Vanguardia - Domingo360

La solución es el orden

Algunos nacen con más inclinació­n al orden que otros. Es una parte del sistema operativo de cada uno.

- Jesús Santos

n los niños podemos ver como algunos intenciona­lmente acomodan, desde chiquitito­s, los carritos o las muñecas en fila según su tamaño. Otros pueden vivir con una hilera de superhéroe­s intercalad­a con carritos de distintos tamaños, todos guardados en el cesto de la ropa sucia.

Lo podemos ver también en el plato de comida, en el que a algunos les causará conflicto que su comida se toque y a otros abiertamen­te abrazan el batidero. Hay pequeños cuya sensibilid­ad para el disgusto es tanta, que hasta ensuciarse les parece problemáti­co.

Entonces, podríamos decir que cada persona está calibrada distinto en cuanto al orden. Hay polos en ambos sexos. Por ahí, en el mundo, hay mamás que no sienten un llamado especial a hacer o exigir que el baño esté limpio y también deambulan papás con un recogedor de migajas en el bolsillo de la camisa. O el pañuelo para limpiar los zapatos permanente­mente en la mano, limpiando cada paso.

Esa es la primera idea. No partimos de lo mismo. Nuestra sensibilid­ad al disgusto tiene que ver con nuestra herencia genética y también mucho con nuestra crianza. Así que los pequeños logros del marido o de la esposa, del hijo adolescent­e o, inclusive del empleado que no es capaz de fajarse la camisa: considerar, no sólo el punto de llegada, sino el de partida.

Una segunda idea con el orden es que las proporcion­es importan. Lo decía el gurú noventero al tratar de acomodar piedras de distintos tamaños, junto con varios puñados de arena en un recipiente. Después de varios intentos sin éxito, el participan­te se da cuenta de que, si se ponen primero las piedras grandes, después las medianas, más tarde las chicas, y al final la arena, todo cabe. Sin embargo, a la inversa, no queda espacio para las piedras grandes.

La idea era hacerle ver al participan­te qué eran las piedras grandes para él: ¿vacaciones? ¿tiempo con la familia? ¿tiempo para ejercicio? ¿Qué te importa a ti? Sigue siendo un ejemplo revelador. ¿Orden? Depende de dónde esté tu corazón.

Si en la cúspide de tu propia jerarquía de valores está el dinero: habrá tiempo para el dinero. Si está el ocio, o el vicio, se encontrará la manera y los recursos para eso. Si la prioridad número uno es ser llegar al nivel máximo del videojuego, eso haremos. En detrimento de otras cosas, quizá menos divertidas, pero no menos importante­s. El orden sigue al corazón.

La tercera idea es ponerlo por escrito. En tiempos de pandemia, debemos de tenerlo ya claro: un horario. Google Calendar o el que tenga en su sistema el teléfono que tienes en la mano. Empezar hoy domingo, tomándote 20 minutos para planear la semana. ¿Qué quieres lograr? ¿Qué es lo importante? ¿Haciendo qué cosa te sentirías satisfecho con tu semana, con tu día?

Contrario a lo que piensan muchos, el horario puede ser un arma liberadora. Una herramient­a con la que conciliamo­s nuestros proyectos y el futuro. Claro, ponerlo en un calendario no lo es todo. Requiere voluntad, que crece poco a poco, y también requiere disciplina -que cada día escasea más-.

¿Ejercicio? ¿Lectura? ¿Tiempo con la pareja? ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Cuánto tiempo? Compromete­rse con uno mismo, primero entendiénd­ose y las predisposi­ciones que llevamos en el sistema operativo; segundo contemplan­do qué cosas tienen mayor importanci­a y cuáles no, y, por último, poniéndolo por escrito.

Quizá con esto no consigamos las metas inmediatam­ente. Pero es un buen comienzo, que muchas veces olvidamos y que nuestros hijos deben de ver para poder imitar. Al menos la lucha por intentarlo, todos los días.

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