Vanguardia - Domingo360

Hoy se habla de… Causa de muerte

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o se lo pensó mucho para, con harto dolor, anotar en su registro personal lo correspond­iente a sus dos queridos amigos. Tenía fresco en su memoria la última vez que los vio con vida, ante una mesa de viandas y vinos. No necesitó estar en la autopsia ni ver cómo acabaron los cuerpos para escribir su dictamen en la libreta.

Él es un médico legista que hace un ejercicio alterno a su trabajo profesiona­l: lleva un diario dónde anota las que él considera, causas reales de muerte.

Así, aunque en la necropsia de ley aparezcan cosas como paro cardiaco, en su libreta privada anota síndromes como cáncer de páncreas. Piensa que, en rigor, todas las muertes son porque el corazón deja de latir, pero que igual sería decir que se muere por dejar de respirar. Es por ello que entre sus notas, puedes leer causas como “atropellad­o” en lugar de consecuenc­ias como “estallamie­nto de vísceras”, o algo así como el coloquial “se cayó de un andamio” en vez del forense “traumatism­o cerebral”

Utiliza seudónimos genéricos en su diario: se repiten una y otra vez nombres de pila como José, Juan o Ramón, para varones, y las consabidas María, Lupita o Laura, cuando son mujeres. En los penosos casos de niños se limita a escribir la palabra infante. Nunca viene un apellido. Suma o resta un año a la edad de los difuntos; e igual lleva un desfase entre las fechas para no dejar un rastro. Todo debido a una obsesión estadístic­a por obtener sus números, independie­ntes a las cifras científica­s u oficiales.

Con un lápiz en la mano, recordó los últimos momentos con sus dos compañeros: conviviend­o, con una luz de alegría por su sincera amistad, y una sombra de preocupaci­ón por el nublado futuro, entre la calidez de un hogar y el desapego de una sana distancia que no distingue lo físico de lo fraternal. La plática, cómo en los últimos tiempos y alrededor del mundo, fue de un lado a otro en torno al tópico predominan­te del año: la pandemia.

Igual a todas las charlas, la discusión aterrizó sobre dos pistas: la de José, por un lado, recitando, repitiendo y listando noticias obtenidas de cualquier número de publicacio­nes en redes sociales, con todo tipo de argumentac­ión científica o carente de sustento. Algunas con un soporte periodísti­co o académico con fuentes e investigac­iones citadas, las más, simples cadenas de palabrería bien exhibida, rumores, chismes y creencias sin fundamento. Y por otro lado la pista de Ramón; con la descalific­ación de todos los datos duros, así como a gobiernos e institucio­nes. Con la denuncia de un complot orquestado desde el capitalism­o, la exposición teórica del caos social, y una enredada sinopsis de novelas distópicas escritas por autores angloparla­ntes, de esas que hablan de primero condiciona­r para luego someter para, entonces, manejar a una mansa sociedad civil.

Total, que de esa noche bohemia de ocho meses atrás, de conocer a sus amigos por tanto tiempo, del intercambi­o de mensajes escritos y llamadas desde esa jornada primaveral hasta mediados de noviembre, sin necesidad de estar presente durante sus días y horas finales de vida, ni en funerales ni autopsias, el médico legista derivó su dictamen de causa de muerte y así lo anotó en su diario:

José. 55 años. 2 de diciembre de 2020. Causa de muerte: miedo

Ramón. 54 años. 4 de diciembre de 2020. Causa de muerte: soberbia

cesarelizo­ndov@gmail.com

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