El libro de la Virgen de Izamal
Un día, hace muchos años, un amigo llamado Michel Antochiw me recomendó que yo escribiese todas mis andanzas debido a que la memoria a través del tiempo falla.
Ahora la remembranza regresa con el libro de la Virgen de Izamal, el cual fue ideado por una servidora al sentir que la patrona de los yucatecos debía tener un texto digno de ella.
Me comuniqué por teléfono con la dilecta amiga Stella María González para preguntarle si ella podría escribir el libro, a lo cual me contestó que sí, que lo haría. Y, en el convencimiento de que Roberto Hernández tenía interés en Izamal, me comuniqué con él para pedirle el patrocinio.
Felicidad completa. La idea estaba redondeada y el proyecto se volvió una realidad plasmada en el texto que salió a la luz.
La presentación del libro la tuvimos en los jardines de la ermita de Santa Isabel, acudiendo a ella personas interesadas en ProHispen y en la patrona de Yucatán. Desde luego Stella estaba presente así como también un representante de la Iglesia Católica y Cándida Fernández, la encargada de la sección cultural de Banamex. Felicidad completa…
Como era lógico, les pedí a los encargados de la presentación que fuésemos a Izamal a hacer lo mismo que en Mérida. Lo hicimos y de manera increíble, a pesar de haberlo anunciado, se presentaron solamente cinco personas. Entre ellas estaba un hombre mayor, de pelo cano y caminando despacio, quien se me acercó después de la presentación para preguntarme el porqué la Virgen tenía el corazón de lado derecho en el libro.
La felicidad se acabó y la preocupación empezó y lo más increíble es que nadie de nosotros se había dado cuenta de ese detalle. Se tuvo que cambiar la portada del libro que ya estaba hecho.
Fue tanto mi susto que no guardé ningún ejemplar con la imagen de la Virgen con el corazón del otro lado, cosa que me arrepiento ahora.
Todo esto viene a cuento debido a que recibí una llamada de Gobernación pidiéndome un libro debido a que el gobernador Mauricio Vila Dosal iría a hacerle una visita a nuestro padre Francisco en Roma.
La felicidad inicial volvió al saber en manos de quién estaría el libro.