Conjugación feliz
Hemos escrito antes que nuestra esencia es espiritual, que la vasta profundidad del espacio, y el silencio de nuestra mente, es nuestra propia profundidad.
Pero esa esencia habita, se manifiesta en cosas, en objetos materiales. Esta es la dualidad del universo y de nuestro ser, los cuales constan de cosas y vacío; como dice Eckhart Tolle, “una vida humana sana, equilibrada y fructífera, es una danza entre dos dimensiones que conforman la realidad: la forma y el espacio”. Desafortunadamente algunas personas no cobran consciencia de su esencia espiritual y viven su vida solo identificando la dimensión materialista, en los sentidos corporales, las emociones, la carne, o sea, viviendo solamente con la mitad de su realidad. Ignoran su esencia, aquello que está mas allá de lo material, del contenido, de la forma, y se pierden en los sucesos fluctuantes de la vida, desperdiciando la oportunidad de disfrutar de todo su ser, para llegar a la felicidad. Eso significa que lo adecuado es considerar siempre nuestra dualidad, nunca dejar de dar importancia a lo material, a lo económico, a las emociones, pero conjugarlos siempre con el desarrollo espiritual. Ese equilibrio siempre nos conducirá al éxito, a la paz interior, al progreso, a la satisfacción. Hay muchos experimentos científicos, por ejemplo los de la Universidad de Yale, que concluyen que la felicidad, aspiración de todo ser humano, depende en su mayor parte, de realización de acciones que provienen del espíritu y que lo fortalecen, tales como la convivencia social, la unidad familiar, la apreciación de la naturaleza, el amor a la vida, el desarrollo de habilidades artísticas, el ayudar a los demás, los sentimientos positivos. Es pues, fundamental que, una vez satisfechas las necesidades primarias como comida y techo, fomentemos nuestro crecimiento espiritual. Así podremos vivir felices y lo demás vendrá por añadidura.