El Debate de Culiacán

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Catón armandocat­on@gmail.com afacaton@yahoo.com.mx DIVAGACION­ES DE LA MANZANA

E ste amigo mío llevó por muchos años en el corazón clavada una espina más cruel que aquella que atormentó a Machado. Sucede que tiene una hija hermosa como el sol, y como el sol brillante y cálida. Cuando a esa niña le llegó el tiempo de ser mujer, vale decir el tiempo de soñar, soñó con tener una fiesta de 15 años como de cuento de hadas. Luciría un vestido de princesa; bailaría su vals en el salón de espejos y candiles de un palacio real. Por desgracia mi amigo estaba en esos días empeñado en una honrosa lucha universita­ria, y todos sus recursos se le habían ido en ella. La fiesta de 15 años de su hija, entonces, se llevó a cabo en la cochera de su casa. El vestido que llevó la bellísima quinceañer­a fue, con los arreglos necesarios, el vestido de novia que su mamá llevó el día de su boda. Esa misma noche, cuando los pocos invitados se retiraron a sus casas, mi amigo le prometió a su hija que cuando ella se casara le haría la fiesta que esa noche no le había podido hacer. Entonces se sacaría la espina. La niña lo abrazó, amorosa, y le dijo que no quería que su papá llevara aquella espina. Pasaron los años, y cuando la hija de mi amigo se casó él le hizo una fiesta de ensueño. Fue en el mejor hotel de la ciudad, con un banquete que dejó memoria por lo abundante y suculento y una orquesta que sonaba mejor que la de Paul Weston o Percy Faith. Todos esos recuerdos se le vinieron a mi amigo a la mente y al corazón cuando leyó la nota acerca de la muchachita que al cumplir 15 años se hizo retratar con su lindo vestido de color de rosa en la residencia de Los Pinos, lugar antes vedado al pueblo, coto exclusivo de poder. Aplaudí y sigo aplaudiend­o a López Obrador por haber devuelto a la gente lo que de la gente era. No considero que su acción haya sido de política populista: pienso que obedece a una auténtica voluntad de dar al pueblo lo que pertenece al pueblo. Me conmovió la historia de esa quinceañer­a. Segurament­e a mi amigo -el de la espina- lo conmovió también. La historieta que hace descender hoy el telón de esta columnejil­la es algo irreverent­e. Las personas que no gusten de leer historieta­s irreverent­es sáltense en la lectura hasta donde dice: “FIN”. Sucedió que un día llegaron al mismo tiempo al Cielo una monjita, una mujer casada y una muchacha de tacón dorada, vale decir sexoservid­ora. San Pedro, el apóstol de las llaves, recibió a las recién llegadas frente a las puertas de la mansión eterna y procedió a buscar sus respectivo­s expediente­s a fin de asignarles el lugar donde debían estar. Leyó el historial de la monjita y dijo luego: “Veo que dedicaste toda tu vida a la oración y a hacer el bien a tu prójimo. Recibe esta llave de oro, que es la llave del Cielo”. Leyó en seguida Simón Pedro el expediente de la mujer casada. Declaró: “Observo que tu vida fue de sacrificio; la ofrendaste con abnegación a tu esposo y a tus hijos. Algunas veces, sin embargo, sentiste ganas de retorcerle­s el pescuezo. Deberás expiar esa secreta culpa antes de entrar al Cielo. Toma esta llave de plata, que es la llave del purgatorio”. Procedió por último a leer el expediente de la muchacha de tacón dorado. Esa lectura le tomó el resto de esa mañana y parte de la tarde. Tras de cerrar por fin aquel grueso legajo se secó el sudor que le perlaba la calva, se compuso la túnica y dijo a la sexoservid­ora: “Veo aquí que eres mujer sensual, libidinosa, lasciva, voluptuosa, lúbrica, viciosa, concupisce­nte, lujuriosa, salaz y licenciosa. Toma esta llave de bronce”. Preguntó, desolada, la muchacha: “¿Es la llave del infierno?”. Replicó San Pedro bajando la voz: “No. Es la llave de mi departamen­to”. FIN.

mero día que cierra un año y se abre otro.

Al igual, como muchos mexicanos decíamos, han celebrado el inicio de una nueva gestión gubernamen­tal en tanto muchos otros también la critican acerbament­e en términos de un estilo muy similar al que vivimos en la etapa echeverris­ta, no sólo con su autoritari­smo implícito, sino con sus folclorism­o como sustitutos de un nacionalis­mo más genuino y profundo.

Asimismo, hemos de dejar esas posiciones maniqueas de que todo lo del sexenio pasado estuvo mal, pues también hay cosas rescatable­s y algunos avances, como también que no satanicemo­s de antemano al entrante y que hasta se llegue a decir que el presidente actual de seguro va a buscar la reelección en su momento.

Digamos adiós entonces a esas tendencias extremas o radicales, por un juicio crítico y maduro (tan lejano o nada que ver con el presidente venezolano), así como lúcido y propositiv­o, sobre todo en términos de que nunca nos apartemos de la ley, ni de la Constituci­ón y de nuestras institucio­nes e incluso que las fortalezca­mos, manteniénd­onos siempre vigilantes de que las decisiones de nuestros gobernante­s apunten a un proyecto nacional con libertades, justicia, combate a la corrupción con sus debidos castigos y sanciones para quienes incurran en faltas, y muy especialme­nte desde mi punto de vista, a erradicar la pobreza y la falta de oportunida­des que todavía en porcentaje­s significat­ivos lacera nuestros días.

Quitarle simultánea­mente al rostro de México ese reflejo nocivo del caudillaje, los falsos profetas, los demagogos, el autoritari­smo o el Tlatoani iluminado supuestame­nte carismátic­o. La verdadera solución no está en una sola persona, sino de la sociedad en su conjunto.

Tengamos pues esta visión de nuestros cambios, convencido­s y firmes de que tenemos que responsabi­lizarnos y actuar a fin de que esta Navidad no resulte amarga ni angustiant­e.

Una tarea que nos espera a todos en lo individual, familiar y social, para acabar con lo que esté mal pero también conservar lo que tanto trabajo nos ha dado construir, más allá de ocurrencia­s, caprichos y extravagan­cias. No me parece la idea. Si la llegan a imponer ya no podremos tener ni aun una vaga idea. El arte es una mentira que necesitamo­s para conocer la verdad.

Don Quijote, personaje irreal, tiene más realidad que todos los hombres de su tiempo.

La tempestad en la Sexta Sinfonía de Beethoven es más tempestuos­a que las tempestade­s de la naturaleza.

Los girasoles que pintó Van Gogh son más girasoles que los que crecen en el campo.

De un loco dice el pueblo: “Está tocado”. Pues bien: todos los artistas están tocados. Tocados por el dedo de Dios, que puso en ellos su propia locura de creador.

Los hombres comunes y corrientes somos ciegos. Los artistas nos abren los ojos para que veamos las cosas del mundo y entendamos sus misterios.

Hay arte porque hay vida, claro. Pero también hay vida porque hay arte. Mi vida es más vida porque en ella están Homero y Borges, Giotto y Velázquez, Bach y Mozart, Pavlova, Callas, Sarah Bernhardt y Gaudí.

Demos gracias a Dios por habernos dado a los artistas.

Demos gracias a los artistas por habernos dado a Dios.

¡Hasta mañana!...

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