Diario de Yucatán

El cierre de la pinza electoral

- OLEGARIO M. MOGUEL BERNAL ( * ) ————— (*) Director de Medios Tradiciona­les de Grupo Megamedia olegario.moguel@megamedia.com.mx @olegariomo­guel

Primera pieza. El Instituto Nacional Electoral estorba en la medida que su autonomía crece o se mantiene intacta.

Los intereses del grupo político en el poder van en el sentido de garantizar la permanenci­a de sí mismos y los suyos en los puestos de elección popular, no solo los más suculentos sino, de ser posible, todos, como en los años del viejo PRI. Sí, no del PRI de los setentas, como muchas veces se menciona en calidad de regresión deseada por el régimen actual, sino el vetusto partido tricolor de los años cuarentas.

No fue sino hasta 1947 —casi 20 años después de fundado el PNR y a ocho de creado el PAN— cuando un partido ajeno al dominante tricolor ganó un pequeño espacio. Fue el triunfo panista en el municipio michoacano de Quiroga, una victoria electoral que costó varias vidas y representó un éxito gigantesco no para el blanquiazu­l sino para que la párvula democracia mexicana empezara a balbucear.

Así pues, ¿es a esos tiempos a los que estamos destinados a volver con la toma por asalto del INE?

Para ilustrar lo que el actual partido en el poder pretende hacer con el mapa electoral en México, vale la pena recordar las palabras del diputado priista Enrique Bravo al pueblo de a pie en Zamora, población cercana a Quiroga, donde el triunfo panista los hacía sentir pasos en la azotea: “No podemos permitir que el PAN vuelva a ganar las elecciones municipale­s próximas. El PRI es el partido del gobierno, el partido oficial y por lo tanto el partido único… El gobierno les dio las tierras y les hizo los sindicatos, y por lo tanto ustedes deben ser del partido del gobierno. Si sabemos que ustedes se hacen de Acción Nacional, el gobierno les quitará las tierras y los echará de los sindicatos” (Enrique Krauze. 1997. La presidenci­a imperial. México: Tusquets).

Volver a los años en que el ejercicio de la política se entendía como el dominio de un solo partido, una sola ideología e intereses ligados a un interés supremo, único, es lo que pretende Morena con su propuesta de reforma electoral, que vende con el peregrino argumento de que el INE es muy caro.

A la saciedad se ha dicho —por eso está de más mencionarl­o— que nuestra democracia no es perfecta (¿cuál lo es?). Pero no olvidemos los años de la aplastante dictadura perfecta. A eso apunta la reforma actual.

Segunda pieza. El secretario de Gobernació­n, Adán Augusto López, visita el Congreso de Yucatán; inédito que un funcionari­o federal de ese nivel venga a tomar la tribuna en el Legislativ­o local.

Surge entonces la pregunta: ¿A qué vino en realidad? ¿Por qué el primero de los ministros del país acude a un estado con gobierno y congreso opositores a defender una reforma (la ampliación al espacio temporal en que la Guardia Nacional permanecer­á en las calles) para la cual se requiere la aprobación de la mitad más uno de los congresos estatales, y su partido tiene esa cantidad de sobra?

Será que vino a repartir elogios a Vila y a Saidén. De ser así, entonces no tiene sentido que haya venido a tratar de convencer al Congreso local a votar a favor de la iniciativa, como se difundió. ¿Habrá venido en visita de campaña?

La presencia en Yucatán del secretario de Gobernació­n obedeció, en realidad, a la intención de planchar el terreno con miras a la reforma electoral, a calar al Congreso, a tantear al propio gobernador y a proferir —no sería la primera vez— amenazas veladas a aquellos que no se alineen a la reforma que pretende sepultar al INE. Ni más ni menos.

Tercera pieza. La gobernador­a de Campeche, Layda Sansores, acusa al líder del Senado, Ricardo Monreal, de proteger al impresenta­ble líder nacional del PRI, Alito.

Monreal responde a la campechana y se arma un sainete entre ambos morenistas. Indignado, el ex gobernador de Zacatecas advierte que a principios de diciembre decidirá si continúa en Morena. Está ofendido el caballero. Lo tratan mal en su partido. Acusa a Claudia para no apuntar —por instinto de superviven­cia— a Palacio Nacional.

El zacatecano se ha convertido en víctima y 87 colegas en el Senado, de todos partidos, salen en defensa de tan íntegro personaje.

Los coqueteos de Monreal con la oposición han arreciado. Es casi bola cantada que saldrá de Morena y ya suena como una opción no descabella­da para encabezar la candidatur­a de la alianza opositora para el 2024. Por lo pronto, la confrontac­ión con la más probable candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, ya está cantada.

Cuarta pieza de la pinza. Una oposición descafeina­da, agachona, callada, timorata, pusilánime, asustada… (agregue usted los calificati­vos que quiera) teme levantar la voz.

El mayor ruido que hace es por medio de epítetos vacíos lanzados desde la tribuna del Congreso. Aquella oposición aguerrida que luchó de forma inteligent­e y valiente el siglo pasado contra el partido de estado ha dejado de existir.

La opción opositora resulta tan pusilánime y extraviada que la tercera pinza podría cerrarse como broche de oro de la estrategia dictada desde Palacio: ungir a Monreal como candidato opositor en el 2024 y darle al actual ocupante del poder la posibilida­d de que, gane quien gane, su proyecto seguirá desmoronan­do al país.

Con la cuarta pieza se cierra la pinza con que la 4T afianza su proyecto para 2024.

¿Es inevitable? No. Hay algo que no puede abarcar ni cubrir bajo su sombra voraz: la ciudadanía libre, soberana, pura y dura.

La ciudadanía que cuestiona en forma inteligent­e, la ciudadanía que participa, la ciudadanía que sabe que es mayoría y que debe hacer valer su voz, acudiendo mañana a las calles para defender al Instituto Nacional Electoral y saliendo en estampida a las urnas el primer domingo de junio de 2024.— Mérida, Yucatán.

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