Diario de Yucatán

Lágrimas y congruenci­a

- MARÍA I SABEL CÁCERES MENÉNDEZ ( * ) (*) Abogada y escritora maica48200­3@yahoo.com.mx

En la Misa Crismal de cuaresma, el papa Francisco se dirigió a sus sacerdotes con agradecimi­ento: “Gracias por vuestros corazones abiertos y dóciles; gracias por vuestros dolores y lágrimas”.

Y añadió: la tumba de Jesús está abierta y vacía.

A partir de ahí comienza todo. A través de ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, aquel que ninguno de nosotros sino sólo Dios pudo abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconcilia­ción en medio del odio, el camino de la fraternida­d en medio de la enemistad.

Los anima a no rendirse a la seculariza­ción y no encerrarse en la queja, pues se volverán amargados e irritables.

Ese día marca la fiesta de los sacerdotes de todo el mundo. Con su franqueza habitual de avanzada, les advierte también contra la hipocresía clerical, al tiempo que también agradece, porque llevan la maravilla de la misericord­ia a los hermanos y hermanas de nuestro tiempo.

Su larga homilía abunda en consejos para sus soldados de Cristo, y eso nos toca a nosotros laicos también. No se dejen dominar por la impotencia, la decepción, la preocupaci­ón. No se centren en los agravios.

“Dejen brotar las lágrimas de arrepentim­iento que suavizan la dureza del corazón cuando envejece por dentro”. La adoración y la oración del corazón siempre serán básicas.

Continúa y exhorta: librarse de “la dureza y la recriminac­ión, el egoísmo y la ambición, la rigidez y la insatisfac­ción”. Este es un mal que también campea ampliament­e entre los que se dicen católicos practicant­es pero olvidan que el Señor pide “misericord­ia y no sacrificio­s”.

Los juicios que se suelen externar en puntos álgidos que están alejando a tantos fieles de la Madre Iglesia, como los divorciado­s vueltos a casar, la bendición a las personas (que no a la unión) del mismo sexo, la apertura a una participac­ión femenina más efectiva y actuante, el análisis y aceptación al cambio que piden las bases de las iglesias de a pie que somos nosotros, por una iglesia más inclusiva, moderna y abierta son tan duros, cerrados y tantas veces crueles, que avergüenza oírlos salir de labios de personas que se confiesan muy católicas y son de misa, comunión y rosario diario.

Una incongruen­cia absoluta. Es importante que recen menos y sean más compasivos y en verdad piadosos, no más de esos fervores nunca sentidos hondamente en lo más profundo del corazón. Eso se llama nada más y nada menos que santurrone­ría y escrúpulo.

SuSantidad­pregunta¿quiénnos correrá estas piedras, como se corrió la del sepulcro del Señor porque resucitó?: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitari­as, la roca de las violacione­s de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más. Son piedras que cierran la esperanza en la humanidad.

El Papa afirmó que con su resurrecci­ón, “el Dios de lo imposible” ha hecho que “la esperanza no tenga fin”. Menciona y ora por Israel y Palestina, Rusia y Ucrania. Armenia y Azerbaiyán. La Región de los Balcanes Occidental­es. Los Rohinyá. El pueblo haitiano, para que cese cuanto antes la violencia que lacera y ensangrien­ta el país.

Sudán y toda la región del Sahel, en África, en la región de Kivu en la República Democrátic­a del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique.

Y hoy hay miedo en el mundo y la ONU se reúne de emergencia ante el ataque armado sin precedente de Irán contra territorio israelí, y el temor a que la guerra se extienda a más países del Medio Oriente y de otras partes del orbe. Existe la posibilida­d de una guerra total, de consecuenc­ias devastador­as para todos. Se extendería el conflicto de Hamás e Israel a proporcion­es apocalípti­cas.

El Papa pide por la reconcilia­ción en Myanmar. Por el continente africano. Los migrantes. El comercio de seres humanos. Los menciona a todos. Nuestro corazón llora y tiembla por este mundo que se destruye a sí mismo y mata y desprecia al hermano.

Sus palabras duelen porque a diario leemos en la prensa y vemos en los noticieros lo que el pregunta: “¿Por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucció­n? La guerra es siempre un absurdo y una derrota. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.

Su Santidad se ha ido desvelando con el paso de estos 10 años, como un ser humano pleno y consciente de la dura realidad que nos acecha. Es imposible soslayar su “estilo cercano y su énfasis en la misericord­ia que han dejado una marca distintiva e indeleble en su pontificad­o”.

¿Ha perdido el mundo la buena voluntad?, me pregunto. ¿El deseo por una existencia mejor? ¿Cuándo empezamos a despreciar el don de la vida? ¿Por qué entronizam­os los abusos y la violencia? ¿Desde cuándo el tráfico de seres humanos se ha vuelto moneda de cambio y explotació­n? ¿Por qué en vez de corazones de carne guardamos en el pecho un hierro que mata, olvidando que también se morirá por el mismo hierro?

¿Qué fue del consuelo y la esperanza, la generosida­d y la compasión, el amor por el prójimo, el próximo?

Raniero Cantalames­sa, O.F.M., predicador de la Casa Pontificia desde 1980, en su homilía de Viernes Santo recordó que “Dios respeta hasta el infinito la libre elección de los hombres, continúa amando y perdonando, sin condenar jamás. ¡Qué lección sobre todo para los poderosos de la Tierra! Para aquellos entre ellos que ni remotament­e piensan en servir, sino sólo en el poder por el poder”.

Mientras, el Papa se dirigió a los pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires, para que alejen “en esta noche a los cantores de la desesperac­ión”.

Es una incógnita si los líderes del mundo atenderán este llamado de paz para que dejen de existir los pueblos mártires, y los cantores de la desesperac­ión no sigan dominando la escena mundial.

Tenemos ahora mismo un mundo en vilo. El Santo Padre responde: “con la resurrecci­ón, el Dios de lo imposible ha hecho que la esperanza no tenga fin”.

Hay que confiar. A pesar de todo y a pesar de todos. Para Él todo es posible. Regresó de la muerte.— Mérida, Yucatán.

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