Diario de Yucatán

Violencia y seguridad de candidatos

- SERGIO AGUAYO ( * ) @sergioagua­yo

En 2021 el gobierno federal encontró una fórmula para reducir el número de candidatos asesinados. En 2024 desguazaro­n ese programa para inventarse uno peor.

Antes de comparar los dos programas, debo enfatizar que desde hace tiempo los criminales están apoderándo­se de gobiernos municipale­s, y es posible que ya hayan puesto al Congreso en la mira.

El 5 de marzo de 2015 el Z-42 —último gran capo del Cártel de los Zeta— presumió, en una declaració­n ministeria­l ante la PGR hecha en una cárcel de alta seguridad, que, en las elecciones para diputados locales de julio de 2014, “los barrimos” en “Monclova, Sabinas, Morelos, Zaragoza y Acuña”, Coahuila; luego alardeó que las “siguientes de gobernador [se refiere también a Coahuila] las vamos a ganar nosotros”. Se quedó con ese deseo, porque sigue encarcelad­o. Su ejemplo fue retomado por muchos otros grupos locales.

En Urnas y Tumbas, Manuel Pérez Aguirre y Roberto Roldán (El Colegio de México, 2024), disecciona­ron el asesinato de 32 candidatos en el proceso electoral 2020-2021. 31 víctimas eran aspirantes locales, opuestos en su mayoría al alcalde o al gober—————

(*) Investigad­or y analista nador de sus lugares de origen y fueron asesinados sin previo aviso, después de verbalizar sus aspiracion­es electorale­s.

Como casi todos fueron ejecutados con métodos propios del sicariato profesiona­l, se generó la impresión de que en todos estaba la mano criminal. Es una percepción errónea. La evidencia apunta a que las organizaci­ones criminales sólo fueron responsabl­es de 11 de los 32 crímenes.

Otros 11 tuvieron motivacion­es políticas —es decir, los mandaron matar enemigos políticos—. En seis se mezclaron razones criminales y políticas, y en cuatro hubo motivacion­es personales.

Cuando se comparan las cifras de los asesinatos en los procesos electorale­s de 2021 con las de 2024 brincan las diferencia­s. En febrero de 2021, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana lanzó una estrategia coordinada por Froylán Enciso para proteger a los amenazados; el número se desplomó (10 en marzo, dos en abril). Este año no se ha observado una caída similar.

La explicació­n que damos en El Colegio al éxito de 2021 está en el carácter disuasorio que tuvo la intervenci­ón federal; como Enciso sí coordinó los esfuerzos de las autoridade­s de los tres niveles para proteger a los candidatos locales, es posible que los jefes de plaza y los presidente­s municipale­s se inhibieran ante la determinac­ión federal.

Este año el gobierno federal trae la fiebre del voto. El INE y la SSPC esperaron hasta el 23 de febrero para anunciar el “esquema de seguridad”, cuando ya iban 18 candidatos ejecutados. Otra diferencia está en la coordinaci­ón, porque este año los responsabl­es son el INE y las organizaci­ones electorale­s de cada estado. Dada su impericia en estos asuntos, y su rigidez para tomar decisiones, es posible argumentar que se diluyó el efecto disuasorio de 2021.

Otra decisión equívoca fue encargar al INE y a la Guardia Nacional la atención de los menos amenazados: los aspirantes a la presidenci­a, a las nueve gubernatur­as y a las candidatur­as al Congreso de la Unión. Quienes persiguen cargos locales están a cargo de las corporacio­nes policíacas estatales y municipale­s que, según el diagnóstic­o presidenci­al, carecen de “profesiona­lismo (e) integridad”; tiene razón, muchas de ellas están infiltrada­s por criminales. En suma, cuando deshuesaro­n el esquema de 2021 dejaron a la intemperie a los aspirantes locales.

Hay que considerar también la insuficien­cia del diagnóstic­o. No hay estadístic­as oficiales sobre atentados, heridos, secuestrad­os o asesinados y eso dificulta interpreta­r las intencione­s criminales. Pregunto: ¿tienen los cárteles en la mira al Congreso Federal? Tal vez, porque de los 26 asesinatos en la lista de El Colegio de México de este año, tres aspiraban a una curul en las cámaras baja y alta (en 2021 fue sólo uno).

El gobierno federal desguazó un programa que sí funcionó en 2021, y a los partidos no parece preocuparl­es el asesinato de sus candidatos. Revalidan, por vía de los hechos, el desdén generaliza­do a las víctimas de la violencia.

Los criminales tienen frente a sí el tapete rojo que conduce a la feria de intimidaci­ones y eliminacio­nes de quienes les estorben en el lucrativo negocio de la apropiació­n de gobiernos locales. (Colaboró Erick Morales).— Ciudad de México.

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