Tiempo de toreros grandes
Colombo se va y deja en Mérida a Andrés Roca Rey
Amigos aficionados…
Hay que ir a todas corridas de toros, como decían nuestros ancestros y repiten muchos de los de ahora. Porque si faltamos a una como la del sábado pasado en la Plaza Mérida, en la que se vio algo así como el nacimiento de una futura figura, nos la vamos a lamentar.
Y eso cae más fuerte con lo que viene: se anuncia a Roca Rey para torear en el coso de Reforma en un sábado, dentro de tres semanas.
O sea, hay que ir a ver al peruano, el “emperador andino”, como le llamó el abogado Rafael Ramos, al torero que está calando hondo entre las grandes figuras, se arrima como muy pocos y cobra muchísimo, como muy pocos también hacen.
¡Qué cosas! Resulta que este Roca Rey fue parte de un grupo de niños toreros en que estuvieron también Jesús Enrique Colombo, que fue el del triunfo grande en la Mérida el sábado anterior, y los hermanos Michelito y André Lagravere, que estuvo en el cartel pasado en Reforma. Un cuarteto de promesas del toreo que, como en todo, tuvo crecimiento diferente, de acuerdo con las posibilidades de cada uno. Jugaron tenis, se divirtieron siendo unos cábulas y ahora van por su rumbo, según les toque en la feria llamada vida.
Y bueno, tocó ver a Colombo poner como un maestro las banderillas en los toros que compartió con sus alternantes y los que le tocaron en su lote. Sin recovecos, ni alardes: pares de poder a poder, como acostumbraban los maestros de los rehiletes. Sigo insistiendo que nadie como Paquirri para ponerlos en esa situación, guardando el respeto a lo que “El Zapata”, un artista, hace con facilidad en diversas suertes, y un violín, elegante y soberbio, que clavó André aquella tarde.
Se viene una parte fuerte del calendario al entrar a abril. Claro, para los aficionados de casa, ver a Roca Rey debe ser un motivo grande para volver a retratarse en las taquillas del coso meridano. Tiene, a pesar de su corta edad, una larguísima hoja de vida, escrita con letras de oro y también, surcida con las cicatrices de sus gravísimos percances, tributo que pagan unos cuantos que deciden ir más allá de la línea en que están los que pisan cómodo y cobran lo “equitativo”.
En México, lo apuntamos antes, llamará la atención la Feria de San Marcos de Aguascalientes, en que estarán todas las grandes figuras: Roca Rey, “El Juli”, Morante, Paco Ureña y se anuncia un mano a mano que no quisiera perderme entre Alejandro Talavante y Joselito Adame (digno de la Mérida, a futuro). Luego, Sevilla con los mejores exponentes y la avalancha se cargará a Madrid con un mes de toros, que podremos seguir por aplicaciones, nada caras y fáciles de manejar (eso dicen). A Las Ventas llegará Colombo esperemos que sea como me prometió desde su primera llamada telefónica: “Voy a ir a dejar la vida para que vean quien soy”.
Y sí, ya vimos parte de su argumento y su teoría. Falta que siga en esa línea.
Comenzamos a cerrar este espacio con una mención al juez de plaza de la Mérida, el doctor Ulises Zapata León. Habré hecho corajes el sábado cuando sentí que no premió lo que creíamos era justo. Pero bien por aguantar el embate. El público pide, cierto, pero para que se corten orejas con la espada, tienen que ir donde se debe. Y el usía, como a veces hacen los toreros, se fue los terrenos comprometidos. Y se mantuvo allá, a pesar de que la embestida era de fiera.
Va también un abrazo a don Juanito Castillo González. Qué grato verle con doña Carmita Pereyra en la misa en memoria de su hijo José Luis en Maxcanú (prometo volver para tomar café o te en su vajilla de lujo). Y al licenciado Héctor Navarrete Muñoz, ausente en su barrera de primera fila por el repentino deceso de su madre, la apreciada maestra Edna Delta Muñoz. Seguramente ella, con su reconocida cultura, habrá tenido que ver para inculcarle o respetarle su afición a los toros.