Leonardo da Vinci y “La dama del armiño”
Desde que comenzó su paso por este planeta, el ser humano ha clasificado las cosas, al menos en cuento a arte se refiere. Es lo que reconocemos como estilos. Uno de ellos, y no de menor importancia, fue el Renacimiento.
Si hay una ciudad a la que se le puede atribuir lo mejor del Renacimiento es Florencia. En el momento del gran desarrollo del Renacimiento, Florencia era el lugar en el que había que estar.
Si bien era una república, la familia Médici gobernaba en ella como verdaderos reyes. Cosme, el patriarca de la familia, había hecho fortuna con el comercio de la lana. Después se adentró en la banca y a partir de ese momento la adquisición de riqueza fue exponencial.
Poseedores de una inmensa fortuna, pusieron a miembros de su familia en tronos de reinas y Papas. Algo debemos agradecer a los Médici. Les gustaba rodearse de artistas, filósofos y gente de saber. Eran los que patrocinaban el trabajo de muchos artistas que venían como abejas atraídas por la miel a Florencia. Todos los grandes exponentes de este movimiento renacentista italiano vivían allí. Gracias a ellos podemos hoy disfrutar del trabajo que financiaron.
Cerca de Florencia, a 20 km al Oeste, se encuentra un poblado llamado Vinci. Habría de pasar a la historia de las artes y las ciencias por uno de sus hijos que, como se hacía en aquellas épocas, adoptó como “apellido” su lugar de procedencia. Leonardo da Vinci.
Era hijo natural de una campesina y un notario notable, Ser Piero da Vinci. No por ser hijo natural dejó de ocuparse de él su padre. Viendo que el chico tenía facilidades para el dibujo y la observación de la naturaleza, lo envió como aprendiz al taller de uno de sus amigos, famoso pintor de Florencia en ese momento, Andrea del Verrochio.
Allí aprendió la técnica, la preparación de las pinturas (que entonces el pintor las hacía, no las compraba), todo lo relacionado con este arte. Pero Leonardo tenía un problema… no era demasiado disciplinado en cuanto a la entrega de sus trabajos. Muchos encargos se quedaron a medias y, lo que se pudiera dar por concluido, él lo considerada inacabado.
Pronto salió Leonardo de Florencia. Sus pasos lo llevaron a Milán adonde llegó en 1482 en busca de fama y fortuna. Milán era la capital del ducado del mismo nombre. Este país estaba en guerra constante, entre otros, con el rey francés Francisco I, quien pretendía que por herencia le correspondía ese ducado.
El primer currículum vitae de la Historia del que se tiene noticia fue el que le envió Leonardo al Duque de Milán, Ludovico Sforza, duque de ese momento, presentándose como inventor de innovadoras e infernales máquinas de guerra. El tema es que esta carta de presentación, que hoy día podemos llamar candidatura espontánea, también estaba plagada de mentiras. Realmente muchos de esos inventos no eran fruto de la imaginación de Leonardo sino que habían sido tomados de Marco Vitruvio, aunque es necesario decir que Leonardo sí había logrado mejorarlos.