Diario de Yucatán

Muertos que viven como tesoros dentro de los corazones

- PRESBÍTERO ROLANDO CASTILLO TUN(*) ————— (*) Párroco de Santa Rosa de Lima. padrerolan­docastillo@iclo ud.com

Hoy recordamos a aquellas personas que nos han dejado físicament­e, que ya han experiment­ado el paso de esta vida a otra realidad.

Hoy nos unimos para hacer presentes tantos recuerdos que forman parte de nuestro interior y que, indudablem­ente, son el mejor tesoro que nuestro corazón puede resguardar. Por tanto, la celebració­n del Día de Muertos o fieles difuntos es también una oportunida­d para reflexiona­r sobre la importanci­a de la vida presente, para vivir al máximo cada instante de tiempo que tenemos en el día a día.

Como ministro he podido comprobar el dolor que se experiment­a ante la pérdida de un ser querido, pero más profundo ha sido el remordimie­nto que se contempla cuando no se han aprovechad­o las oportunida­des para estar, para apoyar e incluso para reconcilia­rse con la persona que ha partido.

Por esto, este día debe ser una práctica de acciones que nos unan no solo a recordar a quienes ya no viven entre nosotros sino a disfrutar de la presencia de los otros, de los que sí están aquí.

Resultan tan variadas las formas como cada familia o comunidad rinde tributo a sus muertos: el colorido de las flores, el agradable aroma de los olores en las ofrendas de cada plato de comida o dulce puesto sobre el altar.

Sin embargo, insisto en lo valioso que tiene el aprovechar el tiempo, el instante que se nos ofrece para estar y para dar de lo que somos a todos aquéllos con los que cruzamos palabras, vivencias y experienci­as.

Cada momento, cada ciclo de vida es invaluable en cuanto que nos permite dar lo mejor de sí para con aquéllos que están aún vivos; son espacios oportunos para amar, para decirle con tu presencia al otro que su persona es parte fundamenta­l y que ahora en vida vamos disfrutand­o de lo que después solo será un recuerdo.

Por eso, el vacío que sentimos en el interior ante la pérdida del ser que se ama y la dolorosa ausencia que late todos los días en nosotros son la manifestac­ión más clara de que todo ser humano tiene una conexión con la trascenden­cia y que las súplicas, los cánticos y oraciones solo exterioriz­an la paradoja del espíritu que siempre hace presente a los muertos que viven en el corazón.

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