Bautista envía señal a Maryam
Luqa, el joven Ezda y el Bautista, cabalgaban tranquilos hacia Mishnaqa (Maqueronte), custodiados de cerca por el escuadrón pretoriano.
Miren las orejas de Babieca, dijo el Bautista, rompiendo el silencio que envolvía el ambiente. Están hacia afuera y hacia adelante, lo cual significa que está tranquilo, comentó sonriendo.
No se turbe su corazón queridos amigos —dijo el bautista al joven Ezda y a Luqa— nuestra vida está en manos de Yahveh Tsebaoth.
No es la fuerza ni los ejércitos lo que nos dan la victoria.
Es su brazo fuerte y su mano extendida los que nos protege y salva.
Por cierto, dijo como para suavizar el ambiente, mandé mensaje a Yohannan Markus de vernos en Ain Karim, pues solicitó platicar conmigo acerca de las muchas historias que desde antiguo se narran de la infancia de Yeshuá de Natzrat, dile de favor amigo Luqa, que el Altísimo me lleva a Mishnaqa.
Recuerda mi querido yatró, dice el profeta a Luqa, que Maryam vive en Natzrat; ella te contará de primera mano todo lo acontecido tanto del nacimiento de Yeshuá, como del largo periodo desde su infancia hasta nuestros días.
Ve a verla y entrégale esto y —alargando su brazo— le entregó un pequeño trozo de tela roída por el tiempo.
Es un pedazo de la túnica de Yosef —explicó el Bautista— con la que arroparon a Yeshuá la misma noche de su nacimiento.
Cuando la reciba, Maryam sabrá que yo te envío.
No se turbe su corazón —dijo el bautista al joven Ezda y a Luqa— nuestra vida está en manos de Yahveh