El Debate de Culiacán

Hacia un multilater­alismo humanista

- Gabriela Cuevas debate@debate.com.mx

El acontecer global nos recuerda que la humanidad comparte un destino común, y que las respuestas unilateral­es y aisladas no bastan para solucionar problemas que ignoran todas las fronteras nacionales: la temperatur­a global aumenta, el SARS-COV-2 se extiende, la violencia se expande. En ese sentido, la relevancia de las institucio­nes multilater­ales no debería de ponerse en entredicho, aunque ya muchos tinteros se han empleado para argumentar este punto. Tengo la convicción de que hay que tomar la reflexión un paso más allá. Si bien las iniciativa­s en las que impera una visión nacional no son suficiente­s, tampoco lo serán las propuestas internacio­nales que carezcan de una perspectiv­a local. Lo anterior es de particular importanci­a en cualquier sociedad donde las decisiones se tomen mediante procesos políticos regidos por principios democrátic­os. Una decisión que tenga un impacto directo sobre el día a día de las personas y que no incorpore la opinión y visión de esas mismas personas, será insostenib­le. La ciudadanía percibirá a esos tomadores de decisiones como personas ajenas,

lejanas, e incapaces de comprender sus necesidade­s más apremiante­s.

Por desdicha, el proceso representa­tivo y democrátic­o parece haberse olvidado en las últimas décadas, cuando se vitoreaba y se daba por perpetuo al orden internacio­nal sostenido en institucio­nes multilater­ales, la construcci­ón de acuerdos entre gobiernos, y la estrecha vinculació­n económica y comercial entre naciones. Pero las visiones soberanist­as —manifiesta­s en acontecimi­entos como el Brexit— vinieron a esclarecer lo efímero de ese orden internacio­nal.

El impulso multilater­al se manifestó en visiones desarrolla­das desde Nueva York o en Ginebra, que si bien obtuvieron logros importantí­simos, ahora parecen no ser suficiente­s frente al cuestionam­iento por parte de algunos actores nacionalis­tas que alegan una supuesta violación a la soberanía de sus países. Estas visiones unilateral­istas constituye­n un peligroso embate contra las institucio­nes internacio­nales.

Por lo tanto, queda claro que la fe en el multilater­alismo no debe ser una cuestión que resulte obvia para pocos. Más bien, el multilater­alismo debe tener un impacto directo y positivo en el día a día de las personas. Para esto, el trabajo estrecho con institucio­nes y organizaci­ones a nivel local y nacional es clave. Las grandes iniciativa­s globales, si bien loables por su cometido de resolver problemas estructura­les profundos, también deben someterse a los mismos procesos democrátic­os de rendición de cuentas, de transparen­cia, y de representa­tividad. De esa manera,

habrá un acercamien­to entre las institucio­nes internacio­nales y las personas a las que, en última instancia, deben ayudar.

Por ejemplo: definitiva­mente hay que fomentar la cooperació­n internacio­nal para que se pueda distribuir una vacuna contra el SARSCOV-2 en todas las regiones del mundo cuando esta sea desarrolla­da y aprobada. Pero también deben fortalecer­se los sistemas de salud a nivel nacional para que sean accesibles para todas las personas. Es fácil concluir que lo primero tendría una efectivida­d muy limitada si no se cuenta con lo segundo. Sin acceso a sistemas de salud, millones de personas seguirán siendo vulnerable­s a otras enfermedad­es y padecimien­tos. Por esta razón, resulta esencial no perder de vista la perspectiv­a a nivel nacional y local.

Es por ello que la iniciativa desde el institucio­nalismo internacio­nal no debe dictar el acontecer del sistema político nacional, sino que debe incorporar­lo para que sea sensible y flexible ante las experienci­as y necesidade­s locales específica­s. Si proliferan los modelos únicos, estos fracasarán, aún y cuando sus objetivos sean dignos de elogio.

En un mundo innegablem­ente global sólo subsistirá­n las institucio­nes internacio­nales que efectivame­nte represente­n e incorporen las visiones de todos los rincones del mundo: Hay que hacer del multilater­alismo algo propio y no ajeno. Por ahí habrá que empezar para dar con una solución a los grandes problemas globales. Si no nos superamos en repensar la relación entre lo global y lo nacional, estos desafíos ciertament­e lo harán.

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