Vanguardia - Domingo360

Sísifo y su piedra

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ísifo se encuentra en el inframundo por un castigo de los dioses. Ahí, mientras cumple su destino, hace algo que a ojos de cualquier observador parecería totalmente inútil y absurdo: sube con gran esfuerzo una enorme roca hasta lo más alto de la montaña, y una vez que alcanza la cumbre, la suelta y la contempla rodar montaña abajo. Esta acción la repite una y otra vez por toda la eternidad. De esta manera Sísifo se convierte en el trabajador inútil de los infiernos.

¿Qué motiva a Sísifo a hacer este penoso esfuerzo? Esta pregunta es lo que el mito cuestiona. Es una metáfora que el filósofo francés Albert Camus decide explorar en su texto “El mito de Sísifo”, y que me parece interesant­e compartir.

A Camus le interesa precisamen­te el momento en el que Sísifo llega a la cumbre de la montaña y por instantes, experiment­a la libertad y -a pesar de su ceguera--, imagina unas vistas hermosas que, sabe están ahí y le llenan el espíritu. Para de nuevo, una vez más, regresar en silencio al valle. Esa pausa es un momento de conciencia en el que, a pesar de su miserable condición, acepta su vida. Ahí radica su heroísmo. ¿Y cuál es la razón de que suba y baje la piedra sin descanso? Simplement­e que él así lo decidió. Y eso marca un punto de inflexión.

La propuesta de Camus es que la vida no tiene sentido. Entre el ser y el dejar de ser sólo debemos dejar pasar el tiempo. Porque hagamos lo que hagamos, todos, en última instancia, moriremos.

“¿Pero cómo!”, diríamos. “Entonces, ¿qué caso tiene! ¿cuál es mi razón de ser!” Tú y yo podemos pensar también que lo que Sísifo hace es algo necio y absurdo. Mas él ama su vida y hace de la roca su casa. Su labor lo hace feliz y es lo único que importa. De esta forma supera su destino y se vuelve más fuerte que la roca.

Camus nos hace reflexiona­r sobre el hecho de que sólo cuando aceptamos que la vida no tiene sentido es que tenemos la obligación de dárselo y de encontrarl­o. “Las verdades aplastante­s, desaparece­n cuando las reconoces”, escribe. Así que encontrar el sentido de la vida tiene que ver con la posibilida­d de decidir.

Además, cuando eliges darle un significad­o a tu vida, sea cual sea, nadie te puede juzgar. Lo importante es que lo tengas, que lo definas y que a ti te haga sentir bien.

No se trata solo de buscar a ciegas este sentido, porque podemos vivir en una búsqueda sin fin. Sino de decidir amar lo que haces, amar tu vida y lo que decides hacer con ella hoy. Y como todos nos moriremos tarde o temprano, sería mejor apurarnos porque no disponemos de mucho tiempo.

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