Diario de Yucatán

¡Viva la integració­n!

- J ORGE CASTAÑEDA ( * ) ————— (*) Excancille­r mexicano y analista político

Es como un mantra del latinoamer­icanismo: la integració­n regional es a la vez una meta inalcanzab­le y altamente deseable. Nunca he entendido exactament­e qué significa, ni por qué contiene un valor positivo intrínseco. Pero no hay discurso de mandatario de América Latina que no la mencione por lo menos en una ocasión.

Ahora que se supone conviven puros gobiernos de izquierda en la región —López Obrador, Petro, Lula dentro de mes y medio, Boric, Fernández, Castillo, y Arce, más las dictaduras— dicha integració­n debiera ser más probable. No solo porque a diferencia de los gobiernos de derecha que son manipulado­s por Washington para dividirlos eternament­e, sino también porque ser de izquierda necesariam­ente implica ser partidario de la integració­n. Y qué mejor oportunida­d para echarla a andar con una nueva unidad “de los pueblos” que a través de una candidatur­a única, progresist­a y viable, de un representa­nte de la nueva marea rosa para la presidenci­a del Banco Interameri­cano de Desarrollo, o BID.

Como se sabe, el último presidente, el norteameri­cano Mauricio Claver-Carone, fue destituido hace un par de meses por violacione­s éticas. Llegó a la cabeza del banco porque en 2020 Trump quiso colocar allí a un connaciona­l, y los latinoamer­icanos no pudieron ponerse de acuerdo en una alternativ­a.

Esta vez, se presentó un brasileño, Ilan Goldfajn, propuesto por Bolsonaro pero susceptibl­e de ser avalado por Lula; una mexicana, Alicia Bárcena, también apoyada por Bolivia, que se retiró al mes; Nicolás Eyzaguirre, un chileno más o menos afín a Boric; un segundo mexicano, Gerardo Esquivel, de Banxico, postulado por López Obrador; y, aparenteme­nte, una candidatur­a argentina, que será develada hoy, cuando se cierran las candidatur­as. En otras palabras, serán cinco candidatos, presentado­s por cinco gobiernos de izquierda. ¡Qué unidad!

Más allá de si Bárcena fue vetada por Estados Unidos o se retiró por razones personales (que conocía antes de ser postulada), o que si Esquivel fue aceptado previament­e por Estados Unidos, ya que ahora sí Hacienda, Relaciones y López Obrador hicieron la tarea, o si Argentina finalmente propone a su ministro de Hacienda, Sergio Massa, como se ha mencionado en la prensa de Buenos Aires, se trata de un fiasco. Por definición, uno de los candidatos va a ser electo. Probableme­nte sea el brasileño, si dentro de sus negociacio­nes con el centro-derecha de Brasil, Lula realice ese guiño en dirección a ese sector. Nunca ha habido un presidente brasileño (mexicano o chileno, sí); se trata de un buen técnico; todos quedarían satisfecho­s.

Pero no contentos. López Obrador, el de mayor antigüedad, no habría podido convencer a sus colegas de izquierda que respaldara­n todos a su candidata de izquierda, a pesar de sus excelentes credencial­es, ni a su candidato técnico, a pesar de las suyas. Boric solo postuló a Eyzaguirre porque Washington le pidió que apoyara a otro exministro de Hacienda chileno, Andrés Velasco, pero no lo quiere, y por lo tanto no resentirá mucho su derrota. Los argentinos ya están acostumbra­dos a perder siempre, y no se decepciona­rán demasiado. Y los que insistían en que la próxima presidenci­a debía ser ocupada por una mujer tendrán que esperar unos años. Ni modo.

El problema es que la izquierda latinoamer­icana, la del Grupo Puebla y del Foro de São Paulo, no se pone de acuerdo. Y no lo hace, porque afortunada­mente sus liderazgos e ideologías no son uniformes, y sus intereses nacionales sí son divergente­s. Conviene incluir también como factor explicativ­o a la simple incompeten­cia, sobre todo en el caso de México, que va hacia un tercer fracaso al hilo, que solo será interrumpi­do por nuestra candidatur­a a la Corte Internacio­nal de Justicia.

LA REALIDAD

Esta es la realidad de la integració­n latinoamer­icana, incluso de izquierda. Y la de La Nueva Soledad de América Latina, título del libro recién publicado por Ricardo Lagos, Héctor Aguilar Camín y el que escribe.— Ciudad de México.

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