Diario de Yucatán

Para el debate: política exterior y migración

- JORGE CASTAÑEDA (*) (*) Excancille­r y analista político oficinacas­taneda7@gmail.com

Aún no es el momento de compartir con los lectores mis brillantes consejos para Xóchitl en su tercer debate con Claudia Sheinbaum; lo haré la semana que entra. Por ahora tocaré sólo dos de los temas que supuestame­nte se abordarán en dicho enfrentami­ento: política exterior y migración.

Hace unas semanas, Jorge Lomonaco, exembajado­r de México, publicó en “Nexos” un ensayo sugiriendo una serie de propuestas para la política exterior de un posible gobierno de Xóchitl. Las hago mías, sin repetirlas. Allí se encuentra lo esencial de lo que debe hacerse para volver a tener una política exterior, algo que ha desapareci­do por completo en este sexenio. Los esfuerzos de Alicia Bárcena estos últimos meses no sirven para corregir el dramático vacío de los primeros cinco años.

Me detengo en un aspecto esencial. México no puede ser un país cuyo presidente no se asome a la ventana. La conducción de la política exterior no se puede delegar a un canciller; al contrario, éste debe potenciar la actuación de su jefe, sin aspirar a sustituirl­o, aunque su jefe se lo pida. El gran drama de Ebrard fue que nunca pudo convencer a López Obrador que no podía suplirlo, ni en las cumbres, ni en las relaciones bilaterale­s, ni en las instancias multilater­ales. O no quiso persuadirl­o. Tal vez pensó que las oportunida­des de lucimiento personal en cada cumbre rescataría­n su nonata candidatur­a presidenci­al. México se quedó como el perro del hortelano: sin presidente en las cumbres, y sin Ebrard en la Presidenci­a (Thank God).

Si el mexicano no sale, los extranjero­s no vienen. Perdemos por doble partida. Si AMLO pensaba que su renuencia a desplazars­e no impediría la llegada de múltiples homólogos suyos, pecó de una enorme ingenuidad. Y nadie lo desmintió.

El marcador es patético, como lo señala Lomonaco. Con la posible excepción de Lula, que quizás haga una escala en México camino a la ONU a mediados de septiembre, sólo han visitado nuestro país tres mandatario­s de países importante­s, y únicamente en una ocasión, a lo largo de seis años: Sánchez, Biden y Trudeau. Se han abstenido de visitarnos los jefes de Estado o de gobierno de Japón, China, la India e Indonesia, en lo que a Asia se refiere. De Europa, nos pelusearon Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Rusia, Holanda y Suecia. El caso de Pedro Sánchez es notable: salió tan mal su visita en enero de 2019 que ya no se produjo, en seis años, ningún encuentro con el país más importante para México, salvo Estados Unidos.

En cambio, Díaz-Canel vino a mendigar migajas incontable­s veces. Xóchitl debe insistir en esto, y presionar a Sheinbaum: si gana ¿va a viajar o no? Y a su vez, debe explicar por qué ella sí se reunirá con la mayor cantidad posible de sus pares significat­ivos para México, siguiendo las reglas de la reciprocid­ad.

NEGOCIO REDONDO

El tema migratorio es tal vez el más espinoso de la agenda internacio­nal de México, justamente porque se trata también de un asunto de política interna, de derechos humanos, recursos fiscales, crimen organizado y relaciones con múltiples países. Una condición sine qua non para avanzar en cualquier dirección propositiv­a tiene que partir de una simple premisa: el Instituto Nacional de Migración constituye un nido insalvable de corrupción, incompeten­cia, salvajismo y vergüenza nacional. Es indispensa­ble eliminarlo, y encargar sus funciones a una división de la Guardia Nacional, cuando se encuentre bajo mando civil, que equivalga, de facto o de jure, a una Policía de Fronteras. Por cierto, esta es una vieja idea de Jorge Carrillo Olea, hoy partidario de Morena, pero en los años ochenta subsecreta­rio de Gobernació­n con De la Madrid. Conviene reconocer que el INAMI o la antigua Dirección General de Asuntos Migratorio­s de Segob, bajo la infame Diana Torres en la época de López Portillo, siempre ha sido eso: un asco. Pero también es necesario reconocer que en materia de infamia, el actual director, Francisco Garduño, se voló la barda. Nadie se ha aventado el tiro de ver cómo mueren por su culpa 40 migrantes en Ciudad Juárez hace un año, y seguir en el puesto.

No es necesario suscribir todos los detalles del artículo de Luis Chaparro en Substack “El nacimiento de un nuevo cártel: les presentó al INAMI”. Según el autor, en el aeropuerto de Juárez, “La máxima autoridad migratoria opera ahora su propia organizaci­ón criminal, extorsiona­ndo, secuestran­do y trasladand­o a migrantes en todo el país”.

Vende permisos o visas migratoria­s a extranjero­s para atravesar libremente el país, aventajand­o así a los cárteles tradiciona­les y criminales. El funcionari­o del INAMI en el aeropuerto de Juárez detiene a los pasajeros que “no parecen mexicanos”, y les exige una primera mordida. Luego el mismo funcionari­o les presenta a un pollero que los puede conducir a Estados Unidos, y vuelve a cobrar. Se los entrega a los coyotes, a quienes les cobra también. Por último, cuando la migra estadounid­ense los captura y devuelve a México, los reciben los agentes de la INAM, y les piden una última mordida. Un negocio redondo.

No es ciencia oculta. Con esa autoridad, no hay manera de contar con una política migratoria mínimament­e decente. Con otra, tal vez tampoco.— Ciudad de México.

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