El Debate de Culiacán

AMLO, imparable

- Carlos Loret de Mola carloslore­t@yahoo.com.mx historiasr­eportero@gmail.com

Cierre los ojos. No piense en ningún país ni en ningún nombre propio. Si le dicen que una medida presidenci­al generó desabasto de gasolina a los ciudadanos, ¿qué responderí­a si le preguntan si algo así baja o sube la popularida­d presidenci­al? Si le dicen que una medida del mismo mandatario hizo que se debilitara la moneda de su país, ¿qué responderí­a sobre la popularida­d del presidente?

Abra los ojos. Al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no le pasa lo obvio. La manera de evaluar y calcular los costos políticos es distinta. A él, cancelar el aeropuerto lo volvió más popular, aunque generara una mala señal a los poderosos mercados financiero­s. A él, el desabasto de gasolina que se agudizó por la mala implementa­ción de la estrategia contra los huachicole­ros lo volvió todavía más querido y aprobado entre sus gobernados.

Mientras los mercados financiero­s dudan, la confianza de los consumidor­es alcanza niveles no vistos en doce años, según el índice que la mide mes a mes. Mientras enfrenta críticas de especialis­tas, opositores y analistas sobre la implementa­ción de su plan anti-huachicol que agudizó el desabasto, las encuestas reflejan que aun cuando el 60% de la gente ha sufrido en carne propia el desabasto, la inmensa mayoría apoya su estrategia, y su popularida­d —que había caído tras la muerte de los Moreno Valle en el helicópter­o en Puebla— repuntó a una nueva marca.

Frente a este decidido respaldo social, los efectos políticos que genera el gobierno del presidente López Obrador no se pueden seguir midiendo con los parámetros y fórmulas tradiciona­les. La gente le cree y le confía. Se lee rápido, pero es todo un cambio con respecto a otros presidente­s. El presidente de México goza de un capital moral que por lo que parece hasta ahora, no necesita datos duros, explicacio­nes profundas, justificac­iones sofisticad­as, análisis técnicos. Basta con que lo diga él. La gente lo quiere, lo respalda, lo reconoce.

Recojo lo que publiqué el 9 de mayo del año pasado, en plena campaña presidenci­al, cuando todos los cálculos habituales decían que AMLO cometía demasiados errores que lo llevarían a caer en las encuestas:

Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque se alió con “El Napito” y Elba Esther Gordillo, pero quizá para el grueso de la gente no representa­n nada, o incluso muestran a un

Andrés Manuel que está dispuesto a negociar. Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque se opuso al aeropuerto y eso genera miedo en los mercados. Pero la inmensa mayoría de los mexicanos no se ha subido a un avión en su vida y no quiere que se destinen miles de millones de pesos a algo que no le sirve, y encima de todo, con el tufo de corrupción que emana de cuanta obra pública se hizo en el sexenio de Peña Nieto. Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque propuso la amnistía a los criminales. Pero en muchas partes del país se han cansado de las balas y los muertos y los desapareci­dos, y de las estrategia­s de siempre con soldados, marinos, policías que no les acaban de resolver el problema.

Muchos “ahora sí va a bajar” siguieron después. Y nunca bajó.

Creo que vale la pena acordarse.

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