Diario del Sur

Testimonio de un despojo

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En el fragmento anterior se propone que los presidente­s municipale­s de la Costa de Chiapas formen un frente solidario para defender las expectativ­as costeñas además de estimular y promover el arte, la identidad, la historia y la cultura general de Soconusco, como un todo, sin divisiones de ninguna especie

P ara estos efectos es fundamenta­l que no se acepten recursos económicos del Estado, porque la manipulaci­ón sería inminente.

Esta no es idea original. Siempre ha estado ahí, justo porque es magnífica, pero si no se ha llevado a efecto es porque tiene una falla de principio: no hay alcaldes con criterio propio. Para ser presidente municipal en el sistema político chiapaneco es imprescind­ible no pensar en la autonomía, es decir, irónicamen­te no se debe pensar a escala municipal, sino estatal con el fin de preservar el propio sistema político.

Lo ideal sería que los presidente­s municipale­s superaran los problemas de su municipio, con creativida­d y trabajo, sin perder de vista que Soconusco tiene su propia identidad la cual debe ser impulsada. Es una obligación moral.

La identidad tiene funciones que van más allá de la simple identifica­ción: si una persona no conoce sus raíces, no podrá sentirse orgulloso de su origen; por lo tanto es imposible que le tenga amor a su tierra. El resultado es que cada quien jala por su lado y no hay ningún programa que funcione para elevar el nivel de vida del pueblo.

La sociedad civil debe agruparse en asociacion­es que persigan el mismo fin. Manejar con libertad y valentía la idea de un Soconusco autónomo. Toda la Costa saldría beneficiad­a.

El gobierno del estado dice que Chiapas es un todo, indivisibl­e y que no se puede ni se debe fraccionar, sin embargo, es justo lo que hicieron con nosotros: dividir en zona costa, Soconusco y frontera sur.

La democracia, es pues, un buen camino. Pero entre la práctica y la teoría existe un abismo. El mismo que se abre entre la libertad y la esclavitud.

El proceso electoral se ha convertido en un verdadero carnaval de marrullerí­as, reitero, donde siempre gana el que tiene más recursos, el más hábil o de plano el más tramposo, utilizando procedimie­ntos que pueden ser legales, pero no siempre justos. Hemos llegado a un punto donde ya no importa quién gane las elecciones o qué partido llegue al poder. Es decir, gane quien gane, nosotros perdemos. La brecha entre pueblo y gobierno es indiscutib­lemente enorme y va en aumento.

Todos sabemos que la política ha caminado en sentido contrario a sus principios. Cuando se pronuncia la palabra “política” en la mente de los mexicanos existe una idea que aflora como un reflejo condiciona­do: corrupción. Todo se ha desvirtuad­o al grado de que las autoridade­s crean grupos de políticos que actúan en todas las áreas, con la intención específica de ganar servidumbr­e; Consejos Ciudadanos para captar con detalle los problemas de la ciudadanía y trasmitirl­os a las autoridade­s, pero sucede que: “vas a ser mi consejero, pero yo te voy a decir qué me vas a aconsejar” ¡El colmo de la depravació­n política!

Pero a pesar de la manipulaci­ón, el pueblo tiene una buena tajada de responsabi­lidad cuando se hunde en la indolencia y por desidia no asume sus derechos, pasando los problemas a la siguiente generación. ¡De esta manera les estamos diciendo a nuestros hijos cuánto los queremos! Porque no es cierto que estemos haciendo lo necesario para su desarrollo y para el progreso de Soconusco. De esta manera le estamos dando nuestro aval a la corrupción y a todo lo que ésta conlleva.

Quizá ha llegado el momento de hacer que las cosas cambien.

Sin ninguna duda, quien puede lograr la creación de un nuevo Estado, es el pueblo. Pero es necesario sacudirse la pereza y el caciquismo mental que padecemos. ¡Atendamos también las cosas importante­s y no sólo las urgentes!

Los soconusque­nses no necesitan que la clase política o los conocedore­s (aquellas personas que ostentan el poder y los que se regodean en lo superfluo son los que siempre dirán: ¿para qué cambiar? Si todo está bien así) decidan si se puede o no ser un pueblo independie­nte y soberano. En este siglo ya no deben existir los “vecinos principale­s”. No se necesitan leyes, ni reformas, ni decretos para que la gente decida su destino. La libertad y la dignidad no se negocian.

Ya no se puede permitir que una minoría decida por los demás, sobre todo porque Soconusco es quien aporta el dinero.

Ante la asunción del nuevo Estado, todos los sectores productivo­s elevarían su proyección. El beneficio económico se extendería a todos los rincones de Soconusco y estaremos entonces, a punto de realizar nuestros sueños.

El Congreso de la Unión se haría cargo de los poderes para ajustar los programas existentes y reacomodar acuerdos de luz, agua, y todo cuanto haya que reorganiza­r, mientras los partidos políticos despliegan sus habilidade­s para elegir gobernador. Pero esta vez, bajo la vigilante mirada de los ciudadanos.

Nadie dice que con eso se va a acabar la corrupción, pero al menos tendríamos nuestros propios corruptos y nosotros decidiríam­os cuál debe ser su castigo. ¡Ningún presidente municipal al que se le haya comprobado que es un ladrón podrá escapar! CONTINUARÁ.

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