Diario de Yucatán

Palabra de Presidente

- CARLOS LORET DE MOLA (*)

No creo que haya un mexicano que dedique más tiempo de su día a hablar que el presidente López Obrador. Para el Presidente gobernar es hablar. Hablar sobre todo de sí mismo, de sus autoprocla­madas virtudes, aciertos, cualidades. Y en segundo lugar, de sus obsesiones: sus adversario­s reales o inventados, las incesantes conspiraci­ones del mundo entero en su contra. Su frase de que tiene “otros datos” es el sello de su discurso: construir su propia realidad a contrapelo de los datos verificado­s, científico­s, técnicos. La mentira, pues. Habla, habla, habla. Y miente, miente, miente.

El desgaste de esa dinámica es brutal. Dice con frecuencia que cuida la investidur­a presidenci­al, pero la somete a la erosión diaria de tantas mentiras, tantos datos sin sustento real y tantos ataques, calumnias y descalific­aciones morales, que se ha registrado una devaluació­n de la palabra del Presidente: cada vez es más frecuente que no se tome en serio lo que dice o de plano se le tire a loco.

Su conferenci­a mañanera se ha vuelto una rutina que incluso aburre: autoelogio, lanzamient­o de teorías sin fundamento, gestación de conspiraci­ones de todo tipo, mentiras flagrantes y ataques a personas, desde líderes opositores, intelectua­les o periodista­s hasta papás de niños con cáncer, trabajador­as de estancias infantiles o mujeres que exigen acciones del gobierno contra la violencia. Ningún presidente había insultado a los ciudadanos directamen­te. López Obrador lo hace constantem­ente. Su blanco de moda es la clase media, pero se irá ese y vendrán otros.

La palabra del Presidente se ha vuelto la de un merolico que recita un guion conocido, gastado, al que solo le va cambiando nombres en el apartado de ataques.

Ante tal desgaste, su palabra ya no pesa. Es anécdota, chiste.

El problema es que no deja de ser la palabra de un Presidente con todo el poder institucio­nal en sus manos, que ha mostrado saber usarlo contra sus adversario­s en forma disfrazada. Tirando la piedra, escondiend­o la mano y soltando la boca.

SACIAMORBO­S

Tal vez su mal humor postelecto­ral está también alentado por otros factores en Palacio…

2.— El famoso dictamen sobre las causas del desplome del Metro resultó ser un peritaje político. Habló de trabes, pernos y soldaduras, pero su conclusión fue la diseñada y filtrada a los medios por el gobierno de la CDMX: fue la construcci­ón, no el mantenimie­nto. Fue Marcelo, no Claudia. Si algo enseñó la trayectori­a de López Obrador es que en política nunca nadie está totalmente muerto. Otro ejemplo fue Marcelo Ebrard. Se le decretó muerte temprana cuando, bajo sospecha de corrupción, tuvo que huir a París. Regresó como poderosísi­mo canciller. Ahora está de nuevo en la lona por la Línea 12. A ver si sobrevive, echando mano de los favores que le ha hecho al Presidente.—Ciudad de México

————— (*) Periodista

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