Diario de Yucatán

Las cicatrices de México

- FRANCISCO MARTÍN MORENO ( * )

En el dolorido cuerpo de México encontramo­s dos profundas cicatrices: una, la generada en la piedra de los sacrificio­s, en donde un sacerdote tenochca, a modo de ofrenda a los dioses, les rompía el pecho a los guerreros enemigos con un afilado cuchillo de obsidiana para extraerles el corazón, mientras la víctima, aterroriza­da, exhalaba espantosos gritos de horror. La otra cicatriz, todavía sangrante, se originó en la pira de la Santa Inquisició­n, en donde quemaban vivos sobre todo a los herejes reacios a someterse a la conquista espiritual de México. Los sótanos de esa siniestra institució­n eran utilizados para torturar a los infieles y a los idólatras con tal imponer su religión y su hegemonía en el nuevo mundo.

¿Cómo olvidar nuestra infancia como nación si la piedra y el cuchillo, la pira y las flamas forjaron el alma del mexicano? ¿En qué se vuelve un pueblo cuando desde sus años más jóvenes invariable­mente fue ignorado en su voluntad popular y desconocid­o en sus pretension­es legales? ¿Cómo será un adulto que en su juventud siempre fue atropellad­o sin que se le reconocier­an sus derechos? Freud sentenciab­a aquello de “Infancia es destino.”

No sólo fue la piedra de los sacrificio­s ni la pira inquisitor­ial lo que formó el carácter y el temperamen­to nacional. Fueron los jueces del virreinato que pocas veces impartiero­n justicia; fueron las autoridade­s civiles que tenían sus ojos puestos en la metrópoli en lugar de ver por el bienestar de la colonia, fue una nación mestiza que nacía a la vida con innumerabl­e cantidad de lastres políticos, educativos, culturales y sociales. Cuando Iturbide llegó al poder en el año de 1822, existían en México 98% de analfabeto­s, dado que la educación había privilegia­do únicamente a los criollos, a los hijos de los burócratas de alto rango, a los del clero y a los máximos jerarcas del ejército y de —————

(*) Escritor la aristocrac­ia.

¿A dónde va una nación con 98% de analfabeto­s, tal y como se daba en los años de la colonia española? ¿Qué podíamos esperar de un sistema de impartició­n de justicia, o sea, de las instruccio­nes provenient­es de la Península que comenzaban en su proemio con un “Obedézcase pero no se cumpla…”?

Dos herencias negativas, entre otras tantas positivas, destacan después de 300 años de dominación española: el autoritari­smo que se extiende hasta nuestros días y la corrupción, una de nuestras más enraizadas institucio­nes, que se remontan a los años del virreinato, cuando un estado monolítico y acaparador, defensor a ultranza de un régimen de privilegio­s, proponía la venta de títulos, cargos, puestos, concesione­s, autorizaci­ones y canonjías de todo tipo a cambio de dinero. En síntesis, las facultades del Estado se remataban al mejor postor ignorando, por supuesto, las normas vigentes, tal y como acontece, con algunas notables excepcione­s, hasta nuestros días.

¿Síntesis? Si se desearan resumir en este apretado espacio los obstáculos históricos a los que nos enfrentamo­s, encontrarí­amos el autoritari­smo español, la organizaci­ón ineficient­e del aparato productivo, la petrificac­ión social, las guerras e invasiones, la iglesia retardatar­ia de la contra-reforma, el contuberni­o de poderes políticos, la inexistenc­ia de una democracia, la corrupción y la monopoliza­ción por parte del Estado del proyecto educativo ante una sociedad indolente que despreciab­a los peligros de la ignorancia y del analfabeti­smo y que cerró las puertas a la Ilustració­n, al Encicloped­ismo y a los Derechos Universale­s del Hombre. ¿Cómo olvidar a un Santa Anna que volvió 11 veces al poder…?

¿Acaso López Obrador no es un fiel representa­nte del autoritari­smo español, como lo era Porfirio o Chávez o Trujillo o Videla o Banzer o Somoza, o lo es Ortega o Maduro o Díaz Canel, etc…? ¿AMLO actualizó el aparato productivo, desmanteló la petrificac­ión social, luchó en contra del contuberni­o de poderes políticos, fortaleció nuestra democracia, extirpó la corrupción, modernizó el proyecto educativo de una nación de reprobados?

¡No! AMLO, según lo hubiera definido el expresiden­te Echeverría, es un “emisario del pasado”, un presidente con mentalidad caciquil que no entendió la importanci­a de construir un México moderno sacudiéndo­nos los lastres de nuestra historia. Infancia no es destino, por supuesto que podemos cambiar nuestro destino, sólo que López Obrador llegó para arrancarno­s las costras de nuestras cicatrices...— Ciudad de México.

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