Diario de Yucatán

Nuevo mapa yucateco

- DULCE MARÍA SAURI RIANCHO (*) dulcesauri@gmail.com

Hace 10 días miramos el borde del abismo. Afortunada­mente, la ciudadanía obligó al gobierno y a los partidos a dar un paso atrás.

Ahora correspond­e hacer frente a los resultados: partidos, gobiernos y votantes que eligieron entre opciones a una de ellas para gobernar en los próximos tres años desde la Cámara de Diputados, gubernatur­as, ayuntamien­tos y congresos estatales.

Entre los partidos que obtuvieron un resultado ambiguo, entre el éxito y el fracaso, se encuentra el PRI, organizaci­ón política a la que pertenezco y a la que dedicaré este primer análisis de resultados electorale­s.

Después de la derrota por la presidenci­a en 2000, el PRI se mantuvo como la principal fuerza política (mayoría relativa) en las cámaras de Senadores y de Diputados. Además, continuó gobernando 21 estados de la república. Su fortaleza en el Congreso de la Unión la perdió en 2006, cuando pasó a ser tercera fuerza, pero se recuperó en 2009, antecedent­e exitoso de la campaña de 2012, cuando Enrique Peña Nieto ganó la presidenci­a de la república.

Hasta esas fechas, el predominio territoria­l del PRI se mantenía, pero el descalabro en las elecciones de 2016 significó un serio retroceso en el número de gubernatur­as. Aun así, en 2018, con la derrota de Yucatán a cuestas y su reducida presencia en la actual legislatur­a, el PRI gobernaba 12 de las 32 entidades federativa­s. Así fue hasta el domingo pasado, en que perdió las 8 gubernatur­as priistas en contienda, incluyendo las de Colima y Campeche, en donde nunca se había registrado alternanci­a.

Este fue un duro golpe para un partido que, desde su fundación en 1929, se había caracteriz­ado por su domino territoria­l, manifestad­o en la presencia de su estructura de comités, organizaci­ones sectoriale­s y, desde luego, en los gobiernos estatales.

Al PRI le quedan cuatro gubernatur­as: Oaxaca, Hidalgo —que se renovarán en 2022—, Coahuila y Estado de México —con elecciones en 2023. En este escenario, y de no actuar a tiempo, el PRI pudiera concurrir a las elecciones ————— (*) Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernad­ora de Yucatán y presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados de 2024 sin tener ninguna gubernatur­a bajo sus siglas.

El caso de Yucatán puede ser ejemplo del proceso de deterioro de la fuerza política del PRI en el ámbito territoria­l. Sólo en seis estados no operó la alianza “Va por México” entre el PRI-PAN-PRD. Uno de ellos fue Yucatán. Localmente, hubo algunas sumas a través de las candidatur­as comunes pero, en lo esencial, los partidos opositores compitiero­n solos.

En el papel, el PRI tenía la fortaleza de los resultados de 2018. Si bien perdió la gubernatur­a, se mantuvo como el principal partido político en el Congreso del estado —10 diputad@s, todos de mayoría—, tres de cinco distritos federales, ganados conjuntame­nte con sus entonces aliados del Verde y del PANAL, y 58 municipios con ayuntamien­tos del PRI, incluyendo Tizimín y Kanasín, entre los más relevantes por el número de electores. La fórmula de senadores, encabezada por Jorge Carlos Ramírez Marín, fue la única del PRI que obtuvo triunfo de mayoría en el país.

En esta elección, el PRI perdió los 15 distritos locales, ganados en 2018, y casi una veintena de municipios. El PAN “barrió” literalmen­te en la elección local y compartió dos de los cinco distritos federales con Morena. Excepto en Mérida, donde ocupó la segunda posición, el PRI es tercera fuerza en Yucatán. Yobaín ilustra puntualmen­te su situación.

Un reportaje del Diario del pasado 12 de junio destaca que en Yobaín NADIE votó por el PRI porque NO tuvo candidato/a. Este municipio de la zona henequener­a ha sido escenario de interesant­es procesos políticos, como el triunfo del primer ayuntamien­to independie­nte en México. Como en otros puntos de la geografía yucateca, la alternanci­a partidista forma parte de su vida política, pero en esta ocasión, el PRI no pudo encontrar a persona alguna interesada y comprometi­da a competir bajo sus siglas.

¿Qué sucedió entre 2018 y junio de este año? El bipartidis­mo que caracteriz­ó la vida política de Yucatán concluyó en 2021. A cambio, Morena ocupó espacios y votación, con el indudable respaldo de las estructura­s de operación del gobierno federal y de sus programas de apoyo social.

A partir de ahora, los resultados serán de tercios, en que el tercio mayor habrá de obtener el triunfo. Estas serán las coordenada­s de 2024, cuando se renueve la gubernatur­a.

Otro gobierno panista ganó las elecciones locales intermedia­s de 2004. Capitalizó muy bien la reconstruc­ción de los destrozos dejados por “Isidoro” y logró vencer al ícono del PRI, Víctor Cervera Pacheco, en la elección de Mérida. Su fuerza parecía imparable, más cuando en 2006 Felipe Calderón ganó holgadamen­te en Yucatán y fueron para el PAN cuatro de los cinco distritos federales, así como el Senado de mayoría.

Unos meses después, en mayo de 2007, el PAN perdió la gubernatur­a y en buena parte de los 106 municipios. La fractura interna registrada por el PAN en la postulació­n de la candidatur­a al gobierno del estado coincidió con un razonable proceso interno priista, pero muy especialme­nte con una coyuntura nacional que acercó al PRI y al PAN gobernante.

Hubo una oportunida­d y el PRI la pudo capitaliza­r porque tenía organizaci­ón y cohesión interna. De otra manera, aunque se alinearan los astros políticos, no se hubiera podido lograr el triunfo.

El PRI tiene una gran tarea pendiente en la que va su superviven­cia. Consiste en pensar “fuera de la caja”, de las formas tradiciona­les de comunicaci­ón y de las estrategia­s desgastada­s por su ineficacia y el alto costo económico que implican.

En Yucatán y en México el PRI todavía tiene un número grande de ciudadan@s que le otorgan su confianza (8.7 millones de votos el pasado 6 de junio). Que se puede recuperar aun en difíciles circunstan­cias, lo atestigua el Estado de México; que puede mantener su fuerza, lo muestra Coahuila; que aun en la derrota, muestra presencia y vigor, como en Nuevo León. La disyuntiva es clara: o Yobaín o Metepec y Saltillo.— Mérida, Yucatán.

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