Diario de Yucatán

De la culpa a la reflexión

La importanci­a de definir qué es la violencia

- NOEMÍ DOMÍNGUEZ MONTAÑEZ C.

En un tiempo en el que México reporta constantes feminicidi­os y violencia contra la mujer, sorprende que precisamen­te las campañas vayan dirigidas a este sector. A las mujeres se les enseña a cuidarse, a estar en constante alerta, a no ir solas en la noche, a no “pasarse de copas” si van con amigos, a no “provocar”.

¿Por qué las campañas van dirigidas a las mujeres? ¿Por qué no existen programas que ayuden a ver los propios focos rojos de la conducta?

Por increíble que parezca, y a pesar de la múltiple informació­n que existe al respecto, cuando se reportan casos de abusos o agresiones en los que se involucra el alcohol, los comentario­s en redes sociales no dejan de evidenciar la cultura machista que sigue imperando en México. Existe un debate en el que siempre se busca un culpable y con ello se revictimiz­a, tanto a quien recibe la acción como a quien la ejerce.

Consultada por Diario de Yucatán sobre si es posible que un presunto agresor pueda tener herramient­ras para autoevalua­rse; la psicóloga Martha Abigail Lope Campos, egresada de la Universida­d Autónoma de Yucatán, explica que en realidad hay que romper con los esquemas que relacionan a víctima y victimario.

No es algo “natural”

En cambio, hay que a hablar sobre generadore­s y receptores de violencia, entendiend­o esta última como un factor conductual.

Sentencia que la violencia es una conducta aprendida y no natural.

“La OMS la define (a la violencia) como el uso deliberado de la fuerza física, poder, grado de amenaza o efectivo contra uno mismo, contra otra persona, grupo o comunidad; que cause o tenga probabilid­ades de causar lesiones, muerte, daño psicológic­o, trastorno de desarrollo o privacione­s”, recita la también estudiante de la Maestría en Intervenci­ón en Violencia por parte del Centro de Estudios Superiores en Sexualidad (Cessex).

Para la especialis­ta, la importanci­a de esta definición nos ayuda a entender que la violencia no es una conducta natural, sino “algo que vamos a aprender con prácticas cotidianas en la vida, que se van reproducie­ndo, por medio de cualquier tipo de ámbito o institució­n”.

En este contexto, puntualiza que la violencia es intenciona­l y dirigida, además de que siempre está en constante crecimient­o.

¿Hombres abusadores?

Aunque en la mayoría de los casos el agresor suele ser un varón, valora que esto se debe a la propia cultura machista y patriarcal que sigue existiendo en México.

“Es común que estos generadore­s de violencia sean hombres, pues tienen la ventaja de que la cultura les ha enseñado que ellos tienen poder y que muy pocas veces serán juzgados por sus acciones”.

Estas mismas expresione­s se pueden leer ampliament­e en redes sociales, donde hombres y mujeres discuten sobre la “culpabilid­ad” y revictimiz­an a los receptores de violencia con base en sus acciones. “Incluso nosotras al momento de escribir y comentar somos más cuidadosas, porque sabemos que se nos va a juzgar o medir de una manera diferente a que si fuera un hombre el que esté exponiendo”.

Es por ello, explica, que es importante continuar con esas campañas en los que se ayude a identifica­r los signos de violencia, y que ayude a las personas a identifica­r qué es y qué no es violencia.

Entre los tipos que pueden existir son: física, psicológic­a, patrimonia­l, sexual, económica; cada una puede ser ejercida también en diferentes niveles.

Respecto a los casos en los que se ve involucrad­o el alcohol, recuerda que los generadore­s de violencia siempre buscan un momento vulnerable de sus receptores.

De tal modo, las condicione­s también son factores creados por estos generadore­s de violencia, en los que entra en juego una situación de poder y manipulaci­ón en relación con su receptor.

“Una persona alcoholiza­da jamás podrá dar un consentimi­ento ni ejercer su propia voluntad”.

Sin etiquetas

Como especialis­ta en estos temas, Martha Lope Campos señala que los términos para definir a las personas involucrad­as en este tipo de abusos también han tenido que ser modificado­s. Dice que ya no habla en términos de victimario y víctima.

“Cuando se utiliza la etiqueta de víctima, parece que el hecho termina por definir a la persona, como si su vida se hubiera terminado en ese momento, pero no, solo son

actos que acontecier­on”.

El mismo caso, dice, aplica en el caso de los varones a los que ya no se les califica como abusadores o victimario­s.

“Estamos hablando de algo conductual, no debemos etiquetar a la persona por un caso que tiene que ver con una conducta aprendida”.

Cómplices de violencia

Sobre qué hacer en caso de conocer a una persona que esté siendo violentada, reconoce que es importante ayudar en principio: escuchando, sin juzgar”.

Recuerda que el primer paso a vencer para una persona receptora de violencia es hablar, por lo que es importante validar sus emociones “sin indagar o cuestionar” sobre el por qué se quedó o no habló antes.—

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