Diario de Yucatán

De la pila bautismal a la urna

- OLEGARIO M. MOGUEL BERNAL (*) olegario.moguel@ megamedia.com.mx @olegariomo­guel

Además de su afición por observar el comportami­ento social y el gusto de deambular por la ciudad, cada uno en su zona, Ángel Trinidad y don Polo Ricalde y Tejero tienen algo en común: conocen a una misma persona que, aunque el venerable lector no lo crea, lleva el rutilante, estrafalar­io y demoledor nombre de Olegario.

Para mayor asombro del respetable y como un argumento que pondría en entredicho al mismo santoral, resulta que el nombrajo en comento está incluido en las vidas de santos. Es decir, en el pasado algún personaje al que le fue endilgada esa etiqueta en el bautizo —al parecer un obispo de Barcelona—, se hizo santo. Y es pues que el santoral asignó el 6 de marzo, o sea hoy, como el día de san Olegario. ¡Válgame!

Tanto a Ángel Trinidad como a don Polo Ricalde y Tejero les costó realmente trabajo entender que alguien llevará el nombre de marras, pues hasta entonces no conocían a ninguna víctima de ello.

—Pero qué le voy a hacer —les decía su conocido común—. Así me nombraron en la pila bautismal, donde lo único que pude hacer fue emitir unos alaridos que nadie interpretó como mi férrea oposición a tan impositiva decisión.

“Míralo, está feliz de llevar el nombre de su papá”, sentenció la orgullosa madre. El padre, resignado, solo resopló. El primogénit­o se libró del nombrecito, pero este nuevo, futuro contribuye­nte, no evadió la insistenci­a materna por conservar el nombre del padre y el abuelo.

Ya ni para qué berrear. Al nuevo Olegario no le quedó más que apechugar. ¿Quién en semejante situación puede pararle los pies al cura ————— (*) Director de Medios Tradiciona­les de Grupo Megamedia para que dé marcha atrás y no convierta a uno el resto de su vida en el sujeto del nombre raro?

Por eso decidió que cuando pudiera elegir, lo sabría aprovechar. ¡Ah cómo no! Ni apechugar ni dejarse llevar por intereses ajenos, por más bienintenc­ionados que sean.

Pasados los años le llegó al personaje el día de emitir sufragio. Ahora la decisión estaba en sus manos. No permitiría que nadie lo coaccionar­a o convencier­a de cometer un acto contra su voluntad. Se informó, contrastó propuestas, evidenteme­nte se vio influencia­do por su formación lo mismo familiar que escolar y por el grupo de amigos; fue lector temprano de noticias y tenía un círculo en el que era mal visto no estar informado a los quince, diecisiete o dieciocho años... y finalmente decidió emitir su voto de acuerdo con su conciencia.

Esta historia era de sobra conocida por Ángel Trinidad y don Polo Ricalde y Tejero y justo de ella conversaba­n.

—¿Usted, don Polo, qué piensa de lo que hizo nuestro amigo cuando le correspond­ió votar?

—Me parece lo más natural y deseable. Imagina lo contrario: que la primera experienci­a electoral en tu vida sea coaccionad­a, presionada o de plano comprada. ¿Con que cultura democrátic­a crecerás?

—Creo que muchos tienen esa experienci­a inicial.

—Tristement­e. Ojalá todos pudieran emitir sufragio según el librito, impelidos por su historia personal, por su grupo o convencido­s por los argumentos de los candidatos. Pero muchos lo hacen siguiendo intereses inconfesab­les.

—O por hambre, don Polo. Por hambre.

Un pesado silencio cubrió la conversaci­ón que se celebraba en los bajos del Palacio Municipal, mientras ambos hacían fila para pagar su predial.

-Creo —aventuró Ángel Trinidad después de un rato— que servirá para la reflexión este tiempo de silencio previo a las campañas...

—¿Cuál silencio, mi querido amigo? No has visto en los medios concesiona­dos, o sea radio y televisión, un spot tras otro de los partidos?

—¡Vaya que los he visto! Lanzándose lodo unos a otros.

—El único silencio que hemos visto es aquel que el régimen en el poder le ha impuesto a los analistas incómodos.

—¿Se refiere usted al amedrentam­iento de que fue objeto Jorge Castañeda en el aeropuerto de la Ciudad de México?

—No. A ese lo quisieron amedrentar pero no pudieron y menos lo silenciaro­n. Me refiero a la mordaza que le acaban de aplicar a Ángel Verdugo, analista de Grupo Imagen. La presión al concesiona­rio creció hasta que el hilo se reventó por lo más delgado. Terminaron dándole las gracias a ese analista crítico de la 4T.

—Cualquier seguidor de esa corriente le diría que Peña Nieto le cerró el micrófono a Carmen Aristegui y a Ferriz de Con...

—¡Y tan reprobable es una cosa como otra! Criticar las acciones de unos no equivale a aplaudir las de los regímenes anteriores, por mucho que esa sea la idea que quieran sembrar en el pueblo poco analítico.

—Qué equivocado­s están —comentó Ángel Trinidad.

—Desee luego que están equivocado­s. El propio Verdugo era un crítico férreo de Peña Nieto, como lo ha sido de AMLO.

—Las cosas no son blancas o negras. Tienen matices.

—En efecto. Y eso es lo que deben evaluar los votantes este 6 de junio, sobre todo aquellos que sufragarán por vez primera. Que se pregunten: ¿Son tan malos unos como buenos los otros? ¿Qué país estamos construyen­do ahora que tenemos oportunida­d de votar? Es más: ¿votaré para construir o para destruir?

—Pues sí, pero más bien lo primero que deben hacer es convencers­e de la importanci­a de salir a votar, no solo tramitar el INE para tener una identifica­ción.

—Papel importante de los padres es adoctrinar a sus hijos sobre la importanci­a del voto. Es una práctica muy sana que la familia entera vaya a las urnas. Esas lecciones son para toda la vida.

—¿Dice usted que los padres deben adoctrinar a sus hijos cómo votar?

—¡Esos sapos nunca han salido de mi boca! Lo que dije es adoctrinar sobre la importanci­a del voto no sobre su sentido. Que cada quien vote como nos cuenta nuestro mutuo amigo: según su soberana conciencia.

—Ya me extrañaba que usted dijera eso, don Polo. “Siguiente”, dijo una voz. —Pase usted, don Polo. Cumpla con su pago del predial.

—Así lo haré, como cada año. Por obligación ciudadana. No solo por si quisiera vender mi casa, que no es el caso.

FIN.— Mérida, Yucatán.

Que se pregunten: ¿Son tan malos unos como buenos los otros? ¿Qué país estamos construyen­do ahora que tenemos oportunida­d de votar? Es más: ¿votaré para construir o para destruir?

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