El futuro de la Psiquiatría
“El dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar”, C. S. Lewis
Cursaba el 5o. grado de la carrera cuando me adentré al fantástico mundo de la psiquiatría.
Durante unos meses tomamos clases en el Hospital Psiquiátrico de Yucatán, en aquel entonces el director era también el profesor del curso, el inolvidable, siempre bien querido y recordado Gaspar Baquedano López. El debut fue memorable. Éramos un grupo de diez alumnos que recorríamos el nosocomio, donde los pacientes andaban en libertad; algunos se acercaron para pedirnos cigarros. En aquel entonces fumaba como chimenea, cometí la torpeza de haber sacado mi cajetilla de Marlboro, la cual me arrebataron y ocasionó un conato de pleito que no pasó a más, salvo la reprimenda de mis colegas.
Después, lo anecdótico: entramos a la sala de juntas esperando al maestro— hago la aclaración que era la primera clase y nadie del grupo lo conocía— y durante cinco minutos nos fuimos con la finta cuando un individuo, bien vestido, de impecable guayabera blanca nos dio la bienvenida, después de las presentaciones de rigor dio inicio al curso y comenzó con su diatriba sobre las enfermedades del cuerpo y la mente; algunos de mis compañeros hasta tomaban apuntes, cuando se activaron los focos de alarma, nuestro interlocutor pizarra en mano, se puso a hablar del control del aura por la conjunción cósmica de Dios y el Universo, justo en el momento en que escribía la palabra “Dios”, un hombre de rostro bonachón, con lentes, la cabeza a rape, vestido de un blanco inmaculado y amplia sonrisa, hizo su aparición, nos dio los buenos días y se dirigió al conferencista: “Muy bien, mi querido colega, yo continúo. Por favor, retírate”.
Era por supuesto el Dr. Baquedano que después nos contó la historia de “El Matemático”, un célebre personaje con diagnóstico de esquizofrenia.
En las semanas que rotamos ahí, vimos de todo: pacientes en la consulta externa, algunos ingresados con manejo previo en otro hospital, por crisis de agitación psicomotriz o intento de suicidio, lo más común. No todos los enfermos andaban libremente, había una zona de casos especiales: una paciente esquizofrénica catatónica, impresionante, una auténtica estatua viviente; un complicadísimo caso de “posesión demoníaca” con dermografismo, que resultó ser una esquizofrenia paranoica, y como nos decía el Dr. Baquedano algunos más que necesitan estar a resguardo para no
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(*) Médico y escritor lastimarse o lastimar a los demás, y hay que decirlo, en aquel tiempo (1984) muy, pero muy pocos casos por adicción a drogas.
Mi memoria da un salto unos dos años después. Estaba de guardia en la Cruz Roja (aquella del Centro de la 68) cuando un paciente que había sido ingresado por la tarde por un aparente intento de suicidio, en realidad estaba más que intoxicado, rompió sus amarras y levantó la pesada cama de metal, la cual le arrojó a enfermeras y socorristas, haciendo por cierto el milagro de que un señor que estaba en la cama de enfrente por dolor de espalda y que no podía caminar, saliera disparado corriendo. Fue sometido por los socorristas y después de aplicarle un Largactil fue trasladado al Psiquiátrico.
Avanzo en mis recuerdos unos tres años más: Estaba cubriendo turnos como urgenciólogo en la T-1, cuando en la madrugada unos gritos me alertaron, la jefa de enfermeras me llamaba desesperada, se había desatado un verdadero caos. Un paciente ingresado con diagnóstico de esquizofrenia estaba en plena agitación psicomotriz, después de golpear a un interno y a una enfermera se había levantado de la camilla, y con la botella del suero rota andaba lanzando estocadas a diestra y siniestra y, ahí yo de responsable con el cuerpo tembloroso intentando controlar al paciente, que fue tacleado y sometido por un compañero enfermero, que hay que decir en sus tiempos libres era luchador profesional. Después de ser sedado, subió a piso y posteriormente fue traslado tambien al Hospital Psiquiátrico.
Podría seguir narrando algunas anécdotas más; esto es simplemente para decir enfáticamente que hay pacientes psiquiátricos que requieren atención en calidad de urgente y que por su carácter son de manejo estrictamente hospitalario.
PRO BLEMAS INDIRECTOS
Aun como ortopedista, no somos ajenos de la enorme frecuencia con la que los pacientes que atendemos tienen algún problema psiquiátrico. En algunos enfermos que llevaban muchos meses con una extremidad lastimada con amenaza de amputación y largos tratamientos como secuelas de fracturas expuestas, es común la aparición de las cuatro “D´s”: divorcio, desempleo, discapacidad y depresión.
Un porcentaje respetable de casos que alguna vez he atendido ocurrieron en accidentados bajo el influjo del alcohol y de las drogas. Y aunque uno trata de involucrarse, es evidente que el manejo especializado de quien sabe en este caso, los psiquiatras, son los que cumplen con el objetivo de la Medicina: el completo bienestar físico y mental.
Todas las especialidades médicas han evolucionado. La imagen clásica del psiquiatra con el paciente en el diván es ahora una viñeta. La psiquiatría ha progresado favorablemente; las lobectomías y las terapias con electroshocks han dado paso al manejo con fármacos a nivel de neurotransmisores, logrando el control de muchas patologías que antes eran intratables; lo mismo es aplicable a las técnicas psicoterapéuticas.
Sin ser experto en el tema, pero como médico, puedo afirmar que los avances son consecuencia del desarrollo de las neurociencias en la psiquiatría clínica que, ha evidenciado el gran impacto socioeconómico que tienen los trastornos mentales que padece uno de cada cinco mexicanos en un momento de su vida.
Desde aquel tristemente célebre hospital de la Castañeda, aportación del porfiriato, que al desaparecer mandó a la calle a una muerte segura a mucha gente, hasta la madurez que llegó con la modernidad, la Psiquiatría evolucionó con hospitales especializados como el Instituto Nacional de Psiquiátrica, el Fray Bernardino Álvarez, el hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro que además han sido semilleros de reconocidos especialistas.
En México existen 32 hospitales psiquiátricos para atender a unos cuatro mil pacientes. Menos del 2% del presupuesto se ejerce para la atención de enfermedades mentales. Como en casi toda problemática en temas de salud: presupuesto magro con estructura hospitalaria insuficiente.
Por eso no concibo, una vez más, el tipo de anuncios de la 4T en temas de salud: Primero nos dicen que desparecen los psiquiátricos, después que no, que se van a adecuar unidades de segundo nivel y rematan con que muchas patologías mentales pueden ser atendidas en casa por los familiares. ¿De qué se trata esto? ¿Una réplica de la eliminación de las estancias infantiles?, “¡mejor una lana a la madre del pequeño para que las abuelas los cuiden!”
Es evidente que en medio de un mayor número de trastornos mentales que se han presentado hoy en día por el tema de las adicciones (ojo: los mexicanos ya le meten al fentanilo), los altos índices de depresión que terminan en suicidios (Yucatán entre los primeros) y, con una población con algunas patologías que ameritan manejo intrahospitalario como la depresión y la esquizofrenia (hay un millón de esquizofrénicos en el país), ahora nos venga el secretario de salud, el Dr. Alcocer, con que no hay necesidad de más hospitales psiquiátricos.
CRISIS
¿Cómo se van a manejar pacientes con crisis de agitación psicomotriz, adicciones severas, cuadros de depresión con intento de suicidio?, ¡por favor!, que no me digan que van a ser recibidos en las salas de urgencias de los hospitales generales o de segundo nivel, para sentarlos en una silla de plástico con un suero colgado a esperar una camilla disponible.
¿Y la enseñanza de los futuros psiquiatras?, no olvidemos la otra función de los grandes centros hospitalarios de concentración.
A todo esto, la pregunta obligada: ¿se habrá tomado la molestia el Dr. Alcocer de consultarlo con el Consejo Mexicano de Psiquiatría? Dentro de la 4T existe uno de los personajes a mi juicio mejor calificados, que se encuentra como embajador de Mexico en la ONU, me refiero al Dr. Juan Ramón de la Fuente Ramírez. Médico psiquiatra, secretario de Salud durante el gobierno de Ernesto Zedillo, rector de la UNAM y sin lugar a duda, experto en el tema y con una inmejorable perspectiva, ¿se habrán tomado la molestia de haberle hecho una llamadita?
Mientras tanto en este panorama casi de terror, con un mayor numero de mexicanos con depresión, ansiedad, problemas de adicción y un largo etcétera… ¿qué nos espera? Una vez más en aras de una austeridad republicana: el recorte, no con bisturí, parece que el Dr. Alcocer prefiere un machete.—Mérida, Yucatán