El trabajo en equipo
El ejercicio del liderazgo es una de esas actividades humanas complejas que mezclan por fuerza arte y disciplina.
Tal como lo comprueba la experiencia una y otra vez, la cualidad del líder va mucho más allá de la ostentación de una posición dentro del organigrama y la subordinación.
La cuestión es que, aunque los conocimientos teóricos desde luego ayudan en la formación de un tomador de decisiones, son las vivencias de quien asume el rol de liderazgo las que resultan determinantes en el desarrollo de las habilidades gerenciales que son imprescindibles para conducir de manera efectiva cualquier empresa.
COMO LOS PILOTOS
Así como los pilotos profesionales precisan de un número importante de horas de vuelo para obtener las acreditaciones que les permitan convertirse en capitanes de aviación, las mujeres y hombres con vocación de líderes deberán pasar por una serie de pruebas difíciles para consolidarse en sus áreas de desempeño.
Por si esto fuera poco, como es lógico, el arte del liderazgo nunca deja de aprenderse ni perfeccionarse, pues precisamente la adaptabilidad es una de sus grandes virtudes.
Siendo que el líder dispone de la audacia de romper paradigmas y apoyarse en la innovación para ir en busca de nuevos horizontes, por naturaleza, contará con el talento de saber reinventarse, inspirando a otros a hacer lo propio.
Pues bien, una de las características de las personas líderes que dejan huella, y a menudo se les reconoce como verdaderos transformadores, es la sensibilidad de instaurar en sus equipos de trabajo y colaboradores una cultura de la confianza.
Por supuesto, ello no es tarea sencilla, ya que hablamos de un proceso que toma tiempo, y cuya implementación exige constancia, además de retroalimentación y evaluación permanentes.
En una empresa o institución donde la cultura de la confianza permea, las diversas áreas y departamentos rinden resultados óptimos, puesto que dentro de ellos el personal aporta valor con base en sus aptitudes y capacidades técnicas.
Las funciones y asignaciones son correctamente distribuidas, por lo que cada cual conoce qué rol —————
(*) Licenciado en Derecho, maestro en Administración le corresponde y las metas son trazadas con precisión.
Asimismo, la visión y principios rectores institucionales no son un mero listado con buenos deseos, sino que se entienden como la directriz de cualquier acción o decisión, dotando de armonía la complejidad del engranaje de la empresa.
Sin embargo, en muchos espacios de trabajo es la cultura del miedo la que predomina, valiéndose de la autoridad y la coerción para poner al límite a los colaboradores, lo cual, inevitablemente, se traduce en significativas cargas de estrés y casos de agotamiento.
Los peor es que estás prácticas son contraproducentes para la empresa, dado que los efectos secundarios de imponer autoridad a través del miedo son altos niveles de rotación de personal, así como la aniquilación de cualquier atisbo de creatividad.
Una sana cultura organizacional dota de confianza y margen de maniobra a los integrantes de cada equipo de trabajo, bajo la premisa de que ellas y ellos disponen de la preparación y las habilidades suficientes para cumplir con sus atribuciones, abonando a alcanzar los objetivos institucionales.
En esta dinámica, los líderes y directivos asumen el papel de gestores de talento. Para tal cometido, será elemental conocer el perfil de cada colaborador; conducir el desarrollo de su potencial, brindándole responsabilidades a la medida de sus capacidades; y cohesionar al grupo de la mano de la comunicación efectiva y la motivación.
Muy relevante: la cultura de la confianza, al incentivar el pensamiento creativo y la innovación, comprende que los eventuales errores o proyectos fracasados son parte del proceso de crecimiento y madurez de la corporación.
En cambio, ahí donde manda el autoritarismo y la cultura del miedo, cualquier posible equivocación es reprendida con fuerza, desmoralizando a los equipos de trabajo.
TR ABAJO DIARIO
La confianza en el ámbito organizacional se construye todos los días, llegando a imprimirse en el ADN de la empresa.
Claro está, depende de los líderes y tomadores de decisiones el funcionamiento de este modelo de administración, donde las aportaciones de cada colaborador son consideradas y evaluadas, y las oportunidades de ascenso profesional con base en méritos, constituyen una realidad.
Si aspiramos a que el futuro del trabajo y la productividad tenga una cara cada vez más humana, es indispensable poner énfasis en la construcción de empresas y equipos de trabajo cuyo soporte sea el diálogo, el pensamiento colaborativo, y la confianza.
El fin último del liderazgo es promover el talento y producir nuevos líderes con la visión de encontrar soluciones en un mundo contemporáneo repleto de desafíos.— Mérida, Yucatán.