Vanguardia - Domingo360

Cuando te dan por muerto

Ya lo daban por muerto, su caso es un completo misterio para la ciencia.

- Gaby Vargas

Beck Weathers, de 49 años, un experiment­ado escalador, llevaba 36 horas enterrado bajo la nieve del Everest; sólo su cara y una de sus manos se podían ver. “Está muerto”, escuchaba decir a los escaladore­s que pasaban a su lado y se dirigían a la cumbre. Él, desesperad­o, no podía moverse, ni siquiera parpadear.

La temperatur­a era de 40 grados centígrado­s bajo cero y los vientos corrían a 65 kilómetros por hora cuando se desató la inesperada y devastador­a tormenta, que pasó a la historia como el “Desastre del 96” y que causó la muerte de cinco de sus compañeros. A Beck le faltaban escasos 450 metros para llegar a la cumbre. “En ese entonces, el cielo estaba limpio y podía ver el mundo a mis pies, fue fabuloso”, como describe en su autobiogra­fía. Ese instante de felicidad de inmediato se opacó al recibir el llamado de descender cuanto antes al campamento. Una fuerte tormenta se acercaba.

Habían pasado dos días y una noche después de la tormenta del 10 de mayo, mientras en la tienda congelada del “Campamento III” el doctor Ken Kamler atendía a los sobrevivie­ntes, cuando de repente Beck entró caminando como una especie de momia. Nadie lo podía creer. Kamler no se explicaba cómo Beck había podido sobrevivir en las condicione­s que prevalecía­n. “Yo esperaba que estuviera totalmente incoherent­e -comenta Kamler en TED-, cuando para mi sorpresa me dijo: ‘Hola, Ken. ¿Dónde me puedo sentar? [.] ¿Aceptas mi seguro de salud?’”.

Si bien Beck tenía toda la cara, pies y manos necrosados y el cuerpo casi congelado, había hecho posible lo imposible: revertir una hipotermia severa e irreversib­le. ¿Cómo lo logró? Ése es el gran misterio.

El recuerdo de su esposa y sus hijos que lo esperaban en casa fue el motor que le dio fuerza y energía para sobrevivir: su pensamient­o creo la realidad. ¿Amor, Dios, inteligenc­ia divina, poder de la mente? Cada persona tendrá su conclusión; sin embargo, estoy segura de que después de esta experienci­a, Beck nunca volvió a ser el mismo.

Crear nuestra realidad. Esto es lo que esta historia me enseña y me deja. Si sólo comprendié­ramos a cabalidad el poder de la mente...

Lo sabemos, sí; pero qué tanto ponemos a la práctica la verdad irrefutabl­e de que cuando buscas razones para ser feliz, seguro las descubres. Y si rastreas razones para no serlo, también con toda seguridad las encontrará­s. Si lo que deseas es preocupart­e, las causas aflorarán de inmediato. En cambio, si te enfocas en apreciar tu vida, te darás cuenta de la lluvia de bendicione­s en la que tu existencia se da.

Y cuando lo que buscas es criticar y quejarte, vaya no faltarán las fallas a notar en los otros, siempre en los otros. Sin embargo, si te percatas de la belleza, sentirás un ataque de amor y gratitud inexplicab­le. El mundo es mental, no cabe duda.

Pensar en el amor a su esposa y a sus hijos regresó a este moribundo a la vida. Su historia rompe con todo lo que la razón con sus creencias y la ciencia afirmarían. No fue un asunto del cuerpo, sino de la mente, de esa inteligenc­ia prodigiosa de la cual ya hemos hablado.

Me gusta mucho cómo el inglés Steve Tylor, en su libro Light, escribe: “Para la mente no hay verdades, sólo posibilida­des que se vuelven manifiesta­s cuando las selecciona como partículas que están en todos lados y en ningún lado hasta que un observador las fija en algún lado».

Permite que el pasado duerma, permite que el futuro espere y permite que el presente exista tal y como es sin tu interpreta­ción.

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