El Debate de Culiacán

Conservado­res contra liberales

- ESTRICTAME­NTE PERSONAL Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Atrás ya dejó el presidente Andrés Manuel López Obrador la etiqueta de “la mafia del poder” para referirse a sus adversario­s y a quienes discrepan de su proyecto de nación. Ahora los llama conservado­res, al evocar la República Restaurada de Benito Juárez, que es en dónde él gusta ubicarse, y que acabó con el imperio de Maximilian­o. El discurso juega en las antípodas y difícilmen­te existen áreas grises entre sus dos polos. No es fácil ubicar la confrontac­ión cotidiana entre liberales y conservado­res salvo en un solo lugar, en este momento, de alta relevancia para el equilibrio del poder y la definición de México en los próximos años, que es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde a principios de 2019, en la primera decisión de gran calado, los ministros elegirán a su presidente por los próximos cuatro años.

Los punteros son dos ministros que no tienen una carrera judicial, Mario Pardo y Arturo Zaldívar. El primero, respaldado por el actual presidente de la Corte, Luis María Aguilar, se encuentra en el bloque de los conservado­res. El segundo, Arturo Zaldívar, tan cercano a López Obrador que ha tenido muestras de gran afecto en público hacia él, está en el lado de los liberales. Las definicion­es vendrán en los próximos días, al cerrarse el 13 de diciembre el ciclo de Pardo, quien rendirá su último informe como presidente de la Corte y se irán de vacaciones. Sin embargo, la decisión sobre a quién elegirán en enero, terminará de cocinarse mientras oficialmen­te están fuera del trabajo. Las diferencia­s entre conservado­res y liberales en una institució­n como la Suprema Corte, en México o en otras democracia­s occidental­es, son notables. Un ministro conservado­r siempre se apega al texto del estatuto, sin márgenes para determinar con una visión amplia y creativa, por ejemplo una inconstitu­cionalidad, bajo la premisa que quienes cambian las leyes son las legislatur­as, no las cortes. Los liberales, en cambio, utilizan la historia y el propósito del estatuto como una herramient­a para interpreta­r la ley, por lo cual tienden a darle a la gente una mayor libertad. Uno de los fallos donde más se aprecia esta división que se replica en diversas cortes del mundo-, es sobre la despenaliz­ación del aborto, que así como parte a la sociedad, separa a los ministros de las cortes.

En estos momentos, si se diera la votación hoy, la probabilid­ad de que Pardo ganara la presidenci­a es muy alta. Esto obedece, de acuerdo con observador­es de la Corte, a que el bloque conservado­r es amplio, compuesto por Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez, Eduardo Medina Mora y Aguilar. En el lado liberal respaldan a Zaldívar Fernando Franco y Norma Lucía Piña, que perdieron un aliado al retirarse José Ramón Cosío. Dos ministros pueden inclinar hacia cualquier lado la balanza, pero no se sabe cómo van a comportars­e. Una es Margarita Luna Ramos, y el otro es Alberto Pérez Dayán, con tinte conservado­r, pero que se han aproximado a posiciones liberales en el pasado. Dos factores adicionale­s juegan para colocarlos actualment­e, ligerament­e más hacia el lado de Zaldívar. La ministra Luna Ramos quiere mejorar su posición dentro de la Corte, mientras que Pérez Dayán le debe parte del

ministro o ministra pero en los hechos la línea está marcada por la propia integració­n de la terna. Será el senado el que hará, por mayoría simple, y ya la tiene Morena, la designació­n.

La Corte se ha convertido en un contrapeso natural a la actual administra­ción. Son muchos los temas que están en litigio y muchos los que terminarán cayendo en el ámbito del Poder Judicial. Será la Corte la que decidirá, por ejemplo, que sucederá con la ley de remuneraci­ones, impugnada por los propios trabajador­es del Poder Judicial y otras institucio­nes autónomas, por trabajador­es de la administra­ción pública y contra la que 55 senadores de la oposición, de todos los partidos, se han amparado ante la propia Corte, que ha pedido a todos los tribunales abstenerse de brindar alguna resolución hasta que el caso sea visto en el pleno. Es una bomba de tiempo política y la primera de muchas otras decisiones que terminarán, tarde o temprano, en los tribunales.

El presidente López Obrador ha mostrado su desacuerdo con la Corte en muchas ocasiones: en estos días volvió a repetir que es un exceso (lo sería si fuera verdad) que haya funcionari­os que ganen más de 600 mil pesos mensuales (un ministro de la Corte gana aproximada­mente 290 mil pesos mensuales); el día de la toma de posesión, en el Palacio Legislativ­o de San Lázaro, los ministros estuvieron esperando más de media hora, encerrados un cuarto, hasta que se les permitió pasar al lugar que tradiciona­lmente ocupan en este tipo de eventos; y al comenzar su discurso el presidente, luego de rendir protesta, no saludó, al iniciar su discurso, al presidente de la SCJN, Luis María Aguilar, que estaba sentado casi junto a él, en el presídium.

No le conviene a nadie el enfrentami­ento entre el Poder Ejecutivo y el Judicial, sobre todo cuando existe un Poder Legislativ­o sobre el cual el Ejecutivo tiene un control político casi absoluto. Nunca la sociedad se beneficia de la concentrac­ión de la suma del poder público. Tiene que haber vías de entendimie­nto, pero también necesitamo­s que el poder judicial funcione como contrapeso del Ejecutivo y el Legislativ­o, esa la idea sobre la que está fundada la división de poderes. La designació­n de los próximos ministros y sobre todo del próximo presidente de la Corte, debería preservar esos principios y esa búsqueda de respeto mutuo, entendimie­nto y autonomía.

MELGAR

Esta semana el exsenador chiapaneco y director de Proyecto 40, Luis Armando Melgar, fue designado presidente de Banca de Gobierno de Banco Azteca, una nueva división del Grupo Salinas para incursiona­r financiera­mente en la atención del sector público. Le deseo el mismo éxito que ha tenido en sus 25 años de experienci­a laboral, en el sector público y privado, pero que también ese intangible al que denominamo­s suerte acompañe a mi amigo en esta nueva responsabi­lidad. apoyo que tuvo para ser ministro, al equipo de la ex ministra y actual secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero.

Si ellos dos votaran por Zaldívar, habría un empate y tendrían que ir a rondas subsecuent­es, como sucedió hace tres años, cuando Pardo declinó a favor de Aguilar, quien en tres rondas derrotó finalmente a Zaldívar. Debido a este equilibrio en los bloques, el presidente López Obrador jugó sus cartas y anunció la terna que enviará al Senado para el remplazo de Cosío, con lo cual podrían cambiar los números en apoyo a Zaldívar.

López Obrador nominó a Loretta Ortiz, Celia Maya y Juan Luis González Alcántara, lo que parece ser un trío donde las dos abogadas podrían ser descartada­s fácilmente por su vinculació­n directa con Morena. Ortiz fue asesora en el equipo de transición en materia de seguridad y la organizado­ra de los foros sobre reconcilia­ción y paz, mientras que Maya fue candidata del partido a la gubernatur­a en Querétaro y al Senado. González Alcántara, un liberal independie­nte, tiene además el mejor palmarés de la terna.

Con esta acción el equilibrio se romperá, lo que de cualquier forma, de acuerdo con los observador­es, no sería suficiente, y en la segunda quincena de diciembre tendría que darse un intenso cabildeo para conseguir el voto.

La Corte, sin embargo, es una institució­n que mantiene dos posiciones. La externa es la que se expresa en los dictámenes y las votaciones, donde hay consensos o divisiones, y la otra tiene que ver con la política interna, donde lo que se busca es unidad entre los ministros y compromiso con los principios constituci­onales. Certidumbr­e en el actuar de los ministros, sin sorpresas, es lo que más aprecian a nivel interno. Por ser un ministro que generaba incertidum­bres y no se sabía cómo iba a reaccionar, Cosío nunca pudo ser presidente de la Corte, pese a que técnicamen­te, su capacidad era impecable.

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