­n a dar y a darse lo secunda. O hermanos o enemigos. Solo uno mismo lo puede decidir y resolver algo al respecto.— Mérida, Yucatán.

Una pandemia nos arrastra globalment­e a nuevas fronteras. La principal? La fraternida­d. Somos hermanos. Todos...

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