Diario del Sur

Cambios que urgen

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En las pláticas que tengo con la gente y que luego extiendo a mí mismo, salió el tema de la educación que ahora se debe dar a los chamacos y que no es para nada la que recibí yo, o usted, y mucho menos la que tuvieron nuestros padres.

Para el mundo que vivimos las matemática­s y las ciencias sociales se quedan cortas, al final del día la informació­n de cualquier cosa está a un click de distancia, no hay cosa que un chamaco no sea capaz de aprender a través de Internet, de un video de Youtube, sin embargo, hay cosas que son imprescind­ible, que nos debieron enseñar a nosotros pero que nadie lo hizo, el punto ahora es que tenemos la obligación de enseñarlas a nuestros hijos porque para ellos ya no es opcional, es imperante.

Nuestros padres vivían con el sueldo de uno solo, mantenían más de 4 hijos y ahora disfrutan de una vejez si no holgada, su pensión al menos les da para comer, tienen su casa propia, misma que a veces comparten con los hijos casados ya (la pensión a veces también); es decir, en términos generales no les va mal.

Usted y yo en cambio, nos la vamos a ver complicada en ese tema porque con todo el reformader­o laboral, la verdad es que no vamos a poder depender de una pensión.

Nuestros hijos están en un serio problema, no va a haber dinero para ellos, el hacerse de un buen puesto en una gran empresa que les asegure una vejez sin problemas tampoco es seguro ya. ¿Entonces qué hay que hacer? Cosas diferentes.

Imagine usted que vuelve a tener 18 años, que empieza a trabajar y que alguien, con mucha sabiduría, le hace entender que no va a tener esa edad siempre, que el tema laboral va a estar complicado y que es justo el momento de ver por su futuro.

A esa edad, en la que promedio nuestra generación tuvo su primer empleo, o antes (ahora los ninis de 26 no saben lo que es trabajar), no tenía muchos gastos, más bien eran gustos: ropa, ir al cine, cigarros, chelas, porque la mayoría aún vivíamos en la casa paterna, y aunque ayudábamos y pagábamos nuestros estudios, algo quedaba.

Bien, si en ese tiempo alguien me hubiera dicho que, con un mínimo ahorro, a los 40 años me iba a poder dar el lujo de tener la solvencia de emprender un negocio, hacer un gran viaje o simplement­e no tener que tronarme los dedos, como lo hago ahora, otra hubiera sido la historia.

No soy promotor de fondos de inversión, no los vendo, pero si de algo estoy seguro, es que en cuanto mi hijo cumpla sus 18, que no falta mucho, buscaré la forma en que comience a ahorrar, las futuras generacion­es no pueden ya prescindir de ello.

Para que se dé una idea del por qué me comenzó a dar vueltas todo esto en mis revueltos colochos, le voy a poner un ejemplo, si mi hijo comenzara a ahorrar a partir de este mes, suponiendo que ya tuviera 18 y que se hiciera al buen hábito de ser productivo, y ahorrara 30 pesos diarios, es decir, mil pesos al mes, que honestamen­te no es nada difícil, en el Oxxo en una sentada se echa mucho más que eso, en 25 años, es decir, cuando tenga 43 años, un poquito más que mi edad actual, tendría, solo con ese mínimo esfuerzo, más de dos millones de pesos.

¿Sabe lo que haría yo en este momento con esa cantidad? De inicio no tendría estos niveles de estrés, tendría la posibilida­d de emprender muchas locas ideas que requieren de inversión, no me preocuparí­a por mi futuro ni el de mis hijos.

Justo esa es la diferencia, lo que a mí nadie me dijo, ese cambio de chip que como sociedad tenemos que iniciar. Las finanzas ya no son lo que eran, ya no basta trabajar y trabajar, ahora hay que hacer trabajar al dinero, a mí nadie me lo enseñó, nadie me lo dijo, pero yo tengo la obligación moral de aprender y de enseñársel­o a mis hijos.

Como ese ejemplo hay varios, la educación emocional que nadie te enseña, la nutriciona­l, en fin, los chamacos a leer y a sumar van a aprender a fuerza, no hay de otra, entonces hay que ocuparnos de los otros huecos, de lo que nadie les va a decir y que curiosamen­te es lo que puede hacer la diferencia en sus vidas.

El bienestar de la siguiente generación, la de nuestros hijos, en mucho depende de lo que seamos nosotros capaces de asimilar en este momento, no podemos perder la oportunida­d, así que, a informarse y actuar, que esto urge.

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