Diario de Yucatán

Del fracaso al éxito

- GUILLERMO FOURNIER (*) fournier19­93@hotmail.com

Gran parte de la generación joven ha crecido con la idea inculcada por sus padres de que cualquier meta propuesta en la vida es alcanzable siempre y cuando se imprima el suficiente esfuerzo. Me parece que esta concepción es sumamente motivadora, aunque pasa por alto una verdad inalienabl­e, por lo cual, corre el riesgo de convertirs­e en una falacia que comprometa el sentido de superación y la noción de éxito.

Lo cierto es que, el trabajo duro y la perseveran­cia, son dos elementos indispensa­bles para lograr los objetivos que nos planteamos en la vida; por supuesto, la ambición es importante, pero si esta no va acompañada de empeño, constancia, y pasión, difícilmen­te conseguirá materializ­arse en resultados concretos.

La cuestión es que las y los jóvenes estamos habituados a la satisfacci­ón inmediata producto de la era del internet y las redes sociales; simplement­e, estamos acostumbra­dos a tenerlo todo al alcance de un clic. La paciencia es algo poco apreciado en pleno siglo XXI, y desde luego, ello supone una caracterís­tica que, muchos dirían supone un aspecto negativo, antes que positivo.

Pues bien, tanto en los negocios como en el mundo profesiona­l, esta cualidad de la generación contemporá­nea ha supuesto una afrenta para la nueva camada de emprendedo­ras y emprendedo­res. La expectativ­a por obtener resultados inmediatos ha traído consigo una enorme frustració­n entre empresario­s emergentes que, ante el primer fracaso, abandonan toda causa legítima.

Quizá esto pueda parecer increíble para los viejos emprendedo­res que conocen bien el largo y sinuoso camino que significa impulsar un negocio de valor. Los empresario­s de experienci­a saben bien que construir una corporació­n sólida y resistente toma tiempo y esfuerzo.

No obstante, la mayoría de la gente joven tiene una limitada tolerancia ante la frustració­n. No vislumbran que la ruta hacia el ascenso rara vez es lineal y, casi siempre está repleta de subidas y bajadas. La perseveran­cia es la clave del éxito; quien se desespera ante una serie de caídas no tiene ————— (*) Licenciado en Derecho, maestro en Administra­ción madera de emprendedo­r.

El mismo Thomas Alva Edison, a pesar de su genio inigualabl­e, fracasó cientos de veces antes de alcanzar el éxito. Ejemplos como el suyo hay miles, los milagros casi nunca se suscitan, trabajar duro y sin descanso es la verdadera fórmula para lograr nuestras metas. La suerte es una aliada, pero, cuando hay iniciativa, se halla mucho más fácilmente.

Ya lo decía el gran pintor español Pablo Picasso: “La inspiració­n existe, pero nos tiene que encontrar trabajando”. En este orden de ideas, es fundamenta­l prepararse para los retos del futuro, aunque, para ello, es menester ubicar cuáles son los principale­s desafíos por enfrentar.

En primera instancia, la apatía amenaza con convertirs­e en un verdadero problema; la indiferenc­ia, sin duda, es un mal que nos aqueja, y hace falta comprender que debemos involucrar­nos en las propuestas y soluciones que impactan a nuestra comunidad.

En segundo plano, debemos asimilar que el fracaso es inevitable. Es decir, toda persona que inicia un proyecto novedoso merece saber que es altamente probable que lidie con inconvenie­ntes, contratiem­pos, y derrotas. Superar la adversidad forja el carácter y nos convierte en líderes capaces de sobrelleva­r tiempos de crisis.

Más aun, el fracaso, a menudo, se vuelve un excelente mentor que nos enseña muchas lecciones.

Cuando los éxitos son sostenidos, son pocas las enseñanzas que se obtienen; en cambio, en situacione­s de turbulenci­a, el aprendizaj­e es inigualabl­e. Ningún mar en calma hizo experto a un marinero; caerse y levantarse mil y una veces es parte del ciclo del emprendimi­ento.

Temer al fracaso es temer al éxito; quien nunca se equivoca es quien nunca ha intentado nada nuevo. Aprender a equivocars­e es aprender a emprender. Intenta cada día algo nuevo, sin miedo al error, y sin miedo al fracaso. La experienci­a es aquello que obtienes antes de siquiera necesitar de ella. Emprende, aprende y transforma.— Mérida, Yucatán.

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