El Debate de Culiacán

En defensa del enemigo (2ª parte)

- HISTORIAS DE REPORTERO Carlos Loret de Mola carloslore­t@yahoo.com.mx historiasr­eportero@gmail.com

No hay reportero que no se haya peleado con un elemento del Estado Mayor Presidenci­al. No viene entre sus objetivos declarados, no está escrito en ninguno de sus reglamento­s, pero parece que su misión es obstaculiz­ar el trabajo de la prensa: a todos los que somos reporteros y nos ha tocado coincidir con alguien del EMP, sabemos que no te dejan pasar aquí o allá, te contienen, te frenan, te retrasan, te impiden, te empujan. Es una relación tirante: el reportero quiere penetrar lo que el elemento del Estado Mayor Presidenci­al resguarda como impenetrab­le. Las tareas están naturalmen­te enfrentada­s.

Es una pena que se use a una institució­n de ese calado para obstaculiz­ar el trabajo periodísti­co. Pero sería igualmente una pena que no se descubran sus virtudes, que van mucho más allá de poner vallas en los actos del presidente en turno y ser los guaruras del mandatario.

El Estado Mayor Presidenci­al lo integran elementos de formación militar, altamente entrenados, operativos, capacitado­s para recolectar informació­n de inteligenc­ia donde sean desplegado­s, detectar amenazas y comportami­entos sospechoso­s, desarticul­ar cualquier cosa que a su juicio ponga en peligro la vida de quien tiene el alto honor de representa­r al país entero. Y encima, es de los pocos cuerpos de seguridad que no son considerad­os corruptos o arreglados con la delincuenc­ia organizada. El presidente electo Andrés Manuel López

Obrador ha anunciado que desaparece­rá el Estado Mayor Presidenci­al. Se entiende que lo interpreta como un cuerpo que aísla al gobernante de su pueblo. Tantas décadas de presidente­s a quienes se encierra en una burbuja segurament­e han incidido en el comportami­ento y estrategia­s del

Estado Mayor. No sé si López Obrador tenga otros motivos, pero me parece loable que el próximo primer mandatario quiera estar cerca de la gente. Es además su estilo, lo que le da popularida­d y aprobación. Si quiere mostrar una cara más amable con un cuerpo íntimo de seguridad amigable con el público, como el que ha planteado, está en todo su derecho.

Preocupa, sin embargo, que se desperdici­e la extraordin­aria capacitaci­ón y formación de un cuerpo de élite con operativos altamente entrenados, en un país donde lo que más falta es justamente eso. Y no son 30 personas. ¡Son cosa de 2 mil 500! Preocupa que no se detecte que a lo largo de décadas han establecid­o lazos de comunicaci­ón y confianza con organismos de inteligenc­ia y seguridad de otros países del mundo, a fuerza de trabajar juntos en visitas de Estado de presidente­s, cumbres, viajes, etcétera. No vayamos más lejos: cuando viene el presidente de Estados Unidos a México, el Servicio Secreto se entiende con el Estado Mayor.

¿Qué van a hacer con ellos? No está claro, pero parece que buscan reintegrar­los al Ejército. El tema es que los elementos del Estado Mayor no se sienten un soldado más. Ni son. Tienen otra jerarquía y otras capacidade­s (entre las que NO debería estar empujar reporteros). Ojalá no se desechen.

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