Jugadores anónimos
Hace unas semanas tuve la oportunidad de acudir a una reunión de “Jugadores Anónimos, Un día a la vez”.
Me recibieron con mucha calidez un jueves a las 7:30 p.m. La encargada del grupo me explicó cómo funcionaba y poco a poco fueron llegando los participantes; aproximadamente unas ocho personas, mujeres y varones, principalmente de 30 a 50 años.
Después de contarles que quería escribir un artículo sobre la ludopatía, accedieron a contarme sus experiencias. Escucharlos me dejó sorprendida, porque no sabía de la magnitud del problema. A continuación, les relato algunas de las cosas que más me impactaron.
Varios integrantes del grupo coincidieron en que había mucha desinformación sobre la ludopatía, al que consideraban un trastorno, lento, progresivo y mortal. Un trastorno que se vive en soledad, ya que no presenta síntomas visibles, hasta que se vuelve tan grave que ya no se puede esconder.
El sufrimiento de las personas con este trastorno es muy grande, porque tienen que aparentar que las cosas van bien, aunque por dentro sienten mucho remordimiento, culpabilidad y estrés, principalmente por el dinero perdido o por las deudas acumuladas para poder seguir jugando.
Al preguntarles qué fue lo que los llevó a jugar, me contestaron que buscaban llenar un vacío, buscar un poco de distracción, o simplemente darse un gusto. Sin embargo, cuando una persona está pasando por un problema de tipo emocional, es más vulnerable a engancharse con las apuestas y perder el control del juego.
Uno de los momentos que más me impresionó de la reunión fue la tribuna, momento en que los participantes pasaban al estrado a contar su experiencia.
Escuché testimonios de personas que apostaban la colegiatura de sus hijos, de cómo perdieron una gran parte de su patrimonio, de los niveles de endeudamiento al que llegaban con tal de seguir jugando, de familias que se destruían por el juego, incluso de casos de estafas con tal de conseguir dinero para seguir jugando.
Fue conmovedor escuchar el relato de estas personas. Todas coincidían en que era necesario buscar apoyo para salir de este problema y eso era lo que obtenían en el grupo.
Cuando ya se tiene este trastorno, creer que se puede controlar sin ayuda es solo una ilusión. El apoyo grupal aporta esperanza, fortaleza y serenidad. Con solo dejar de jugar se gana, y lo primero que se recupera es la economía, hay cosas que llevan más tiempo recuperar, como la confianza de las familiares y amigos que resultaron lastimados.
Para quienes sientan que están perdiendo el control en su forma de apostar, recomiendo acercarse a estos grupos. Admitir que se está impotente ante el juego es el primer paso, lo siguiente es buscar ayuda.
El grupo de “Jugadores Anónimos Un Día a la Vez”, en calle 23 No. 349 x 14 local 3, San Esteban, con teléfono 9995 75 6604, ofrece apoyo a quienes lo necesiten. Hacen una gran labor, sin embargo todavía falta que la población los conozca y acuda a ellos.
Después de lo que vi y escuché en el casino, estos grupos de Jugadores Anónimos deberían estar repletos. No vi en el grupo a ninguna persona de la tercera edad en la reunión, que fueron los que más vi en el casino. Lo que me lleva a concluir, que hay tantas personas sufriendo en silencio su adicción al juego.— Mérida, Yucatán.
(*) Profesora Universidad Anáhuac y Consultora Financiera