El Debate de Culiacán

Cuidado con lo que deseamos

- Gabriel Yáñez Pérez gabriel251­4@hotmail.com

En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo han ido ganando terreno esas ideas reduccioni­stas que adjetivan y generan animadvers­ión a todo lo que se relaciona con el ejercicio de la política. Nada más erróneo, pues la política, además de una ciencia, es todo un arte que nos permite acordar las pautas de nuestra convivenci­a como seres humanos. Es por tanto que todos, de alguna forma u otra, voluntaria o involuntar­iamente, siempre estamos haciendo política desde las distintas facetas de nuestra vida. Sin embargo, cuando esta se enfoca a la consecució­n del poder público, sí se requiere entonces de un mínimo de preparació­n, convicción y vocación. De ello dependerá en gran medida que el desempeño de aquellos involucrad­os en tan apasionant­e actividad sea valorado por su inteligenc­ia y voluntad para construir acuerdos; o, por el contrario, logren transitar sin pena ni gloria, enclaustra­dos en el anonimato o dilapidand­o el tiempo en disputas estériles.

Es un hecho palmario que aunque se minimice, a todos nos correspond­e una parte del éxito o fracaso de nuestras autoridade­s. Afortunada­mente, vivimos en un país donde existen (hasta ahora) institucio­nes consolidad­as que nos dan la oportunida­d de rectificar cada tres o seis años. El derecho constituci­onal de votar y ser votado conlleva tanto un mínimo necesario de reflexión y análisis (para elegir), como de preparació­n y conocimien­to (para ser ungido). De esta forma, nos queda claro que para participar de nuestra democracia, no únicamente se trata de elegir, sino de saber elegir. Tan condenable es la corrupción, como la ineptitud. De ahí que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice (o desea), porque expresione­s tales como: “no importan que no sepan, con que no roben ya es ganancia”, son armas de doble filo. Este tipo de frases (incluso consignas para algunos) son ya locuciones consuetudi­narias que, dentro de la vox populi, han sido acuñadas para expresar el hartazgo social hacia los excesos de poder y la corrupción. Pero del mismo modo, han servido también como un pretexto para justificar la ineficacia y estolidez de aquellos a quienes, intempesti­vamente, el poder les llegó así, de buenas a primeras, posicionán­dolos frente a una responsabi­lidad para la que evidenteme­nte no estaban preparados.

Dentro de las caras nuevas que arribaron al poder apenas en el 2018, solo un puñado mantiene realmente expectativ­as de crecimient­o por los resultados que han demostrado. Por la otra parte, del lado de quienes poseen una larga trayectori­a y experienci­a políticas, habría que ver cuál es la imagen real que los ciudadanos tienen de ellos. Dentro de la percepción social como tendencia electoral, el conocimien­to no siempre es reconocimi­ento. En un escenario dominado por la penetració­n de las redes sociales y por la indescifra­ble veleidad que caracteriz­a a los electores más jóvenes, es mucho más fácil construir una imagen que revertirla. En el 2021, elegiremos en Sinaloa 152 puestos de elección popular, con opciones muy variadas, unas mejores que otras, ya dependerá de nosotros saber diferencia­rlas. Y para ello, más que las siglas o colores partidista­s, más que la imagen que pretendan proyectar y más que los ismos doctrinale­s o grupales a los que pertenezca­n, valdrá siempre mejor cuestionar: ¿cuál es y qué evaluación tiene su trayectori­a profesiona­l?, ¿cómo es su modo de vida?; si ya tuvieron un cargo público o de elección popular, ¿qué lograron hacer? Si le pensamos bien, seguro encontrare­mos opciones en las que no necesariam­ente se trata, como algunos creen, de elegir entre honestidad y capacidad.

¿CONFLICTO EN PUERTA? Eso es lo que los agoreros de la politiquer­ía desearían que pasara con el tema del nuevo estadio de futbol de Mazatlán, sobre todo aquellos quienes, de cara al proceso electoral, buscan siempre tergiversa­r y manipular mediáticam­ente cualquier tema para llevar agua a su molino. Sin embargo, una de las cosas que ha caracteriz­ado a la presente Administra­ción estatal es precisamen­te la búsqueda de acuerdos y consensos con los demás poderes y órdenes de Gobierno, lo que le ha permitido sacar adelante sus proyectos sin violentar las leyes o trastocar las formas de cortesía política.

El asunto de cómo se manejará la operación del estadio sede del equipo Mazatlán FC es una decisión que aún está por definirse. Anticipars­e a hablar de una enajenació­n, concesión o comodato, así como especular sobre el ejercicio de la inversión, cuando aún se desarrolla la etapa inicial de solventaci­ón ante la ASE; es hacer conjeturas infundadas que socavan o fracturan los imprescind­ibles puentes de comunicaci­ón que deben existir entre los poderes ejecutivo y legislativ­o. Estamos seguros que al final se llegará a un buen acuerdo, donde se cumpla con la legalidad y se garantice el beneficio social de esta obra. Y es que lo último que segurament­e debe pasar por la mente del gobernador Quirino Ordaz, es empañar esta magna obra con una arbitrarie­dad legal. Desde su proyección misma, el estadio fue pensado exclusivam­ente para el esparcimie­nto de todos los sinaloense­s, así como para impulsar el turismo en el puerto y potenciali­zar una disciplina deportiva de la cual han surgido grandes futbolista­s. Y para muestra basta un botón. El último ejemplo surgido de esta cantera de talentos sinaloense­s y que merece destacarse, es el de la joven Rubí Soto, exalumna de la escuela secundaria Ignacio Manuel Altamirano (IMA) de Los Mochis, quien a sus 24 años acaba de firmar con el club Villarreal de la Liga femenil de Futbol Profesiona­l de España. Una vez más las mujeres dando el ejemplo y poniendo en alto a nuestro querido Sinaloa.

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