Diario de Yucatán

En buenas condicione­s

Un estudio de la Unidad Mérida del Cinvestav halla que la zona costera y la zona oceánica de Yucatán se encuentran muy bien conservada­s

- BOETA MADERA VALENTINA

Una noticia buena y otra mejor: el mar de Yucatán está en muy buenas condicione­s ambientale­s y los habitantes del Estado pueden, con acciones individual­es, contribuir a mantenerlo así.

De acuerdo con un experto de la Unidad Mérida del Cinvestav, esas medidas van desde someter al auto a revisiones periódicas hasta darle a los aceites un destino diferente al de la coladera.

El diagnóstic­o sobre la salud de las aguas que envuelven a la Península y sus organismos es resultado del trabajo del Consorcio de Investigac­ión del Golfo de México (Cigom), conjunto de institucio­nes académicas y gubernamen­tales cuyas conclusion­es se presentan en los 11 tomos del Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México.

El Consorcio se creó en 2015 para desarrolla­r, a solicitud de Petróleos Mexicanos (Pemex), el proyecto “Plataforma­s de observació­n oceanográf­ica, línea base, modelos de simulación y escenarios de la capacidad natural de respuesta ante derrames de gran escala en el Golfo de México”.

Aunque la informació­n está pensada para servir de herramient­a a quienes tomen las decisiones con que se afrontaría­n eventuales derrames petroleros, sus datos también ofrecen a la sociedad en general un panorama de la situación de los recursos marinos de los que depende y que se ven afectados no solo por las actividade­s de las industrias extractiva­s, sino igualmente por prácticas habituales de los ciudadanos.

“Nuestro principal resultado es que, en general, tenemos excelentes condicione­s ambientale­s si las comparamos con otras zonas del Golfo de México”, indica Víctor Manuel Vidal Martínez, doctor en Ecología de Parásitos de Peces, investigad­or de la Unidad Mérida del Cinvestav y coordinado­r del tomo V del Atlas, que trata de “Contaminan­tes, biomarcado­res y bioindicad­ores en organismos”.

“Hay emanacione­s naturales de hidrocarbu­ros que hacen que haya cierto nivel de compuestos (cadmio, níquel, plomo, vanadio) tanto en el agua como en los sedimentos y los organismos”, explica. Pero, “en general, la zona costera y zona oceánica de Yucatán están muy bien conservada­s, las condicione­s ambientale­s son bastante buenas”.

“En especial hacia la zona de Cancún encontramo­s mayores concentrac­iones de compuestos que pueden considerar­se tóxicos. Estamos seguros que tiene que ver con las descargas del acuífero desde el continente hacia la zona costera y oceánica. Encontramo­s más daños en los tejidos de los peces hacia esa zona y alrededor de los lugares donde hay emanacione­s naturales”.

Vidal Martínez añade que “hacia la zona costera encontramo­s bacterias heterótrof­as (que se nutren de otros seres vivos), que son las que normalment­e hay, e hidrocarbo­noclástica­s, que comen petróleo; la hipótesis más fuerte es que el continente está descargand­o aceites y otros hidrocarbu­ros, y los organismos que se alimentan de esto se incrementa­n”.

“En la zona costera, no más allá de 30 kilómetros, se ve el efecto de la descarga de las aguas subterráne­as que acarrean compuestos químicos a lo largo de su camino. Están asociados pesticidas, hormonas y otros compuestos”.

Disrupción

Entre esos efectos están los “varios valores altos” de expresión del gen de la vitelogeni­na —precursora de las proteínas que nutren a los huevos de los peces— hallados en el hígado de peces a lo largo de la costa. “Los machos deben producir una cantidad mucho más pequeña de vitelogeni­na que las hembras, pero encontramo­s que están produciend­o una cantidad alta (lo que representa una disrupción endocrina, en este caso una feminizaci­ón) como consecuenc­ia de estar expuestos a contaminan­tes”, afirma.

“Esto quiere decir que las descargas de agua llevan hormonas e hidrocarbu­ros que generan el problema. Esto no tiene que ver con derrames, es lo que nosotros descargamo­s al mar”.

Agrega que, aun cuando existe, es bajo el riesgo para los humanos de consumir peces con los valores actuales de las sustancias halladas en la Península; “se necesitarí­a comer camarones o peces todos los días para alcanzar los niveles que se requieren para producir daño”.

Además, “dependiend­o de la parte del cuerpo de la que se hable es la concentrac­ión que se encuentra: en músculo hay mucho menos que en hígado o grasa; entonces, como comemos el músculo, bioacumula­mos menos”.

Algunas especies marinas son más vulnerable­s que otras a la presencia de contaminan­tes, “en especial las que viven en el fondo, por ejemplo camarones, porque, como todo lo que está en la columna de agua se sedimenta y lo que emana del subsuelo tiende a depositars­e en el sedimento, los organismos que viven ahí están crónicamen­te expuestos”. ¿Cómo impactaría un derrame petrolero a los yucatecos? Los expertos del Cigom visualizar­on escenarios de dispersión que llevan a concluir que “el futuro de los recursos que viven en la plataforma continenta­l de Yucatán sería catastrófi­co”.

“Si fuera un derrame del tipo del Ixtoc (en 1979 en la sonda de Campeche) o el Deepwater Horizon (en 2010 frente a las costas de Louisiana) sería una tragedia ambiental, porque alrededor de 60 mil familias dependen de la pesca”, apunta Vidal Martínez. “Si los recursos se ven contaminad­os y se prohíbe la pesca, ¿cómo se dará de comer a esas familias? Las consecuenc­ias ambientale­s y económicas serían dramáticas”.

Los derrames tienen asimismo el potencial de dañar a los arrecifes y la biodiversi­dad asociada a ellos. “En Alacranes hay poblacione­s de caracol, langosta, mero, tiburón... recursos que, al romperse la cadena trófica, ya no se podrán alimentar ahí y buscarán otro lugar”.

Además, la llegada a la zona costera de petróleo derramado afectaría la reproducci­ón de varias especies. “Muchos organismos marinos adultos viven en aguas profundas pero sus larvas, como las del camarón, crecen en lagunas costeras”, puntualiza Vidal Martínez.

Los perjuicios causados por un derrame petrolero sí son reversible­s, afirma el investigad­or. “Claro, no inmediatam­ente, depende de la extensión y el tiempo. En derrames de Pemex hemos visto que en alrededor de seis meses ya no se encuentran las concentrac­iones tan altas de hidrocarbu­ros en sedimentos”.

“El petróleo tiene mucho carbono y éste es comida para las bacterias, que se lo acaban y lo desaparece­n. Sin embargo, no todos los componente­s del petróleo se degradan a la misma velocidad y hay compuestos que las bacterias tardan mucho más en degradar”.

“Dependiend­o de la cantidad de barriles que se derramen será el tiempo que lleve degradarlo­s. Si es en un arenal, se lo acabarán las bacterias sin problema; si es en un arrecife, tomará miles de años”, advierte.

Contribuci­ón individual

Ante este panorama, no es necesario trabajar en una compañía petrolera o dependenci­a gubernamen­tal para contribuir a la salud de los recursos marinos de la Península. “Hay muchas acciones que podemos tomar como individuos”, señala el doctor Vidal Martínez, quien en ese sentido propone “tener afinados nuestros autos para consumir lo más óptimament­e posible el combustibl­e, no tirar aceites al agua y utilizar las cantidades adecuadas de pesticidas”.

De igual manera, “no utilizar pesticidas ilegales, como DDT”, cuyo uso generaliza­do en México está prohibido desde la década de 1970 y, aun así, se le ha detectado en camarones cerca de plataforma­s petroleras.

El tomo V del Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México se presentó el 27 de abril pasado en el Gran Museo del Mundo Maya, junto con los tomos IV, sobre hidrocarbu­ros, del que son editoras las doctoras Flor Arcega y Azucena Dótor, de la Unidad Multidisci­plinaria de Docencia e Investigac­ión de la UNAM en Sisal, y el VII, sobre hábitats críticos y hotspots de tortugas marinas, editado por la doctora María de los Ángeles Liceaga, del Cinvestav Mérida.

Los estudios de Cinvestav y UNAM abarcaron desde la región de Perdido, Tamaulipas, hasta Yucatán, tanto la zona costera como la de mar profundo.

El medio centenar de mapas del tomo V ofrece informació­n sobre concentrac­iones de cadmio, níquel, plomo, vanadio e hidrocarbu­ros aromáticos policíclic­os de bajo y alto peso molecular en especies como lenguados y merluzas; daños histológic­os en el hígado de peces, expresión de genes indicadore­s de biotransfo­rmación, de estrés oxidativo y de la vitalogeni­na, y número promedio de parásitos, entre otros datos.

El doctor Vidal Martínez subraya que los datos del Atlas son importante­s “porque nos dicen cómo está el ambiente en este momento, en qué concentrac­iones se encuentran los metales típicos del petróleo, y cuando haya un accidente y las concentrac­iones se eleven podremos decir: ‘Aquí hay una responsabi­lidad ambiental y alguien tiene que responder a esto’”.

“Esto se puede usar como elemento legal para fortalecer un caso en contra de quien resulte responsabl­e” de un derrame. “A estos valores les llamamos la línea base, el punto a partir del cual podemos decir ‘el ambiente tenía estos parámetros’”.

El material está disponible para su consulta gratuita en atlascigom.cicese.mx.—

“En especial hacia la zona de Cancún encontramo­s mayores concentrac­iones de compuestos que pueden considerar­se tóxicos. Estamos seguros que tiene que ver con las descargas del acuífero”

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Arriba, portada del tomo V del Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México. A la izquierda, su editor, doctor Víctor Manuel Vidal Martínez. Debajo, el trabajo en uno de los cruceros de investigac­ión

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