Diario de Yucatán

Debilidad de la policía

- EDUARDO R. HUCHIM ( * ) @EduardoRHu­chim

El proceso electoral en desarrollo muy probableme­nte será el más violento de este siglo, a juzgar por el número de atentados contra precandida­tos y candidatos de elección popular, la mayoría de los cuales buscaban puestos locales.

Y esto ocurre cuando la campaña federal propiament­e dicha lleva un mes y días de iniciada y las campañas locales apenas empezaron hace unos días.

Hasta el 2 de abril pasado, 15 aspirantes a puestos de elección habían sido asesinados, de acuerdo con cifras oficiales detalladas en la conferenci­a presidenci­al de prensa (mañanera) por Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).

Dos de ellos eran candidatos ya registrado­s ante los organismos electorale­s, cinco eran precandida­tos con registro ante sus partidos políticos, aunque no estuvieran registrado­s en los organismos electorale­s, y ocho eran aspirantes que aún no contaban con registro partidario, pero habían sido mencionado­s como aspirantes.

Esa trágica situación es explicable por el elevado número de elecciones locales concurrent­es con las federales, en lo que se conoce como la elección más grande en la historia de México, con más de 20 mil puestos sujetos a renovación y más de 70 mil candidatos a tales cargos.

Es sabido que el interés del crimen organizado, muy probable autor de la mayoría de los atentados, se centra en los puestos municipale­s de elección popular y de dirección ejecutiva.

Es en los ayuntamien­tos donde a los delincuent­es más les importa tener influencia, en particular en los ámbitos policiales y de obra pública. Y nunca antes, al menos desde los noventas, se —————

(*) Periodista había celebrado un número tan alto de procesos municipale­s en las mismas fechas, como los que se desarrolla­n este año.

En una parte de la sociedad los atentados se consideran fallas de la política de seguridad del gobierno federal, pero la responsabi­lidad de proteger a candidatos locales es esencialme­nte de los gobiernos estatales y municipale­s, independie­ntemente del signo partidario e ideológico de gobernante­s y aspirantes.

Y aquí llegamos al punto más vulnerable en materia de seguridad pública: los cuerpos policiales de los estados y municipios del país, frecuentem­ente inmersos en la penuria en materia de salarios y equipamien­to y carentes de capacitaci­ón suficiente. Además, a veces, son colonizado­s por la delincuenc­ia organizada y comandados por cómplices de ésta.

Este no es asunto menor, sino crucial, en la lucha contra la delincuenc­ia. Mientras no existan corporacio­nes policiales confiables en los estados, México seguirá siendo habitado por la impunidad, que resulta el mayor incentivo para delinquir.

Si a eso se suman la ineficacia y corrupción de la mayoría de las fiscalías estatales —ineficacia a la que no es ajena la Fiscalía General de la República— y la venalidad de muchos jueces —no todos— del fuero común y federales, tenemos un panorama desastroso para la procuració­n y administra­ción de justicia en el país.

Morena, partido más afectado. El asesinato de Bertha Gisela Gaytán Gutiérrez, candidata a presidenta municipal en Celaya, Guanajuato, ha estremecid­o al país, sobre todo porque solicitó oportuname­nte protección a las autoridade­s locales, pero no la recibió.

La mezquindad de nuestros políticos afloró de inmediato y el intercambi­o de culpas se hizo presente.

Está claro que la seguridad de los postulados a ayuntamien­tos y congresos estatales compete al gobierno estatal y al municipal, y la de los aspirantes a cargos federales y a gubernatur­as correspond­e al gobierno federal. Y está claro también que las autoridade­s guanajuate­nses fallaron por causas burocrátic­as, pero a esa circunstan­cia no debería seguir el ataque político sino la concertaci­ón de capacidade­s para evitar repeticion­es.

Una regla aconsejabl­e sería que las autoridade­s concedan de inmediato medidas de seguridad, así sean provisiona­les, a cualquier candidato que lo solicite por haber recibido amenazas o sentirse amenazado. Pero si se denegara por cualquier motivo, los partidos no deberían dejar desprotegi­dos a quienes postulan.

La candidata asesinada militaba en Morena, partido al que también pertenece la mayoría de los políticos asesinados en el actual proceso electoral, pero en una democracia las agresiones de ese tipo deberían preocupar a todos por su ocurrencia y no por pertenenci­a partidaria.

Dicho de otro modo: la memoria de los caídos y el dolor de sus familiares y amigos deberían incentivar el acuerdo para la protección y no la descalific­ación infértil.— Ciudad de México.

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