El Debate de Culiacán

La verdad es casi siempre sospechosa

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

Hace cuatro años Jesús Murillo ≋aram definió como “verdad histórica” la conclusión de su informe sobre el caso Iguala. Se arrepentir­ía después, reconocien­do que debió llamarla “verdad jurídica”, pero de entonces a la fecha sostiene que hubo un grupo “muy grande” de personas llevadas por narcotrafi­cantes de Guerreros Unidos al basurero de Cocula, donde los que no habían muerto asfixiados en el traslado terminaron siendo asesinados y sus cuerpos quemados hasta la carbonizac­ión, triturados y arrojados al río San Juan.

Ayer, en presencia de funcionari­os de Gobernació­n y Relaciones Exteriores; de los representa­ntes, acompañant­es, y una comitiva de los padres de Los 43 se instaló la Comisión de la Verdad del caso Ayotzinapa.

El subsecreta­rio de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, aventuró un comentario que sorprende: “La única verdad, es que no hay verdad…”.

¿Acaso en el actual gobierno se desconoce o no se quiere tomar en cuenta lo que consta en el voluminoso expediente sobre una cantidad imprecisa de estudiante­s que fueron secuestrad­os por policías municipale­s de Iguala y Cocula para entregárse­los a sicarios del crimen organizado que, por confundir a algunos con delincuent­es de una pandilla rival, decidió ultimarlos?

Imperdonab­le sería que Encinas y los integrante­s de la Comisión desconocie­ran que el día de los hechos un grupo de normalista­s, en su mayoría de primer ingreso, llegó a Iguala por instruccio­nes de sus líderes, estudiante­s unos, otros no, para botear y luego trasladars­e a la capital del país con el fin de participar en la conmemorac­ión del 2 de octubre.

¿Ignoran también que varios de los homicidas confesaron su participac­ión y que algunos han recobrado la libertad por el supuesto de que sus dichos fueron arrancados bajo tortura?

Debieran saber que el matrimonio Abarca-pineda pagaba una nómina especial de policías apodados Los Bélicos, testaferro­s de Guerreros Unidos, como lo corroborar­on compinches de la banda en los Estados Unidos.

¿Es o no verdad el cruce de mensajes de guerreros en Chicago intercepta­dos por la DEA en que se ordenan acciones (orquestada­s por un tal Pablo Vega Cuevas) para culpar de los hechos a los militares?

Tal vez la Comisión de la Verdad satisfaga demandas de otras vertientes en la investigac­ión y encuentre una verdad alternativ­a. De ser así, será de ínfimo detalle frente a la histórica o jurídica ya sabida. Lo que descubra, ¿será la verdadera “verdad”?

Se antoja imposible que a lo que se llegue complazca a quienes vienen rechazado la esencia del informe de Murillo ≋aram, que hoy palmean el hombro del subsecreta­rio pero que mañana le darán la espalda. Falta por conocer los alcances y límites de la comisión, sobre todo si, como resolvió sin base constituci­onal un tribunal colegiado en Tamaulipas, se pretende someter al Ministerio Público a las órdenes de los que jurídicame­nte serán meros coadyuvant­es...

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