Vanguardia - Domingo360

El despertar no es exclusivo de gurús

- GABY VARGAS

Las personas despiertas viven en un estado funcional más elevado, con un propósito y relaciones más auténticas y con una sensación de conexión aumentada”, se antoja esto que comenta Steve Taylor en su libro The Leap, pero, ¿qué significa “despertar”?

Quienes hemos tenido entre los brazos a un hijo o a un nieto recién nacido o de meses, hemos percibido esa energía única, diría sagrada, cargada de lo más elemental de la naturaleza, el rastro de los antepasado­s y el misterio de la vida. Es una sensación que asombra y a la vez, de extraña manera, calma.

Con el tiempo, ese bebé crecerá y para acomodarse dentro de la familia, la cultura y el género, comenzará a cubrir capa a capa la energía luminosa con que llegó al mundo y ésta terminará en el olvido. Esa porción de su ser muy posiblemen­te caerá en un sueño profundo y la inocencia será remplazada por cientos de fantasmas que se apoderarán de la mente poco a poco, hasta dominarla. La persona iniciará el largo camino de sentirse incómodo dentro de su piel y de intentar proteger la autenticid­ad.

Sin embargo, siempre queda una vaga nostalgia, un lejano recuerdo del lugar en donde todo estaba bien. Quizá perciba el anhelo de reencontra­rlo y lo buscaremos en personas, lugares, cosas y circunstan­cias que nos prometen esa felicidad, mas la decepción suele ser la regla.

En esa especie de estado de hipnosis en que vivimos, el ser humano crea y se crea el caos, los conflictos, las guerras y las diferencia­s que causan dolor y sufrimient­o tanto en lo personal como en lo colectivo. Hasta que la vida nos sacude (con un evento, una enfermedad, una pérdida o una crisis como la que vivimos hoy) y con ello nos manda la invitación a despertar y regresar a la esencia: volver a casa.

¿En qué consiste el despertar?

“Los retos son el alma de la evolución”, afirma Eckhart Tolle y agrega: “Toda forma de vida, desde las plantas, los animales y los humanos, evoluciona como respuesta a los retos que enfrenta”. Y la vida nos lo comprueba. Al voltear hacia atrás, si hemos aprovechad­o la invitación a despertar, comprobare­mos que cada obstáculo y cada reto en el camino nos hizo mejores personas. Tal vez más fuertes, resiliente­s y consciente­s.

Es común pensar que el “despertar espiritual” es algo raro, difícil de conseguir y reservado sólo para los monjes, ermitaños o gurús. Si bien hay varios niveles de despertar y no todo mundo acepta la invitación de la vida, me gusta la manera en que el filósofo contemporá­neo Colin Mcginn lo describe como “el equivalent­e a transforma­r el agua en vino”; y por increíble que parezca, es algo que todos hemos experiment­ado por momentos. En esos instantes se da una intensidad en la percepción, como si nos removieran los filtros que nos impedían ver la vida con mayor color, luz y nitidez. Sucede entonces una conexión con lo sagrado del mundo, la naturaleza y el cosmos.

Steve Taylor afirma que las personas despiertas perciben y experiment­an un mundo diferente al nuestro. Lo ven como lo hace un niño que se asombra frente a la maravilla, la belleza y la complejida­d de los fenómenos que otros dan por un hecho o a los que no ponen atención.

Despertar por instantes es vivir el presente en tercera dimensión, estar con quien estás en cuerpo y alma; apreciar los sabores, los sonidos y la vida. Es vivir en el no tiempo. Ahí y sólo ahí es que se encuentra la felicidad plena.

Entonces, si los retos y los obstáculos en la vida son lo que nos invitan a despertar del sueño profundo, estos valen la pena. Démosles la bienvenida, ya que como dice Tolle, son el alma de la evolución.

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