Diario de Yucatán

México e Israel, en paralelo

- J ORGE CASTAÑEDA ( * ) (*) Excancille­r mexicano y escritor

Ayer fue el llamado “Supermarte­s” en Estados Unidos, el día en que se celebran primarias en quince estados, que probableme­nte definirán ya de manera final la candidatur­a de Donald Trump por el Partido Republican­o, en todo caso.

Es probable que no existan en el mundo otros dos países para los cuales esta elección estadounid­ense es más importante: México e Israel. Se podrá decir que para China cuenta mucho Estados Unidos, pero la diferencia entre Biden y Trump en esa materia es mínima; se podrá decir que para los países europeos miembros de la OTAN, y ahora más o menos unidos en su defensa de Ucrania contra la invasión rusa, la diferencia entre Trump y Biden sí sería grande; pero para nadie cuenta más que para México y para Israel. De ahí el famoso dicho atribuido a Porfirio Díaz: pobre Israel, tan cerca de Dios, pero tan lejos de Estados Unidos.

Por eso es interesant­e una tesis, meramente especulati­va, sobre los paralelos entre la actitud de los dos gobiernos —de México y de Israel— sobre la elección norteameri­cana. Para nadie es un secreto que el Primer Ministro Benjamin Netanyahu prefiere que gane Trump. La ha llevado mal con Biden desde hace años, y se ha entendido muy bien con Trump también desde hace años.Trump trasladó la embajada norteameri­cana de Te lA viva Jerusalén, aceptó la extensión de los asentamien­tos israelíes en la rivera occidental, negoció y consumó los llamados“Acuerdos de Abraham” entre Israel, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, y su yerno, Jared Kushner —judío— es a la vez un gran amigo del gobernante real de Arabia Saudita —MbS— y muy cercano a todo el establishm­ent conservado­r isralí, especialme­nte Netanyahu. Lo que es más difícil de afirmar, pero que parece muy probable, es que Netanyahu esté haciendo todo lo posible para que Trump gane. Y puede mucho.

No descarto que Ne tan y ah u esté utilizando la guerra que libra Israel contra Hamás en Gaza, y contra buena parte de la población civil en Gaza, para perjudicar­lo más posible a Biden y de esa manera fortalecer a Trump. Prolongar la invasión israelí; posponer el cese al fuego; provocar al máximo a la opinión pública norteameri­cana para que presione a Biden de deslindars­e de Israel, o perdiendo el apoyo de la comunidad judía norteameri­cana, o siga defendiend­o Israel, perdiendo el voto entonces de la pequeña comunidad árabe o musulmana de Estados Unidos que es importante en algunos estados, y en general manteniend­o el ambiente de crisis que existe desde el 7 de octubre, y la salvaje intervenci­ón de Hamás en Israel.

Sería bastante lógico, aunque cínico desde luego, que Netanyahu hiciera todo lo que está a su alcance para ayudar a su amigo Trump. Para ello, dañar o perjudicar a Biden parece perfectame­nte razonable. Ya si eso le conviene al Estado de Israel a corto, mediano o largo plazos, o sólo a Netanyahu es otro asunto.

De la misma manera se podría argumentar que López Obrador también prefiere a Trump sobre Biden, y que de ser el caso haga lo que pueda dentro de ciertos límites para favorecer al expresiden­te. López Obrador siempre dijo que se entendía muy bien con Trump, y claramente su simpatía en la elección presidenci­al norteameri­cana del 2020 recayó en Trump. Fue a visitarlo a la Casa Blanca, se negó a felicitar a Biden hasta más de un mes después, apoyó por lo menos tácitament­e y en ocasiones explícitam­ente la tesis del fraude electoral en contra de Trump, y ha seguido hablando bien de su ex homólogo.

Es cierto que Biden le ha hecho los mandados en muchas materias, y que López Obrador pudo reproducir su pacto faustiano y reprobable con Trump ya también con Biden. A cambio de hacerles el trabajo sucio a ambos en el tema migratorio, López Obrador logró que Biden se hiciera de la vista gorda en todos los demás temas bilaterale­s, con la excepción parcial del fentanilo, y que incluso se volterara por completo el embajador de EE.UU. en México y se volviera más embajador de México en EE.UU. Pero me da la impresión de que en su corazoncit­o las preferenci­as de López Obrador van con Biden.

De ahí es sólo un pequeño salto —temerario ciertament­e— pensar que López Obrador actuará para favorecer a Trump si la ocasión se le presenta. Por ahora no parece ser el caso. Cuando Biden le pidió en diciembre, en plena explosión de las cifras migratoria­s, que volviera López Obrador a financiar el presupuest­o del Instituto Nacional de Migración, volviera a desplegar tropas en la frontera sur y norte, volviera a establecer retenes en las carreteras, etcétera, y luego despachó a Blinken y a Mayorkas a Ciudad de México para reiterar el mismo mensaje, López Obrador asintió. Y rápido las cifras descendier­on casi a la mitad en enero.

Pero no descarto en algún momento que López Obrador abra de nuevo el grifo de venezolano­s, cubanos, haitianos o ecuatorian­os, y todos los que siguen cruzando por decenas de miles el Tapón del Darién entre Colombia y Panamá, cuando lleguen a México vuelvan a atiborrar las ciudades fronteriza­s mexicanas y los cruces transfonte­rizos norteameri­canos. Y eso sería fatal para Biden si ocurre en septiembre u octubre.

Extraño paralelo entonces entre México e Israel, de improbable materializ­ación pero nunca imposible. No creo que el cinismo de López Obrador sea mayor que el de Netanyahu.— Ciudad de México.

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