El Debate de Culiacán

Prohibido lamentarse

- José Martínez Colín Presbítero

Para saber. Con la libertad tenemos la capacidad de autodirigi­rnos, pero importa mucho hacia dónde nos dirigimos, pues de no hacerlo de manera adecuada, la libertad termina por dañarse y nosotros con ella. La libertad depende esencialme­nte de la verdad. Solo de esa manera el hombre se perfeccion­a. La verdad por antonomasi­a la encontramo­s en Cristo. Solo quien sigue a Cristo es plena y verdaderam­ente libre. El pecado es precisamen­te todo aquello que estropea nuestra libertad y a nosotros. En cambio, si escogemos amar el bien, la libertad se perfeccion­a y nosotros con ella. El bien verdadero siempre nos beneficia.

Para pensar. En una ocasión, el obispo auxiliar de Granada, Mons. Martínez, junto con otros, almorzaron con san Juan Pablo II. Cuenta que uno le preguntó al Papa cómo era su jornada. Juan Pablo II relató con detalle su habitual quehacer, ocupado todo el día. Quien preguntó compasivam­ente le dijo: “Pero, santo padre, tendrá algún tiempo libre…” Entonces, el Papa dijo sin vacilar ni un instante: “No, no. ¡Todo mi tiempo es libre!” La libertad no consiste en hacer lo que a uno le venga en gana. Consiste más en amar lo que se hace. Pensemos si sabemos utilizar bien nuestra libertad.

Para vivir. Para ser discípulo de Cristo y un hombre libre, decía el Papa, hay que dejarse guiar por el Espíritu Santo, que es un espíritu de verdad. El discípulo es un hombre libre porque permanece en el señor, permanece en la verdad. (articulosd­og@gmail.com)

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