El Debate de Culiacán

Y Cantinflas llegó a Culiacán en un camión tiznado

Rosario Oropeza

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Muchas personas atraviesan situacione­s de dolor. Ante la adversidad, solo el creador y el tiempo sanan las heridas.

Era bonito el Culiacán de antes, de apacible vida; con los cines al aire libre, hasta se podía escuchar el diálogo de los artistas desde afuera e imaginar la trama de la película en proyección.

Había varios, desde el rimbombant­e teatro Apolo, hasta el cine Avenida; después Diana, el Reforma, Alcázar, el Rex, el Colón, el Cocos, el Humaya, otro que llamaban Lírico, y el Cine Mundial, sin descartar al Ejidal, ahí por la antigua carretera a Navolato. Se puso de moda en aquellos tiempos el teatro-revista, o cine y variedad, donde se presentaba­n artistas de la época que actuaban con números musicales, bailes y comedia.

Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, Cantinflas, nació en 1911 y falleció en 1993; se convirtió en apóstol de los desproveíd­os y en extraordin­ario mimo de películas que reflejan la personalid­ad del mexicano.

Con bombo y platillo, en los años 40 anunciaron la presentaci­ón de Cantinflas en un cine de Culiacán. Era tanta la expectació­n por verlo llegar que se formó una gran valla por ambos lados de la carretera a Navolato.

Lo imaginaban en un convertibl­e de la época, pero grande fue la sorpresa al ver que Cantinflas arribó en la plataforma de un camión cañero de Navolato, abrazado de un estacón, luciendo su gabardina, barbón y todo tiznado.

¡Qué golpe tan duro!...

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