Hacia un multilateralismo humanista
El acontecer global nos recuerda que la humanidad comparte un destino común, y que las respuestas unilaterales y aisladas no bastan para solucionar problemas que ignoran todas las fronteras nacionales: la temperatura global aumenta, el SARS-COV-2 se extiende, la violencia se expande. En ese sentido, la relevancia de las instituciones multilaterales no debería de ponerse en entredicho, aunque ya muchos tinteros se han empleado para argumentar este punto. Tengo la convicción de que hay que tomar la reflexión un paso más allá. Si bien las iniciativas en las que impera una visión nacional no son suficientes, tampoco lo serán las propuestas internacionales que carezcan de una perspectiva local. Lo anterior es de particular importancia en cualquier sociedad donde las decisiones se tomen mediante procesos políticos regidos por principios democráticos. Una decisión que tenga un impacto directo sobre el día a día de las personas y que no incorpore la opinión y visión de esas mismas personas, será insostenible. La ciudadanía percibirá a esos tomadores de decisiones como personas ajenas,
lejanas, e incapaces de comprender sus necesidades más apremiantes.
Por desdicha, el proceso representativo y democrático parece haberse olvidado en las últimas décadas, cuando se vitoreaba y se daba por perpetuo al orden internacional sostenido en instituciones multilaterales, la construcción de acuerdos entre gobiernos, y la estrecha vinculación económica y comercial entre naciones. Pero las visiones soberanistas —manifiestas en acontecimientos como el Brexit— vinieron a esclarecer lo efímero de ese orden internacional.
El impulso multilateral se manifestó en visiones desarrolladas desde Nueva York o en Ginebra, que si bien obtuvieron logros importantísimos, ahora parecen no ser suficientes frente al cuestionamiento por parte de algunos actores nacionalistas que alegan una supuesta violación a la soberanía de sus países. Estas visiones unilateralistas constituyen un peligroso embate contra las instituciones internacionales.
Por lo tanto, queda claro que la fe en el multilateralismo no debe ser una cuestión que resulte obvia para pocos. Más bien, el multilateralismo debe tener un impacto directo y positivo en el día a día de las personas. Para esto, el trabajo estrecho con instituciones y organizaciones a nivel local y nacional es clave. Las grandes iniciativas globales, si bien loables por su cometido de resolver problemas estructurales profundos, también deben someterse a los mismos procesos democráticos de rendición de cuentas, de transparencia, y de representatividad. De esa manera,
habrá un acercamiento entre las instituciones internacionales y las personas a las que, en última instancia, deben ayudar.
Por ejemplo: definitivamente hay que fomentar la cooperación internacional para que se pueda distribuir una vacuna contra el SARSCOV-2 en todas las regiones del mundo cuando esta sea desarrollada y aprobada. Pero también deben fortalecerse los sistemas de salud a nivel nacional para que sean accesibles para todas las personas. Es fácil concluir que lo primero tendría una efectividad muy limitada si no se cuenta con lo segundo. Sin acceso a sistemas de salud, millones de personas seguirán siendo vulnerables a otras enfermedades y padecimientos. Por esta razón, resulta esencial no perder de vista la perspectiva a nivel nacional y local.
Es por ello que la iniciativa desde el institucionalismo internacional no debe dictar el acontecer del sistema político nacional, sino que debe incorporarlo para que sea sensible y flexible ante las experiencias y necesidades locales específicas. Si proliferan los modelos únicos, estos fracasarán, aún y cuando sus objetivos sean dignos de elogio.
En un mundo innegablemente global sólo subsistirán las instituciones internacionales que efectivamente representen e incorporen las visiones de todos los rincones del mundo: Hay que hacer del multilateralismo algo propio y no ajeno. Por ahí habrá que empezar para dar con una solución a los grandes problemas globales. Si no nos superamos en repensar la relación entre lo global y lo nacional, estos desafíos ciertamente lo harán.