De la culpa a la reflexión
La importancia de definir qué es la violencia
En un tiempo en el que México reporta constantes feminicidios y violencia contra la mujer, sorprende que precisamente las campañas vayan dirigidas a este sector. A las mujeres se les enseña a cuidarse, a estar en constante alerta, a no ir solas en la noche, a no “pasarse de copas” si van con amigos, a no “provocar”.
¿Por qué las campañas van dirigidas a las mujeres? ¿Por qué no existen programas que ayuden a ver los propios focos rojos de la conducta?
Por increíble que parezca, y a pesar de la múltiple información que existe al respecto, cuando se reportan casos de abusos o agresiones en los que se involucra el alcohol, los comentarios en redes sociales no dejan de evidenciar la cultura machista que sigue imperando en México. Existe un debate en el que siempre se busca un culpable y con ello se revictimiza, tanto a quien recibe la acción como a quien la ejerce.
Consultada por Diario de Yucatán sobre si es posible que un presunto agresor pueda tener herramientras para autoevaluarse; la psicóloga Martha Abigail Lope Campos, egresada de la Universidad Autónoma de Yucatán, explica que en realidad hay que romper con los esquemas que relacionan a víctima y victimario.
No es algo “natural”
En cambio, hay que a hablar sobre generadores y receptores de violencia, entendiendo esta última como un factor conductual.
Sentencia que la violencia es una conducta aprendida y no natural.
“La OMS la define (a la violencia) como el uso deliberado de la fuerza física, poder, grado de amenaza o efectivo contra uno mismo, contra otra persona, grupo o comunidad; que cause o tenga probabilidades de causar lesiones, muerte, daño psicológico, trastorno de desarrollo o privaciones”, recita la también estudiante de la Maestría en Intervención en Violencia por parte del Centro de Estudios Superiores en Sexualidad (Cessex).
Para la especialista, la importancia de esta definición nos ayuda a entender que la violencia no es una conducta natural, sino “algo que vamos a aprender con prácticas cotidianas en la vida, que se van reproduciendo, por medio de cualquier tipo de ámbito o institución”.
En este contexto, puntualiza que la violencia es intencional y dirigida, además de que siempre está en constante crecimiento.
¿Hombres abusadores?
Aunque en la mayoría de los casos el agresor suele ser un varón, valora que esto se debe a la propia cultura machista y patriarcal que sigue existiendo en México.
“Es común que estos generadores de violencia sean hombres, pues tienen la ventaja de que la cultura les ha enseñado que ellos tienen poder y que muy pocas veces serán juzgados por sus acciones”.
Estas mismas expresiones se pueden leer ampliamente en redes sociales, donde hombres y mujeres discuten sobre la “culpabilidad” y revictimizan a los receptores de violencia con base en sus acciones. “Incluso nosotras al momento de escribir y comentar somos más cuidadosas, porque sabemos que se nos va a juzgar o medir de una manera diferente a que si fuera un hombre el que esté exponiendo”.
Es por ello, explica, que es importante continuar con esas campañas en los que se ayude a identificar los signos de violencia, y que ayude a las personas a identificar qué es y qué no es violencia.
Entre los tipos que pueden existir son: física, psicológica, patrimonial, sexual, económica; cada una puede ser ejercida también en diferentes niveles.
Respecto a los casos en los que se ve involucrado el alcohol, recuerda que los generadores de violencia siempre buscan un momento vulnerable de sus receptores.
De tal modo, las condiciones también son factores creados por estos generadores de violencia, en los que entra en juego una situación de poder y manipulación en relación con su receptor.
“Una persona alcoholizada jamás podrá dar un consentimiento ni ejercer su propia voluntad”.
Sin etiquetas
Como especialista en estos temas, Martha Lope Campos señala que los términos para definir a las personas involucradas en este tipo de abusos también han tenido que ser modificados. Dice que ya no habla en términos de victimario y víctima.
“Cuando se utiliza la etiqueta de víctima, parece que el hecho termina por definir a la persona, como si su vida se hubiera terminado en ese momento, pero no, solo son
actos que acontecieron”.
El mismo caso, dice, aplica en el caso de los varones a los que ya no se les califica como abusadores o victimarios.
“Estamos hablando de algo conductual, no debemos etiquetar a la persona por un caso que tiene que ver con una conducta aprendida”.
Cómplices de violencia
Sobre qué hacer en caso de conocer a una persona que esté siendo violentada, reconoce que es importante ayudar en principio: escuchando, sin juzgar”.
Recuerda que el primer paso a vencer para una persona receptora de violencia es hablar, por lo que es importante validar sus emociones “sin indagar o cuestionar” sobre el por qué se quedó o no habló antes.—