Diario de Yucatán

Celebrar al libro

- J ORGE PACHECO ZAVALA ( * ) ————— (*) Escritor Jpza14@gmail.com

Cada 12 de noviembre, desde 1979, como una forma de honrar el nacimiento de Juana Inés de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, nuestro corazón lector se regocija, pues le llega su día a su majestad el libro.

Ese objeto entrañable de mil batallas, en cuyas páginas se encuentran todos los dramas y dichas de la humanidad, pero también, entre esas dos puertas de acceso llamadas “tapas”, hay un mundo de conocimien­to y sabiduría a la espera de un ávido lector.

Hay en el libro “un no sé qué” que atrapa a su lector; porque es bien sabido que no somos nosotros los que buscamos un libro (es casi irreal); son más bien los libros que leeremos los que nos habrán de encontrar.

Tales encuentros son fortuitos porque alimentan el alma de los hambriento­s; tales lectores solo quedan satisfecho­s luego de haber leído una buena historia bien escrita. Ya decía Jane Austen: Si un libro está bien escrito, siempre me parece que es demasiado corto.

Es la palabra contenida en los libros la que aviva ese fuego que nunca se apaga, y aun en tiempos de languidez literaria, en que escasea el deseo, puede un buen libro hacer arder las brasas todavía tibias…

En los tiempos modernos, el libro físico ha dejado de ser, si bien gradualmen­te, el objeto valioso que otrora llegara a ser, en parte por la aparición en escena de la virtualida­d y la era de la digitaliza­ción. Los libros virtuales han sido el descubrimi­ento del siglo, puedes tener en un pequeño aditamento llamado “memoria”, cientos de libros de la literatura universal.

Pero, ¿y el olor de un libro…? Ese aroma que huela a imprenta, a tinta y a papel, que huele a lustros, a décadas acumuladas ahí, que huele a otras pieles digitales ( por aquello de las huellas y no por la tecnología). Y ¿qué del contacto único e inexplicab­le con el papel…? que en algunas ocasiones se puede remontar a un siglo o más.

Es decir, que un libro que hoy puedes estar leyendo, fue leído hace cien años o más, y que la cercanía de aquel lector es tan real hoy por causa de la piel, claro, la piel del libro. Y ¿qué del peso de un libro mientras reposa sobre las manos de un lector, como si el arrullo eterno del medio de transporte público trasladara al lector a ese mundo idílico apenas descubiert­o en la historia que lee…

Al libro le faltamos al respeto cuando lo ignoramos, cuando menospreci­amos su sangre, su piel y su aroma… El autor norteameri­cano de “Farenheit 451” y “Crónicas marcianas”, Ray Bradbury, dijo: Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos. Un libro es un amigo inseparabl­e.

El libro respira por sus páginas, palpita con cada palabra y frase; la tinta es su sangre que corre por sus cuentos, por sus versos y por sus relatos; luego se extiende a la novela en busca de idílicos amantes, tiene ojos hacia el mundo exterior, su portada nos mira con la expectativ­a de la virgen que espera el beso de su primer amor; pero en sus hojas, la historia lucha por sobrevivir, se debate entre la vida y la muerte, a la espera siempre de que aparezca en su veloz corcel, el príncipe lector.

Ya lo dijo Humberto Eco: El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee.

¿Tienes en la lista de espera algún libro a punto de ser tu amigo? Ya no alargues el encuentro, de una vez por todas libera de su cautiverio a la historia que se asfixia dentro de ese libro, verás que sus hojas se sonrojarán cuando lo abras, y serán por siempre, te lo aseguro, inolvidabl­es amigos…— Mérida, Yucatán.

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