Cuidado con lo que deseamos
En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo han ido ganando terreno esas ideas reduccionistas que adjetivan y generan animadversión a todo lo que se relaciona con el ejercicio de la política. Nada más erróneo, pues la política, además de una ciencia, es todo un arte que nos permite acordar las pautas de nuestra convivencia como seres humanos. Es por tanto que todos, de alguna forma u otra, voluntaria o involuntariamente, siempre estamos haciendo política desde las distintas facetas de nuestra vida. Sin embargo, cuando esta se enfoca a la consecución del poder público, sí se requiere entonces de un mínimo de preparación, convicción y vocación. De ello dependerá en gran medida que el desempeño de aquellos involucrados en tan apasionante actividad sea valorado por su inteligencia y voluntad para construir acuerdos; o, por el contrario, logren transitar sin pena ni gloria, enclaustrados en el anonimato o dilapidando el tiempo en disputas estériles.
Es un hecho palmario que aunque se minimice, a todos nos corresponde una parte del éxito o fracaso de nuestras autoridades. Afortunadamente, vivimos en un país donde existen (hasta ahora) instituciones consolidadas que nos dan la oportunidad de rectificar cada tres o seis años. El derecho constitucional de votar y ser votado conlleva tanto un mínimo necesario de reflexión y análisis (para elegir), como de preparación y conocimiento (para ser ungido). De esta forma, nos queda claro que para participar de nuestra democracia, no únicamente se trata de elegir, sino de saber elegir. Tan condenable es la corrupción, como la ineptitud. De ahí que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice (o desea), porque expresiones tales como: “no importan que no sepan, con que no roben ya es ganancia”, son armas de doble filo. Este tipo de frases (incluso consignas para algunos) son ya locuciones consuetudinarias que, dentro de la vox populi, han sido acuñadas para expresar el hartazgo social hacia los excesos de poder y la corrupción. Pero del mismo modo, han servido también como un pretexto para justificar la ineficacia y estolidez de aquellos a quienes, intempestivamente, el poder les llegó así, de buenas a primeras, posicionándolos frente a una responsabilidad para la que evidentemente no estaban preparados.
Dentro de las caras nuevas que arribaron al poder apenas en el 2018, solo un puñado mantiene realmente expectativas de crecimiento por los resultados que han demostrado. Por la otra parte, del lado de quienes poseen una larga trayectoria y experiencia políticas, habría que ver cuál es la imagen real que los ciudadanos tienen de ellos. Dentro de la percepción social como tendencia electoral, el conocimiento no siempre es reconocimiento. En un escenario dominado por la penetración de las redes sociales y por la indescifrable veleidad que caracteriza a los electores más jóvenes, es mucho más fácil construir una imagen que revertirla. En el 2021, elegiremos en Sinaloa 152 puestos de elección popular, con opciones muy variadas, unas mejores que otras, ya dependerá de nosotros saber diferenciarlas. Y para ello, más que las siglas o colores partidistas, más que la imagen que pretendan proyectar y más que los ismos doctrinales o grupales a los que pertenezcan, valdrá siempre mejor cuestionar: ¿cuál es y qué evaluación tiene su trayectoria profesional?, ¿cómo es su modo de vida?; si ya tuvieron un cargo público o de elección popular, ¿qué lograron hacer? Si le pensamos bien, seguro encontraremos opciones en las que no necesariamente se trata, como algunos creen, de elegir entre honestidad y capacidad.
¿CONFLICTO EN PUERTA? Eso es lo que los agoreros de la politiquería desearían que pasara con el tema del nuevo estadio de futbol de Mazatlán, sobre todo aquellos quienes, de cara al proceso electoral, buscan siempre tergiversar y manipular mediáticamente cualquier tema para llevar agua a su molino. Sin embargo, una de las cosas que ha caracterizado a la presente Administración estatal es precisamente la búsqueda de acuerdos y consensos con los demás poderes y órdenes de Gobierno, lo que le ha permitido sacar adelante sus proyectos sin violentar las leyes o trastocar las formas de cortesía política.
El asunto de cómo se manejará la operación del estadio sede del equipo Mazatlán FC es una decisión que aún está por definirse. Anticiparse a hablar de una enajenación, concesión o comodato, así como especular sobre el ejercicio de la inversión, cuando aún se desarrolla la etapa inicial de solventación ante la ASE; es hacer conjeturas infundadas que socavan o fracturan los imprescindibles puentes de comunicación que deben existir entre los poderes ejecutivo y legislativo. Estamos seguros que al final se llegará a un buen acuerdo, donde se cumpla con la legalidad y se garantice el beneficio social de esta obra. Y es que lo último que seguramente debe pasar por la mente del gobernador Quirino Ordaz, es empañar esta magna obra con una arbitrariedad legal. Desde su proyección misma, el estadio fue pensado exclusivamente para el esparcimiento de todos los sinaloenses, así como para impulsar el turismo en el puerto y potencializar una disciplina deportiva de la cual han surgido grandes futbolistas. Y para muestra basta un botón. El último ejemplo surgido de esta cantera de talentos sinaloenses y que merece destacarse, es el de la joven Rubí Soto, exalumna de la escuela secundaria Ignacio Manuel Altamirano (IMA) de Los Mochis, quien a sus 24 años acaba de firmar con el club Villarreal de la Liga femenil de Futbol Profesional de España. Una vez más las mujeres dando el ejemplo y poniendo en alto a nuestro querido Sinaloa.