VIOLENCIA CONTRA MUJERES SE TRASLADA A LA POLÍTICA
Violencia física, sexual, económica y psicoemocional son algunas de las manifestaciones negativas a las que se enfrentan las mujeres que incursionan en la política mexicana
La política es un espacio de dominación masculina porque sus reglas, bases de operación y sus mecanismos coercitivos perpetúan las relaciones asimétricas de poder entre mujeres y hombres, afirmó la autora de la publicación Violencia de género contra las mujeres en política, un obstáculo para la democracia (paritaria), María Fernanda Rodríguez, politóloga de la UNAM, servidora pública en materia electoral e integrante de la Red Mujeres en Plural. Durante la presentación virtual de este escrito, por la Fundación Friedrich-ebertstiftung en México
Quienes siguen decidiendo las candidaturas emplean estrategias con el fin de acotar el ejercicio de los derechos político electorales de las mujeres. Los deseos de las mujeres no son tomados en cuenta, ya que prácticamente se les ordena la tarea de ocupar una candidatura o un espacio de decisión” María Fernanda Rodríguez Servidora pública en materia electoral
Bloqueo de derechos
De ahí que, en la arena política configurada por la disputa del poder, tenga características particulares cuando se da entre las mujeres y los hombres, así la violencia contra las mujeres busca, entre otros, ser un mecanismo para impedir el ejercicio de sus derechos, en este caso, los de índole político-electoral, partiendo de que las mujeres han ocupado un lugar de subordinación ante el poder y lógicas masculinas derivada de esta jerarquía de géneros socialmente construida, detalló. Por ello, este tipo de relaciones no pueden analizarse desde un enfoque unilateral, sino tiene que hacerse desde una visión interseccional, con el fin de visibilizar la conjugación del género con otros sistemas de opresión. Por ejemplo, respecto a la intersección del género y de la edad, el adultocentrismo se presenta como una forma de poder que conlleva a que las mujeres jóvenes sean sujetas de expresiones de violencia y discriminación particulares o bien que algunas de ellas se intensifiquen, como es el caso de la violencia en el ámbito político. Explicó que a través del análisis de 19 entrevistas que realizó, 13 a mujeres y seis a hombres, quienes participaron como constituyentes de la Constitución de la Ciudad de México (2016) identificó 13 expresiones de violencia durante cuatro momentos de las trayectorias políticas de las legisladoras; cuando fueron postuladas, cuando fueron candidatas, cuando contendieron en la elección y en el ejercicio de su cargo. “A pesar de identificar estas 13 expresiones, la mayoría de las legisladoras que pude entrevistar dijeron no haber sido sujetas de violencia política durante estos momentos, lo cual también hace visible la dificultad de identificar para quien lo padece”, afirmó.
Tipos de violencia
Sobre el análisis de estas entrevistas, informó que detectó tres expresiones de violencia de género, las cuales enmarcan los tipos de violencia ya reconocidos en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de la CDMX: violencia física, sexual, la económica y la psicoemocional, sin distingo del partido político al que pertenecieron. Manifestaciones que se presentaron como atención sexual no buscada, chantaje de carácter económico, cuestionamientos a sus capacidades y experiencias, rechazo hacia la figura de autoridad-liderazgo, no se tomaba en cuenta su opinión o se minimizaban sus aportaciones, había una desacreditación de la agenda de género y feminista, una limitación a su participación, exclusión de espacios de decisión, restricciones para acceder a los espacios por alejarse del estereotipo del político, lenguaje y comentarios sexistas y vinculación con figura masculina.
En el caso de amenazas y golpes, esta expresión se presentó en una ocasión, fue durante un mitin en contra de una legisladora no joven, expuso María Fernanda Rodríguez.
Nuevo paradigma
En la reflexión final de este documento se advierte que la prevalencia de la apropiación masculina de las candidaturas y, en consecuencia, de prácticas de simulación en la implementación de la paridad o aquellas — como la “ingeniería de cuotas”— que pretenden aminorar los “efectos negativos” que esta tiene en los hombres, produce que las mujeres sigan a merced de las decisiones de un grupo reducido y muchas veces apegado al “estereotipo del político” ya descrito. O que incluso sean obligadas a aceptar un espacio. Lamentablemente, esto no sólo ocurre con las candidaturas, sino va más allá: hay una histórica y férrea apropiación masculina del ámbito político que debe erradicarse. De modificar estas lógicas, se podrá transitar hacia un nuevo paradigma no patriarcal y, por extensión, a la consolidación de esquemas igualitarios y democráticos que permitan, a su vez, sentar las bases para un sistema político y económico paritario.