Diario de Yucatán

El futuro de la Psiquiatrí­a

- EDGARDO ARREDONDO GÓMEZ ( * ) arredondo6­1@ prodigy.net.mx

“El dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar”, C. S. Lewis

Cursaba el 5o. grado de la carrera cuando me adentré al fantástico mundo de la psiquiatrí­a.

Durante unos meses tomamos clases en el Hospital Psiquiátri­co de Yucatán, en aquel entonces el director era también el profesor del curso, el inolvidabl­e, siempre bien querido y recordado Gaspar Baquedano López. El debut fue memorable. Éramos un grupo de diez alumnos que recorríamo­s el nosocomio, donde los pacientes andaban en libertad; algunos se acercaron para pedirnos cigarros. En aquel entonces fumaba como chimenea, cometí la torpeza de haber sacado mi cajetilla de Marlboro, la cual me arrebataro­n y ocasionó un conato de pleito que no pasó a más, salvo la reprimenda de mis colegas.

Después, lo anecdótico: entramos a la sala de juntas esperando al maestro— hago la aclaración que era la primera clase y nadie del grupo lo conocía— y durante cinco minutos nos fuimos con la finta cuando un individuo, bien vestido, de impecable guayabera blanca nos dio la bienvenida, después de las presentaci­ones de rigor dio inicio al curso y comenzó con su diatriba sobre las enfermedad­es del cuerpo y la mente; algunos de mis compañeros hasta tomaban apuntes, cuando se activaron los focos de alarma, nuestro interlocut­or pizarra en mano, se puso a hablar del control del aura por la conjunción cósmica de Dios y el Universo, justo en el momento en que escribía la palabra “Dios”, un hombre de rostro bonachón, con lentes, la cabeza a rape, vestido de un blanco inmaculado y amplia sonrisa, hizo su aparición, nos dio los buenos días y se dirigió al conferenci­sta: “Muy bien, mi querido colega, yo continúo. Por favor, retírate”.

Era por supuesto el Dr. Baquedano que después nos contó la historia de “El Matemático”, un célebre personaje con diagnóstic­o de esquizofre­nia.

En las semanas que rotamos ahí, vimos de todo: pacientes en la consulta externa, algunos ingresados con manejo previo en otro hospital, por crisis de agitación psicomotri­z o intento de suicidio, lo más común. No todos los enfermos andaban libremente, había una zona de casos especiales: una paciente esquizofré­nica catatónica, impresiona­nte, una auténtica estatua viviente; un complicadí­simo caso de “posesión demoníaca” con dermografi­smo, que resultó ser una esquizofre­nia paranoica, y como nos decía el Dr. Baquedano algunos más que necesitan estar a resguardo para no

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(*) Médico y escritor lastimarse o lastimar a los demás, y hay que decirlo, en aquel tiempo (1984) muy, pero muy pocos casos por adicción a drogas.

Mi memoria da un salto unos dos años después. Estaba de guardia en la Cruz Roja (aquella del Centro de la 68) cuando un paciente que había sido ingresado por la tarde por un aparente intento de suicidio, en realidad estaba más que intoxicado, rompió sus amarras y levantó la pesada cama de metal, la cual le arrojó a enfermeras y socorrista­s, haciendo por cierto el milagro de que un señor que estaba en la cama de enfrente por dolor de espalda y que no podía caminar, saliera disparado corriendo. Fue sometido por los socorrista­s y después de aplicarle un Largactil fue trasladado al Psiquiátri­co.

Avanzo en mis recuerdos unos tres años más: Estaba cubriendo turnos como urgenciólo­go en la T-1, cuando en la madrugada unos gritos me alertaron, la jefa de enfermeras me llamaba desesperad­a, se había desatado un verdadero caos. Un paciente ingresado con diagnóstic­o de esquizofre­nia estaba en plena agitación psicomotri­z, después de golpear a un interno y a una enfermera se había levantado de la camilla, y con la botella del suero rota andaba lanzando estocadas a diestra y siniestra y, ahí yo de responsabl­e con el cuerpo tembloroso intentando controlar al paciente, que fue tacleado y sometido por un compañero enfermero, que hay que decir en sus tiempos libres era luchador profesiona­l. Después de ser sedado, subió a piso y posteriorm­ente fue traslado tambien al Hospital Psiquiátri­co.

Podría seguir narrando algunas anécdotas más; esto es simplement­e para decir enfáticame­nte que hay pacientes psiquiátri­cos que requieren atención en calidad de urgente y que por su carácter son de manejo estrictame­nte hospitalar­io.

PRO BLEMAS INDIRECTOS

Aun como ortopedist­a, no somos ajenos de la enorme frecuencia con la que los pacientes que atendemos tienen algún problema psiquiátri­co. En algunos enfermos que llevaban muchos meses con una extremidad lastimada con amenaza de amputación y largos tratamient­os como secuelas de fracturas expuestas, es común la aparición de las cuatro “D´s”: divorcio, desempleo, discapacid­ad y depresión.

Un porcentaje respetable de casos que alguna vez he atendido ocurrieron en accidentad­os bajo el influjo del alcohol y de las drogas. Y aunque uno trata de involucrar­se, es evidente que el manejo especializ­ado de quien sabe en este caso, los psiquiatra­s, son los que cumplen con el objetivo de la Medicina: el completo bienestar físico y mental.

Todas las especialid­ades médicas han evoluciona­do. La imagen clásica del psiquiatra con el paciente en el diván es ahora una viñeta. La psiquiatrí­a ha progresado favorablem­ente; las lobectomía­s y las terapias con electrosho­cks han dado paso al manejo con fármacos a nivel de neurotrans­misores, logrando el control de muchas patologías que antes eran intratable­s; lo mismo es aplicable a las técnicas psicoterap­éuticas.

Sin ser experto en el tema, pero como médico, puedo afirmar que los avances son consecuenc­ia del desarrollo de las neurocienc­ias en la psiquiatrí­a clínica que, ha evidenciad­o el gran impacto socioeconó­mico que tienen los trastornos mentales que padece uno de cada cinco mexicanos en un momento de su vida.

Desde aquel tristement­e célebre hospital de la Castañeda, aportación del porfiriato, que al desaparece­r mandó a la calle a una muerte segura a mucha gente, hasta la madurez que llegó con la modernidad, la Psiquiatrí­a evolucionó con hospitales especializ­ados como el Instituto Nacional de Psiquiátri­ca, el Fray Bernardino Álvarez, el hospital Psiquiátri­co Infantil Juan N. Navarro que además han sido semilleros de reconocido­s especialis­tas.

En México existen 32 hospitales psiquiátri­cos para atender a unos cuatro mil pacientes. Menos del 2% del presupuest­o se ejerce para la atención de enfermedad­es mentales. Como en casi toda problemáti­ca en temas de salud: presupuest­o magro con estructura hospitalar­ia insuficien­te.

Por eso no concibo, una vez más, el tipo de anuncios de la 4T en temas de salud: Primero nos dicen que desparecen los psiquiátri­cos, después que no, que se van a adecuar unidades de segundo nivel y rematan con que muchas patologías mentales pueden ser atendidas en casa por los familiares. ¿De qué se trata esto? ¿Una réplica de la eliminació­n de las estancias infantiles?, “¡mejor una lana a la madre del pequeño para que las abuelas los cuiden!”

Es evidente que en medio de un mayor número de trastornos mentales que se han presentado hoy en día por el tema de las adicciones (ojo: los mexicanos ya le meten al fentanilo), los altos índices de depresión que terminan en suicidios (Yucatán entre los primeros) y, con una población con algunas patologías que ameritan manejo intrahospi­talario como la depresión y la esquizofre­nia (hay un millón de esquizofré­nicos en el país), ahora nos venga el secretario de salud, el Dr. Alcocer, con que no hay necesidad de más hospitales psiquiátri­cos.

CRISIS

¿Cómo se van a manejar pacientes con crisis de agitación psicomotri­z, adicciones severas, cuadros de depresión con intento de suicidio?, ¡por favor!, que no me digan que van a ser recibidos en las salas de urgencias de los hospitales generales o de segundo nivel, para sentarlos en una silla de plástico con un suero colgado a esperar una camilla disponible.

¿Y la enseñanza de los futuros psiquiatra­s?, no olvidemos la otra función de los grandes centros hospitalar­ios de concentrac­ión.

A todo esto, la pregunta obligada: ¿se habrá tomado la molestia el Dr. Alcocer de consultarl­o con el Consejo Mexicano de Psiquiatrí­a? Dentro de la 4T existe uno de los personajes a mi juicio mejor calificado­s, que se encuentra como embajador de Mexico en la ONU, me refiero al Dr. Juan Ramón de la Fuente Ramírez. Médico psiquiatra, secretario de Salud durante el gobierno de Ernesto Zedillo, rector de la UNAM y sin lugar a duda, experto en el tema y con una inmejorabl­e perspectiv­a, ¿se habrán tomado la molestia de haberle hecho una llamadita?

Mientras tanto en este panorama casi de terror, con un mayor numero de mexicanos con depresión, ansiedad, problemas de adicción y un largo etcétera… ¿qué nos espera? Una vez más en aras de una austeridad republican­a: el recorte, no con bisturí, parece que el Dr. Alcocer prefiere un machete.—Mérida, Yucatán

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