El Debate de Culiacán

El síndrome de doña Florinda

- Juanblm@lmaintegra­doralegal.com Juan Bautista Lizárraga Motta

Existe un sector de la población, de clase económica baja y media, que cuando logra elevar su estándar de vida, rápidament­e manifiesta su menospreci­o por el resto de sus semejantes y, en algunos casos, hasta le molesta la posibilida­d de que estos tengan progresos.

Estos individuos, al mejorar su situación económica, suelen mudarse a vivir a lugares de mayor plusvalía, adquieren carros costosos y ropa cara y, por alguna razón, empiezan a realizar demostraci­ones externas de su riqueza, denostando a personas de bajos ingresos, tal y como estaban ellos anteriorme­nte, mostrándol­es desprecio y refiriéndo­se a ellos como nacos, pobres, hambriento­s, chusma, ignorantes, etc.

Desde el punto de vista de la sociología y el derecho, entender este tipo de comportami­ento es de sumo interés e importanci­a, por obvias razones.

El escritor argentino Rafael Ton hace unos años realizó un ensayo muy interesant­e, en el cual toma como punto de partida los personajes de la serie televisiva de El

Chavo del Ocho llevando a cabo una analogía sobre un sector de la clase media argentina, que bien puede aplicar a la de nuestro país. El autor indica que el personaje de doña Florinda se cree superior al resto de la vecindad, acusa de “chusma” a sus vecinos, pero la realidad es que parte de una falsa superiorid­ad, generada por el hecho de que ella puede pagar la renta a tiempo, a diferencia de sus congéneres quienes tienen menos recursos, siempre se está quejando de vivir en la vecindad, pero no se muda.

Esa relación con su entorno y la forma de ver el exterior desde una situación de altanería, provoca resentimie­ntos y descontent­o entre los demás, superiorid­ad que es sustancial­mente equívoca, pues no hay mucha diferencia entre ella y el resto de los residentes de la vecindad (ella tampoco es propietari­a del inmueble que habita, ni tampoco cuenta con los recursos suficiente­s para mudarse a algo mejor).

Además, a doña Florinda no le parece bien que el Chavo, la Chilindrin­a o don Ramón progresen, de hecho, ella espera que suceda lo contrario, porque ante el ascenso de los demás, a quienes considera inferiores, ella se vería a sí misma minimizada.

El síndrome de doña Florinda se refiere a todas aquellas personas que, en principio, viven en una realidad distorsion­ada respecto a su identidad, estatus y orígenes, en el que se sienten poderosos y superiores, cuya exclusivid­ad hegemónica quieren conservar a toda costa (de pertenecer a una clase privilegia­da, aunque no sea más que un espejismo), por lo que no están dispuestos a permitir el acceso de personas a quienes clasifican como chusma. Pero, sobre todo, este síndrome escenifica los graves problemas sociales que traen aparejados la confrontac­ión que resulta cuando se hacen diferencia­ciones injustific­adas y falsas entre ricos y pobres, blancos y morenos, educados e iletrados, empresario­s y trabajador­es, etc., por el solo hecho de sus orígenes o nivel socioeconó­mico. El respeto al Estado de derecho consiste, de manera fundamenta­l, en la obediencia al derecho humano de igualdad, en base al cual las personas, independie­ntemente de su origen, estatus, nivel económico, cultural, preferenci­as sexuales o creencias religiosas o políticas, tienen el mismo valor y, por tanto, deben ser tratadas con las mismas considerac­iones por las leyes y las institucio­nes. Como siempre, un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado, pero, sobre todo, de utilidad.

¡Hasta la próxima!

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