La política, de todos
Es erróneo pensar que la política solo le compete a los están en el gobierno y que la gente “común y corriente” no puede opinar porque no es experta.
La política no atañe solo a los políticos. Política es aquello que concierne tanto a los ciudadanos como a los asuntos públicos; si tu tienes ideales de cómo podríamos funcionar mejor como sociedad o como país, la política es también un asunto tuyo.
La corriente política a la que te afilies es un reflejo de las ideas sobre las que tomas decisiones en todos los órdenes de tu vida: a nivel laboral, educativo, cívico, económica y, como ha sido mi caso, incluso a nivel espiritual; te define no solo como ciudadano, sino como persona.
Aunque pensemos que el sistema no funciona, o que ningún partido político nos representa, en casi cualquier ser humano prevalecen ciertos ideales de convivencia, de derechos y obligaciones, y estos provienen de lo que valoramos en la vida y de las convicciones que rigen nuestros actos.
Por eso es importante tener claro qué define la Derecha y la Izquierda cuando hablamos de política, y cuál de las dos es más afín a nuestra forma de pensar y conducirnos.
El propósito de mi análisis es que observes qué ideas son las que rigen tu propia vida y como se vinculan con tu tendencia política. Si tu eres de las personas que se consideran apolíticos, te invitaría a que revises eso después de leer este escrito.
Están predominando los gobiernos de izquierda en América Latina, y nuestro país, no fue la excepción. Yo encuentro esto muy preocupante. Estos gobernantes llegan al poder prometiendo la solución a un problema que no existe: la desigualdad en todas sus manifestaciones.
Debemos recordar que los de izquierda están en contra de la desigualdad y la consideran perjudicial para el pueblo; creen que es responsabilidad del gobierno eliminarla.
Pero la desigualdad NO es un problema; es una condición. Si consideramos que hay desigualdades en todos los ámbitos de la vida, ¿Por qué es antinatural que la haya, por ejemplo, en el aspecto económico?
Claro que la pobreza es un problema, pero no la desigualdad. Siempre va a haber alguien más alto o más bajo que tu; más guapo, más feo, más inteligente (o menos): Y lo mismo ocurre con la economía, habrá alguien más rico o más pobre y eso, es solo una condición.
Reflexiona acerca de esto: si hoy mismo repartiéramos la misma cantidad de dinero a cada ser humano que habita en La Tierra, ¿qué crees que sucedería?
Es fácil concluir que en un santiamén todos se quedarían con una cantidad distinta, derivado de las decisiones individuales que tomen, producto de su personalidad, dilemas, costumbres y cultura.
Unos lo invertirán, otros gastarán una parte y conservarán otra, otros, lo perderán todo. No —————
(*) Coach Profesional y Acompañamiento Espiritual. Podcast Gabriela Soberanis hay forma de conservar una igualdad económica bajo la visión que proponen los de izquierda. Pero lo que sí hace la ideología de izquierda es aniquilar nuestra autonomía, para después crear dependencia.
Cualquier gobierno que inste a la gente a pensar en prestaciones, en la posibilidad de recibir una pensión más jugosa, a creer que el gobierno tiene la obligación de pagar su educación y atención médica, está destruyendo lo más valiosos que tiene una persona: su derecho a la autonomía, y por ende, a la libertad.
Veámoslo de otra forma: una sociedad que está pensando cuál es la menor edad a la que puede jubilarse, cuántos días de vacaciones pagadas puede obtener, cuantos días de trabajo puede ausentarse con goce de sueldo, a cuántas semanas de licencia por maternidad tiene derecho; en resumidas, a cuánto puede recibir del gobierno en su beneficio, sin duda, es una sociedad con preocupaciones cada vez más egoístas e interesadas.
Existe un lugar inmaculado en todos los seres humanos donde prevalece el deseo ferviente de ser autónomos y responsables de sí mismos.
Esta es una de las razones por las cuales los niños y los jóvenes quieren ser adultos. Imaginan que ésta es la forma de elegir libremente lo que quieren hacer, y hacerlo por sí mismos (subrayo lo de “hacerlos por sí mismos”).
Lamentablemente, el sistema político que domina a nuestro país ha destruido este legítimo anhelo porque no considera como valor imprescindible, para un adecuado desarrollo, la responsabilidad individual.
La gente que cree en la ideología de la izquierda es gente de corto pensamiento. Y no me disculparé por ser tan clara. La izquierda insta a la gente a pedir y a depender, y sus seguidores no tienen idea de las implicaciones de esto. Siempre seremos esclavos de aquello de lo que dependemos.
Si alguien más se hace cargo de mí, ¿por qué habría yo de preocuparme de mi mismo?
De esto, lo que es verdaderamente aterrador es que cada beneficio se transforma, con el tiempo, en un derecho, y luego, en una obligación.
Y lo que convierte este escenario en un peligro para la sociedad es que va aniquilando en los individuos toda posibilidad de que cultiven la cualidad que hace posible la paz y la prosperidad: LA GRATITUD.
Una persona no puede sentir gratitud por recibir un beneficio al que siente que tiene derecho. Toda buena fortuna que se obtiene sin conciencia, desencadena exigencias irracionales y nos impide ser agradecidos.
El sistema político de izquierda siempre exhorta a la gente a preguntarse a qué más tiene derecho, y, por ende, a exigir que otros se ocupen de sus necesidades, y cuando no se ocupan de ellas, se enoja y se resiente.
Nuestro país (como muchos otros) está lleno de gente enojada y resentida, que ya no distingue cuál es la piedra angular de la verdadera prosperidad.
Si no sabes cuáles son las bases de la verdadera prosperidad, no hay forma de progresar. Tampoco hay forma de erradicar la pobreza, la corrupción, y la violencia.
Los problemas que yo, personalmente, encuentro más graves. Repito: La falta de responsabilidad personal y gratitud son un enorme obstáculo en la construcción de la prosperidad. No puede haber progreso si creemos que éste viene de afuera en vez de crearse desde dentro.
La gente quiere erradicar los problemas que consideran más graves para la sociedad pero lo problemas que tenemos no son asunto del gobierno.
Y la razón es sencilla: no se gestan ahí, sino en dos núcleos clave: el individuo y la familia. Pero el progresismo, que es la base de las políticas de izquierda, no valora tres tesoros importantes para cualquier ser humano: la vida, la familia y la libertad.
Es en estos tres pilares donde están todas las posibilidades de crear una realidad diferente a la que estamos viviendo. Y esto es lo que la izquierda quiere que pierdas de vista. Quiere que dependas de ellos para solucionar tus problemas y que te olvides de tu capacidad creadora.
Pero ten esto presente porque no tengo duda de ello: no hay gobierno ni gobernante que pueda realizar los cambios que queremos ver. No son ni siquiera un conducto para ello. La solución siempre está en cada persona, y en cada núcleo familiar.
Escribo de esto convencida de que, seguramente, no llegaré a ver una sociedad en la que el gobierno ejerza su influencia y poder de manera positiva, sabia y útil para todos. Tal vez no me toque ver que cada persona se sienta en una estrecha relación con los miembros de su comunidad y, derivado de ello, prevalezca el bien común.
Sin embargo, aspiro a ver, cuando menos, una transformación paulatina en las ideas sobre las cuales tomamos decisiones y en las aspiraciones que cultivamos; pero, sobre todo, aspiro a ver el albor de seres humanos que recuperen su humanidad, que defiendan la vida, que defiendan a la familia y que defiendan su libertad.
A pesar de que muchos vemos con desesperanza la posibilidad de lograr una evolución integral para nuestra sociedad a través de la política, yo pienso que tener una postura al respecto es, en sí mismo, un acto de autoproclamación acerca de nuestro ideales; y de ahí su importancia.
Este domingo 13 de noviembre habrá una marcha para defender al INE, una marcha para defender nuestra democracia.
Más que instarte a participar, te invito a que analices tus ideas, tus valores y convicciones, y te preguntes si quieres ser de esos que dependen del gobierno para tener algo seguro, o de los que dependen de su libertad para alcanzar lo que se propongan.— Mérida, Yucatán.