El Debate de Culiacán

Escamas para una CULIACÁN, MIÉRCOLES 16.1.19 | debate.com.mx moda sostenible

Mejor que tirar parte de la pesca es darle un valor nuevo, por eso, cada vez hay más diseñadore­s de moda que piensan en la piel del pescado para sus vestidos y complement­os, como un gesto de compromiso con el medio ambiente

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Ni pieles sintéticas ni de mamíferos como el visón. Cuando la brasileña Bárbara Della Rovere decidió crear su propia marca, optó por un nuevo tejido que le había fascinado en su país natal: la piel de pescado. “Al principio lo hice por diversión”, afirma esta diseñadora afincada en Roma, que vio la oportunida­d de dar empleo a compatriot­as en la distancia. En el sur de Brasil, en la bahía de Paranaguá, las mujeres de una cooperativ­a se encargan de quitar la piel de lo que pescan sus maridos para vender la producción limpia en el mercado.

Se deshacían de los restos en el río, hasta que unos expertos les advirtiero­n de que estaban tirando el dinero. Aprendiero­n entonces a aprovechar la piel y teñirla con colorantes naturales.

Esas mujeres se convirtier­on así en las primeras proveedora­s de Della Rovere, quien deja la confección posterior en manos de artesanos italianos.

“No comencé pensando en una marca sostenible, pero así ocurrió”, subraya la creadora.

Más de una vez le ha tocado enfrentars­e a ciertos prejuicios: “Cuando cuento que hago bolsos de piel de pescado, lo primero que hace la gente es preguntarm­e si huelen mal”. “En absoluto —responde—, a la piel se le aplican tratamient­os naturales; además es muy resistente y flexible, y da muchas posibilida­des”. En su búsqueda de más socios, la brasileña se ha topado también con comunidade­s que no quieren hablar de sus técnicas de procesamie­nto.

Ella, en cambio, prefiere trabajar con quienes poseen certificac­ión. “Para mí es importante controlar la cadena” y evitar los químicos, ya que “no puedo promociona­r algo que no sea sostenible de verdad”, declara.

µ Escamas provenient­es de África

En el lago Turkana de ≋enia, una zona desértica donde la pobreza campa a sus anchas, los pobladores pescan perca del Nilo un pez de agua dulce que puede llegar a medir cerca de dos metros.

La empresa Victorian Foods procesa el pescado, lo corta en filetes y lo transporta hasta una ciudad de donde parte a otras zonas del país y del extranjero. Su director ejecutivo, James Ambani, nunca se

imaginó que pudiera contribuir a la moda, pero ahora que ha diversific­ado el negocio no se arrepiente.

“Antes tirábamos mucha parte del pescado a la basura. Vendíamos la piel a 10 céntimos de dólar y ni siquiera era rentable, así que comenzamos a destruirla”, comenta.

A veces se usaba como fertilizan­te o pienso. Desde que la procesan como textil, Ambani ha pasado a contratar a más mujeres para esa tarea —hasta 21— y a depender de más pescadores, hasta 300.

Una vez que se desuella la perca, la piel se lava, se escurre y pasa por distintas etapas con el fin de dejarla curtida. El directivo detalla que trabajan con “instrument­os improvisad­os”, aunque para el tinte y el acabado tienen que pedir prestadas las máquinas. Por una pequeña pieza ahora cobran 20 dólares y por una grande, hasta 100. Ni punto de comparació­n con las tarifas del pasado.

µ Ejemplo de economía azul

“Me gusta que la industria de la moda esté cambiando y use materiales sostenible­s procedente­s del océano”, argumenta Ambani.

Lo que llaman moda azul es parte de un concepto más amplio, el de economía azul, que pretende desarrolla­r productos biológicos con materias primas marinas.

Una llamada a la sostenibil­idad en un sector como el textil, de los más contaminan­tes y que depende de gran cantidad de suministro eléctrico, pesticidas, petróleo y agua para funcionar.

El pasado noviembre se celebró en Nairobi una conferenci­a internacio­nal sobre economía azul sostenible. Varios diseñadore­s africanos fueron invitados a crear piezas inspiradas en mares y lagos. “Al ver la piel de pescado por primera vez me sentí atraído por las escamas y las diferentes texturas, pensé en las gotas y las olas del océano, y las combiné con el color”, sostiene uno de esos artistas, el keniano Jamil Walji. Superada la prueba, asegura que intentará incorporar el tejido a la mayoría de sus diseños por la respuesta que ha recibido de sus clientes, que “amaron esa combinació­n de piel de pescado y tela tradiciona­l africana de algodón puro”.

“Las personas necesitan aprender sobre la sostenibil­idad ambiental. Son los consumidor­es quienes acaban comprando ropa y, si prefieren moda sostenible, la industria cambiará desde dentro”, destaca Walji.

Su visión de “comprar poca ropa cara que dure toda la vida” contrasta con las importacio­nes de bajo costo que inundan los mercados en muchos países de África dañando la producción local, ya sea fruto de donaciones o de coleccione­s de sobra enviadas por grandes cadenas a final de temporada.

µ Tradición y experiment­ación nórdicas

Mayor tradición por el uso de piel de pescado tienen los países nórdicos, donde se lleva en ropas y accesorios desde hace tiempo. Algunas marcas recurren a peces de agua fría como el salmón o el bacalao. En las islas Feroe o Islandia, además de elaborar cuero de pescado, se está experiment­ando con nuevos materiales como las algas, cuyo cultivo ayuda a “capturar carbono y mitigar el cambio climático”, apunta el asesor Jákup Søresen, de la organizaci­ón para la Cooperació­n en el Atlántico Norte (NORA). “Invitamos a los diseñadore­s a utilizar materiales marinos locales. Los pescadores, que buscan mejores precios, necesitan crear una mayor demanda y llegar a marcas más grandes con consumidor­es dispuestos a pagar más”, añade. La especialis­ta de la Organizaci­ón de la ONU para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) Jacqueline Alder recuerda que “las oportunida­des de la gente que vive en pequeñas comunidade­s pesqueras son muy limitadas y, si se crea un valor para esa parte del pescado que se desecha, mejorarán las condicione­s de vida de muchas personas”.

Se calcula que una tercera parte del pescado y del marisco se pierde o desperdici­a a nivel global, importante merma para los cerca de 60 millones de personas empleadas directamen­te en el sector. Según Alder, la piel del pescado, que varía en apariencia con cada especie, representa una industria emergente con capacidad de crear productos únicos. Una actividad que emplea a más personas que otras en las que el procesamie­nto sirve para obtener fertilizan­te, aceite o harina de pescado. La experta llama a investigar más las propiedade­s del pescado para aprovechar mejor su piel e invertir en una producción sostenible con el medio ambiente. Quién sabe si en las escamas está la moda del futuro.

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FOTOS: ARCHIVO EL DEBATE/ AGENCIAS > Se muestra sandalias con pieles de pescado del lago Turkana de Kenia procesadas por la empresa local Victorian Foods en la ciudad de Kitale.
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> Varias mujeres limpian la piel de pescado en la empresa Victorian Foods en el lago Turkana de Kenia.
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> El director ejecutivo de la empresa Victorian Foods, James Ambani, y el diseñador de moda Jamil Walji observan las pieles de pescado procedente­s del lago Turkana de Kenia.
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> Se muestra empleados de la empresa Victorian Foods de Kenia que preparan el pescado procedente del lago Turkana.
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> Se muestra pieles de pescado del lago Turkana de Kenia procesadas por la empresa local Victorian Foods en la ciudad de Kitale.
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> Varios de sus bolsos realizados con piel de pescado.

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