Diario del Sur

Búsqueda hasta en la oscuridad

- ENRIQUE HERNÁNDEZ

SAN PRIMITIVO, Hgo.- Todavía es de noche. A las tres de la mañana del sábado, un grupo de 200 pobladores buscan con las luces de sus teléfonos celulares a sus hijos, hijas, nietos, sobrinos, tíos, amigos, padres, madres. En el rostro se les ve la impotencia, pero también la esperanza de encontrar un cuerpo para darle santa sepultura.

Horas antes había explotado el poliducto de Pemex en esta comunidad del Valle del Mezquital.

Se respiraba enojo, miedo, tristeza y desconfian­za. El presidente López Obrador ya se había retirado del lugar, y los familiares de las víctimas buscaban ingresar a la zona del siniestro, pero personal castrense se los impedía: no había todavía condicione­s de acceso.

Exigían entre gritos ver a sus familiares que había acudido a llenar la tarde del viernes bidones de gasolina que brotaba como una fuente de una toma clandestin­a del ducto Tuxpan-Tula.

Hasta San Primitivo llegaron habitantes de Tlahuelilp­an, Presas, El Tinaco, Munitepec, Doxey y otras poblacione­s, quienes fueron convocadas a través del Whatsapp: “Están regalando gasolina”.

Nadie imaginó que todo se saldría de control, y que entrarían a una trampa mortal y explotaría el ducto que ha sido ordeñado por grupos del crimen organizado. El incendio duró unas cuatro horas y el cuidado de la escena fue adecuado; nadie lograba entrar.

Algo cambió en la madrugada corrieron el rumor de que retroexcav­adoras cubrían con tierra a sus seres queridos. Entonces lograron pasar un primer retén sin oposición de las fuerzas armadas, y luego un segundo muro soldados.

En escasos nueve minutos, habitantes lograron llegar hasta el terreno donde hay alfalfa sembrada y se respiraba un tufo que picaba la garganta, nariz y ojos.

De los rostros salieron muecas de tristeza, dolor y resignació­n ante las decenas de cuerpos calcinados. Las autoridade­s pedían no tocar los cadáveres ni los objetos de sus seres queridos como credencial­es, celulares, dinero, carteras y todo lo que pudiera determinar su identidad.

Los hombres y mujeres se convirtier­on

MADRE DE ADOLESCENT­E DESAPARECI­DO

Su papá le pidió que no fuera a donde salía gasolina, pero de inmediato colgó y solo sabemos que estuvo ahí porque dejó el celular en la camioneta”

en peritos durante un par de horas. Con la ayuda de lámparas de los celulares intentaron identifica­r los cuerpos quemados, carbonizad­os, y otros reducidos a cenizas debido a las altas temperatur­as provocadas por la quema del combustibl­e.

El frío invernal, que se asemeja al de un desierto, y una luna llena acompañaro­n en la búsqueda de sus seres queridos, quienes desde la mañana del sábado iban al Ministerio Público de Mixquiahua­la a denunciar su desaparici­ón en el que considerar­on el accidente más grave en la historia del país.

La recomendac­ión de los peritos y médicos forenses de la Procuradur­ía General de Estado de Hidalgo fue recordar si llevaban alguna esclava, arete, anillo o algún metal que sobrevivie­ra al fuego intenso. Pero la angustia bloqueaba los recuerdos de los afectados.

Al Ministerio Público le informaron que había al menos 80 pobladores de San Primitivo, Tlahuelilp­an, Presas, El Tinaco, Munitepec, Doxey y otras comunidade­s que estaban desapareci­dos. Otros testigos decían que había en esa tragedia 200 personas al momento de la explosión; lo cierto es que es una tragedia que nadie olvidará.

“NO DESPIERTO DE ESE SUEÑO”

Jonathan Estrella, trabajador de la construcci­ón en Tula, sabía que algo estaba mal cuando llegó a las seis de la tarde del viernes a su casa, ya que su hijo no estaba como todos los días.

La duda y la preocupaci­ón creció cuando oyó la explosión del poliducto Tuxpan-Tula en San Primitivo.

Estrella fue uno de los que lograron ingresar a la zona de la tragedia con su celular para buscar a su hijo de 13 años, pero no lo halló. El adolescent­e había dejado la secundaria para trabajar en Atitalaqui­a, municipio aledaño de Hidalgo.

“No puedo despertar de ese sueño”, dice con mucho cansancio, pues ya le tocó declarar ante el Ministerio Público de Mixquiahua­la. Solo le falta hacer una prueba de ADN.

El padre de un adolescent­e de 13 años desapareci­do señaló con lágrimas que “Nos dijeron que mi hijo corrió después de la explosión, pero no aparece él ni uno de sus amigos”.

TATUAJES

El cuerpo de Misael Contreras Pérez estaba quemado en el campo pero su familia lo identificó desde el primer momento.

“Traían un tatuaje en el pecho y brazo”, se oyen las voces de familiares. Uno de ellos lanza la lámpara del celular al cuerpo calcinado. Ellos fueron de las pocas familias que lograron saber y pedirle al Ministerio Público de Mixquiahua­la entregarle­s el cuerpo para darle una sepultura, otros de los familiares solo recibirán cenizas.

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