AMLO, un comunicador de un colmillo que al caminar hace surco
Dedico esta columna a dos mexicanas admirables: Carmen Aristegui y Ana Lilia Pérez.
La idea era completar hoy una biografía supersintética de Andrés Manuel López Obrador. Pero es tal la velocidad de los acontecimientos, que en lugar de una reseña de los intentos en pos de la Presidencia (2006, 2012 y 2018), resulta más interesante enfocarnos en la experiencia acumulada por el protagonista en estos tres lances, misma que hoy por hoy sigue siendo el agua que mueve el molino de la política y la historia nacional.
En 2004 y 2005 la campaña implacable de Fox y Azuela, como personeros de los poderes Ejecutivo y Judicial, para quitarle el fuero de Jefe de Gobierno del DF, por el terrible delito de autorizar un tramo de calle para comunicar un hospital. Al librarse de esta trampa alevosa, AMLO confirmó su convicción de que el poder del pueblo termina por imponerse. La gigantesca manifestación en el Zócalo y alrededores de un millón de ciudadanos doblegó a los falsarios que tuvieron que desistir de su villanía, aún después de la votación mayoriteada de la Cámara de Diputados, que decretó el desafuero.
En 2006 se reanuda la furiosa conspiración orquestada en la radio, la prensa y la televisión con millones de spots de propaganda sucia, digna de Goebbels, el ministro de Hitler, cuyo lema era: “López Obrador, peligro para México”. La lección que se desprende de esta infame guerra sicológica es que una sociedad desinformada puede ser presa fácil de la mentira y el engaño, como en 2006; no así una sociedad harta de la manipulación mediática, como en 2018, con las “benditas redes” en plena acción. Sin embargo, a AMLO lo derrotó el PRIAN con apenas .56 de la votación, “haiga sido como haiga sido”.
En 2012, con un candidato errático que se escondió en el baño de la Universidad Iberoamericana, y tuvo la ayuda del freno presidencial a los spots corrosivos de la candidata panista “Peña Nieto miente”, volvió a activarse la alianza PRIAN aunada a la compra masiva de votos de la operación Monex y otra vez AMLO quedó out, con los ampayers (IFE y TRIFE) comprados o cooptados.
En 2018, a lo largo de la precampaña y la campaña, el candidato puntero fue AMLO, que fue aumentando su puntaje hasta culminar con 53 por ciento. Se produjo el “efecto teflón”: mientras más lo atacaban, más crecía.
Este efecto sigue ya como presidente, como lo afirma el diario Reforma, que publica una encuesta en que la popularidad de AMLO se mantiene en un nivel elevado de 75 por ciento. No contaban con la astucia de un presidente fogueado, con más de 20 años acostumbrado a capear tempestades, con un colmillo retorcido de gran comunicador que adrede habla lento porque, como dicen los italianos: “qui va piano, va lontano”.
En México vivimos tiempos de polarización inevitable, semejante a la que se dio en 1938 con la expropiación petrolera del presidente Cárdenas. “Va a ser un fracaso rotundo”, auguraron a los cuatro vientos los mexicanos de filiación derechista antipatriótica, “porque no tenemos técnicos que produzcan tetraetilo de plomo, que es indispensable para el procesamiento del petróleo”. No disponíamos de un solo ingeniero petrolero porque las compañías expropiadas se los llevaron todos, pero entonces humildes obreros mexicanos se las ingeniaron para producir tetraetilo de plomo. Hoy los mexicanos bien nacidos estamos obligados a emular esa hazaña histórica en el combate al huachicol.